Al terminar el chequeo, arrastro mis pies fuera de la habitación, saboreando una paleta roja con sabor a sandia que me dio la respectiva enfermera Sam, la cual me lleva a tomar el aire al mencionarle que estaba mareada. Sostiene mi espalda mientras avanzamos a paso lento, sin comentarme nada más, siguiendo su labor y haciéndolo con calidez al sonreírme cuando nuestras miradas se encuentran, correspondiéndole, pero en el fondo no dejando de pensar en el ajetreo movimiento de hace unos momentos atrás, mirando el suelo resplandeciente. Seguimos por el pasillo despoblado en donde la ventana con un cielo oscuro me da entender que la noche ha llegado a reinar. Preocupándome aún más.
Doblamos el pasillo, a escasos minutos de llegar a la salida, al notar una presencia acercándose elevo la cabeza, encontrándonos cara a cara con el mismísimo concejal. Kamel.
—¿Cómo se encuentra? ¿Cuál es su estado actual? —se dirige a la enfermera como si no estuviera, sin siquiera mirarme.
—Mareada—le respondo confirmándole mi presencia lo que incita su atención.
—Presión arterial baja, se le bajó la presión. Íbamos justamente a tomar el aire—responde Sam con un tono dulce.
Kamel nos mira una a una, pensando.
—Puedo acompañarla, no tengo más labores que atender—vuelve a dirigirse a Sam de manera determinada. Abro los ojos con sorpresa.
—Ese es mi labor, cariño—ella le sonríe amablemente y me hace avanzar, sujetándome.
Sin decir nada más avanzamos, dejándolo atrás aunque no tarda en aclarar la garganta.
—Tengo que hablar contigo, a solas...—aumenta el volumen, impidiéndonos seguir con tranquilidad, incrementando mi sorpresa. —¿Puedes? —suelta casi como una súplica.
...
Bebo de la botella de agua que me dio, sintiendo el aire fresco que me faltaba, estando en las gradas de la cancha de la parte trasera de la escuela. Todavía hay personas practicando, aunque están alejadas. Es inmenso. La naturaleza es un lema, las luces tenues lo hacen parecer tenebroso con una noche sin estrellas como la de hoy.
—¿Ya te sientes mejor? —cuestiona a la par que dejo la botella, sintiendo un ligero asco.
Asiento cerrando los ojos debido a la sensación, pero a los segundos los abro. Paso saliva queriendo deshacerme de ello, no funcionando.
—¿De qué se trata? —le pregunto yendo al grano, directa.
—Tus padres...—lo veo al instante queriéndole responder, pero prosigue. —Deberían saberlo tus padres—me mira fijamente, serio. Deduciendo que se trata de mi estado, niego inmediatamente.
—Preferiría que no—los nervios comienzan a recordarme sus palabras regañándome y echándome en cara lo que les dije en un principio con mi mismo comportamiento que me llevó a esta situación.
Ríe ligeramente.
—Es nuestro deber comunicarlo, sin embargo, personalmente concordados en lo mismo—sonríe y mis preocupaciones desaparecen al pronunciar esas palabras.
Suspiro de alivio, pero la duda vuelve.
—¿Es lo que querías hacer? ¿Convencerme? —prosigo.
Lo dejo sin palabras momentáneamente, niega repetidamente.
—Tus labores correspondientes a la sanción se tratará de asear los clubs al finalizar las clases junto a Kuhn, por el resto de la semana. No te confíes demasiado por ser nueva—lo dice volviendo a mantener su tono determinado que posee en su respectiva posición.
—No lo hago—manteniéndome civil, le respondo seca.
Sonríe forzosamente y se levanta dispuesto a irse, lo que no me desagrada en su totalidad, pero interiormente esperaba algo más, no sé exactamente porqué.
—¿Eso es todo? —no convencida lo confronto.
—Es todo. Ten linda noche—se va teniendo la misma sonrisa que poseía, sin intenciones de añadir algo más. Tan rápido como la corriente helada que siento.
—Igualmente—bajo el tono, la amabilidad me hace contestarle, viéndolo irse. Su larga figura se plasma con su sombra avanzando. Un deseo impulsivo me hace querer saciar mis dudas, pero la razón me deja estática.
Aprieto mis puños negándome a involucrarme indebidamente, más de lo que ya estoy, aunque de forma involuntaria. Lo veo desaparecer en la oscuridad y la naturaleza cautivante que se mueve con el viento. La luz de la media luna es incluso más potente que la de las luces artificiales que iluminan la cancha.
La espina del tema de mis padres vuelve, saco mi celular, mirando las ocho y veintiséis en el fondo personalizado. Lo desbloqueo y le mando un mensaje a mi mamá preguntándole si llegarán a cenar a lo que responde a los segundos contestando:
"No nos esperes despierta, cariño. Estamos aun trabajando".
Suspiro con cierta mezcla de alivio y decepción. Han estado llegando más tarde de lo usual en estos días, lo que me alegra al saber que la distancia requiere más dedicación, pero a la vez me siento perturbada con la idea de que es la misma rutina de ausencia. Igualmente, me respaldo conque será temporal y todo lo que pasa en estos momentos hay que disfrutarlo por más agridulce que sea.
Queriendo despejarme me enfoco al frente mío. Veo a las personas practicar, ahora son menos, su energía es admirable. Corren por la cancha y se pasan la pelota de baloncesto. A las tres canastas siento mi celular vibrar e iluminarse en una notificación.