No creyéndole a mis ojos, parpadeo un par de veces hasta creer lo que está pasando. Quedando en un silencio en que juraría que el latido de mi corazón es el único que se escucha.
Veo que la bestia se mueve, comenzando a hacer ruidos extraños y a volar con sus grandes alas.
El impacto me deja plasmada en el suelo aun mirando, admirando los pocos detalles de su cuerpo horrífico que puedo observar por la iluminación plasmada en lo que ahora es.
Un gruñido suyo muy fuerte me hace reaccionar, obligándome a tomar las cosas rápido, esparciendo las manos hasta encontrarlas y poder levantarme enseguida para salir corriendo. Los ruidos que hace me hielan la sangre enseguida, absorbiendo todo el miedo que no había tenido.
Busco el celular al acercarme a la puerta, hurgando con las manos de nuevo como animal. Al acercarme a la parte oscura logro verlo. Lo enciendo asegurándome de que esté bien, viendo de una vez la hora, dando las doce en punto. Medianoche.
Como total Cenicienta, me echo a correr hasta entrar por la puerta a empujones sin tener el descaro de voltear atrás, viendo a todos lados como toda paranoica que se le acaba de aparecer un monstruo frente sus ojos. Que la acaba dejar traumada, sucia y descalza.
Corro con todas mis fuerzas con la respiración acelerada y el corazón peor. Con los tacones en la mano izquierda y el celular con la derecha. Ignorando todas las miradas extrañadas de algunas personas que ponen atención en aquella chica espantada que parece que corre por su vida, porque en efecto hago eso.
Las dudas comienzan cuando el shock comienza a desaparecer.
Esto no sucede. ¡No puede suceder!
Sin cabeza para pensar, decido correr a la mesa para dejar las cosas de Anya. Cuando estoy ahí, me doy cuenta de que los chicos no están y en su lugar están un montón de vasos plásticos regados. De forma discreta, acomodo los vasos para que oculten su cartera en la cual meto de forma rápida su celular. Apenas y cabe.
Dejando eso listo intento ver a alguien conocido para que pueda ayudarme en algo, lo que sea, pero desgraciadamente no es así. Terminando por irme corriendo con los pensamientos revueltos sin ninguna estrategia buena para irme, sólo correr y correr hacia casa.
...
No puedo dejar de darle vueltas al asunto. Llevo toda la noche sentada en la orilla de mi cama pensando en lo que ocurrió anoche. Pensando en una razón lógica, una teoría o simplemente una explicación, pero lamentablemente no encuentro nada razonable que no sea el efecto negativo de alguna sustancia. Trato de convencerme que fue una confusión o una ilusión óptica, aunque, bien sé que no es así. Mentirme para quedarme con la coincidencia tranquila, no me basta, sólo sacia de más dudas. De querer saber más.
No fue un sueño. Fue real, completamente real. Y la razón debo averiguarla yo. Alejaré el miedo enfrentándomele.
—¿Jane? —mi mamá llamándome es lo primero que veo al voltearme de golpe, asustada.
Al verla, suspiro de alivio.
Ya estoy mal.
—¿Qué pasa? —me muevo inquieta.
—Eso mismo te pregunto a ti—se acerca, mirándome confusa.
—Tuve una pesadilla... Muy real—la miro a los ojos, queriéndole transmitir lo que siento.
Se acerca a sobarme la espalda mientras se sienta a mi lado.
—Las pesadillas que se viven en vida son las peores—lo dice justo acertando en la situación.
Asiento sin poder decir nada más.
—¿Me escucharon llegar? —cambio el tema queriendo no entrar en detalles.
—Sí. Medio dormida te escuché llegar temprano, sin embargo tu papá es quien estuvo sin poder pegar ojo—hace gestos de extrañes para que le cuente más a fondo, aunque eso no es amerítable.
—Las fiestas no son lo mío—sonrío tensa.
Sonríe riendo un poco, sabiendo totalmente eso.
—Vine a asegurarme en que sí llegaste y no fueron simplemente imaginaciones—se levanta con lentitud.
Río ligeramente.
—¿Ya se van? —le pregunto.
Asiente sonriendo.
—Debemos seguir investigando los lugares y decidirnos por un auto. Tu padre es un indeciso, peor que yo—eleva las manos quejándose.
Parece que se la están pasando todo lo contrario a mí. Eso me hace sonreír.
—Que les vaya bien, tengan cuidado.
—Igualmente, Jane—sonríe ligeramente.
Le respondo sonriendo, aceptando. Al verme una última vez, se gira en dirección a la puerta que dejó abierta.
Suspiro pensando en qué debería comenzar a hacer.
—Por cierto... ¿Cómo se llamaba el bosque que dibujabas? Una vez lo mencionaste—se voltea de repente.
¿Y esa pregunta tan repentina?
—Curts. El bosque Curts.
Parece ida de repente y abre un poco la boca de manera sorprendida.
—En los bosques cercanos que estudiamos, hay un bosque llamado así. Creo que por fin diste con el—me sonríe elevando su cabeza.
La sorpresa me deja muda.
Sonrío como tonta sin saber al cien la razón. Destino o casualidad. Tengo que investigar más a fondo sobre él. Antes, tengo que poner los pies en la tierra. En unas horas tendré que ir a la escuela y fingir como si nada hubiera pasado hasta encontrar alguna otra solución o respuesta. Incluso la posibilidad de encontrar el chico que medio vi, aunque, es más complejo.
Principalmente, tengo que desmaquillarme y darle sus cosas limpias a Anya. Antes de darme una ducha relajante de todo.
—¿Crees que sea el destino? —le digo antes de dejarla ir sin decirle nada más.
Mueve la cabeza pensando.
—No todo sucede con razón, pero no explico que esta vez no la tenga—responde de inmediato.
—La razón quisiera saber...—susurro clavándome con eso.
—¿Qué dijiste? —interfiere de manera repentina. Pensé que lo había dicho muy suave.
Niego moviendo mis cabellos por la fuerza.
—Eh, que si tenemos cuarto de lavado. Necesito darle las cosas limpias a Anya.
Se queda pensando unos segundos para finalmente hacer una mueca y negar.