Estuve largos minutos pensando en todo, en como lo haría para poder ganarme su confianza, pero no podré fallar con esta misión, si encontraba algo raro que estuviese pasando dentro de ese castillo, podría hasta salvar mi mundo, mi dimensión y también a mi madre.
Traté de levantarme nuevamente de la cama para poder acostumbrarme con este cuerpo tan delgado y como si fuera una niña pequeña recién aprendiendo a caminar, me sujeté de la varadilla de la cama y comencé con el primer paso, luego con el segundo, hasta poder acostumbrarme con este cuerpo.
Al paso de más o menos una hora, ya podía caminar normalmente, hasta podía dar pequeños saltos por la habitación, lo que no se me había ocurrido era salir de allí para poder explorar el mundo exterior, a pesar de que mi cabeza pensaba que era una mala idea, tenía una leve necesidad de saber cómo era afuera.
Salí por la puerta y me encontré con una pequeña sala de estar, era como si estuviera en una cabaña muy acogedora pero helada.
—¿Eifion?
No me respondía absolutamente nadie, seguí avanzando por la sala de estar y me daba cuenta de que casi todo lo que veía, era tal cual como era en mi dimensión. El pequeño sofá que estaba a mi derecha acolchonado, una pequeña mesa circular de madera en el otro extremo, cuadros de pinturas donde pienso que debe ser su familia, entre otras cosas más.
Abrí lo que parecía ser la puerta principal y al salir, pude ver muchas casas de piedra pequeñas alrededor, era como si fuera una villa, había niños jugando afuera, adultos paseando por los alrededores, como si nada malo estuviera ocurriendo, estaban tranquilos.
—¡Oye Fierita! No salgas así al exterior
Al escuchar aquella voz conocida me volteé hacia ella y ahí estaba él, ahora ya no utilizaba esa gran armadura dorada, andaba con unos pantalones marrones, una camiseta blanca y unas botas de cuero café, se veía más… relajado.
Tomó de mi muñeca, me jaló hacia dentro de la propiedad y cerró la puerta principal atrás de mí.
—Mira como andas, solo tienes una de mis camisetas, no salgas así o todos te quedaran mirando como si estuvieras loca.
Me quede estupefacta, ni siquiera me había dado cuenta lo que estaba utilizando, pero a mi parecer, su camiseta me queda como si fuera un vestido corto.
—Bueno, ¿Y qué ropa quieres que me ponga?, a todo esto, ¿Dónde dejaste mi ropa?
—La quemé
Mis ojos se abrieron de par en par, era lo único que tenía y lo único que llevaba usando en el último mes, además de mi chaqueta favorita.
—¡¿Qué hiciste qué?!
—Lo que has oído—Se encogió de hombros y continuó— Los de mi raza no te pueden ver con esa ropa que traías o nos encontrarían y nos entregarían a la reina.
Arrugué ligeramente mi nariz para no lanzarle un par de palabrotas a este orangután. Inhalé y exhalé lentamente hasta calmarme.
—Ahora dime, ¿Qué ropa quieres que use? si no tengo absolutamente nada más que lo que traía
Él se quedó unos momentos pensando antes de poder darme una respuesta concreta, sabía que en cualquier momento iba a explotar de rabia.
—Iré rápidamente al mercado a ver si te queda algo, ¿Esta bien?, en lo que tardo quédate aquí y practica más tu caminar
Asentí lentamente mientras miraba como el casi corría hacia el exterior.
Mientras tanto, yo seguí explorando su pequeña casa, habían retratos de personas colgados a la pared y cuadros de paisajes hermosos, maravillosos, nunca vistos, me centré en uno en donde había una familia, había un hombre y una mujer, el primero tenía el cabello blanco, los ojos azules como el mar y una gran sonrisa en su rostro y ella tenía los ojos rojos, una mirada muy tímida y su cabello de un color escarlata, ya sabía de donde Eifion heredo esas características peculiares tan de él. A los lados de cada uno, se podía ver a un niño con una gran sonrisa en su rostro y del otro lado, había una niña más pequeña con un semblante serio y brazos cruzados. Al parecer su hermana no sería tan fácil de convencer.
—Ella es mi hermana pequeña, que no te asuste su rostro serio y frio
Di un pequeño brinco del susto, ni siquiera lo había escuchado entrar por la puerta o al parecer yo fui lo bastante despistada por estar mirando un cuadro familiar suyo por mucho tiempo.
—Pareciera como si quisiera golpear a todos— Comenté mientras me daba vuelta y quedaba frente a él. —¿Me trajiste la ropa?
Extendió un pequeño paquete de cuero de animal a mis manos y yo sin problemas lo tomé, dentro de éste habían varias prendas que me podrían servir.
—Muchas gracias y con permiso. —Así sin más, me fuí a cambiar a la habitación en la que me encontraba hace algunas horas atrás
La verdad es que le había atinado a mi talla, todo me había quedado perfecto, los pantalones de cuero estaban un tanto apretados, pero nada de que quejarse. Me arreglé mejor la blusa y finalmente me puse unas botas de cuero café con la capa que cubría completamente mi cuerpo.
Salí de la habitación completamente lista para la acción, Eifion estaba en la mesa escribiendo la carta que le iba a mandar a su hermana, así que ni siquiera noto mi presencia cuando me acerqué a él.