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C A P I T U L O 15

C A P I T U L O  15

"Heridas del Pasado"

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Bar de Egon - 1:00 a.m.

12 de abril de 2020

Ryan Spencer

Estoy riendo a carcajadas por lo que me dice esa voz que se creó en mi cabeza de repente.

Eres un idiota.

No sirves.

Solo eres basura desde que naciste.

Mi sentido de la cordura se fue al carajo porque no he parado de reír por escuchar aquella voz en mi cabeza que no sabía que existía...hasta ahora...

Mi cuerpo pesa tanto que no logro levantarme del suelo frío. No siento nada, he recibido tantos golpeas que he quedado anestesiado. Mis ojos se mantienen cerrados, mi risa no cesa y la sangre que corre por labio inferior inunda mis fosas nasales con su olor metálico.

Me apoyo de una silla de madera para levantarme, sigo sin abrir los ojos. No siento mi cuerpo, me siento ligero como una pluma que se la lleva el viento con una leve corriente de aire. Abro los ojos y me doy cuenta que no soy el único aquí riéndose a carcajadas.

Hay hombres riéndose de todo, bebiendo, drogándose y masturbándose entre ellos mismos gimiendo el nombre de mujeres para lograr llegar al orgasmo. Veo a la morena de ojos verdes en la barra limpiando vasos y reacomodando el sitio, me acero a ella con una mirada lasciva, la tomo del brazo para tomar su nuca y devorar sus labios con ferocidad.

Ella corresponde, me separa lentamente y me da una sonrisa ladina. Le gustó, no puede ocultarlo. Acerco mi boca a su oreja y en medio de un susurro le digo:

—Vamos a ese rincón —Señalo el rincón que me prende para hacer cosas obscenas ahí —, y deja que te folle hasta que no puedas caminar.

Se ríe en mi cara, eso me enoja, no estoy jugando.

—¿De qué te ríes? —Pregunto irritado

—De ti, Ryan.

—¿Crees que es un chiste?

—Eso parece

—¿Me ves cara de payaso?

—No, por el momento —Responde un poco incómoda por mi mirada despectiva

—¿Sabes lo que sí es gracioso? —La tomo del cuello con posesividad —. Ver cómo gimes aclamando ayuda para que yo evite penetrarte con más fuerza y así no tener que golpearte como la puta que eres.

Vuelvo a devorar sus labios, pero está vez lo hago con mucha rabia. No es hacia ella, es hacia mi, pero mi cerebro está sumido en la coca, meta y marihuana.

Arrastro a Hannah conmigo hacia aquel rincón y aprovecho el momento para empotrar la en la pared pegando su rostro a este. Ella se queja, pero no me interesa, así que saco mi miembro del pantalón, subo su falda, hago  a un lado sus bragas y cuando tengo la punta en su entrada, siento como alguien golpea mi cabeza con algo de metal.

††††††††††

13 de Julio - 12:30 a.m.

Me levanto desorientado. La cabeza me duele hasta el punto de sentir que va a explotar. Todo es negro, no sé si estoy despierto o dormido hasta que escucho unos gemidos provenientes de afuera. Hay una perilla que giro levemente para ver qué sucede y le encuentro con...

Hannah masturbándose. 

Las comisuras de mis labios se elevan mostrando una sonrisa perversa. Sus gemidos, sus jadeos y el sudor corriendo por su frente es algo que me empieza a excitar hasta el punto de tocarme mientras la observo. 

Eres un enfermo, Ryan Spencer. 

El recuerdo de Michelle insultandome años atrás me hacen parar mi acción. Cierro los ojos, los recuerdos del pasado empiezan a invadir me. Todos esos años llenos de solo droga, alcohol y putas era una vida que no me hacía sentir feliz, pero ahora... Ahora ni siquiera me importa ser feliz o no. 

Me das asco. 

¡Me hiciste daño! ¿Y ahora quieres que te perdone? 

¡Ya no te amo! 

¡Déjame ser feliz! 

¡Solo me usas para tener sexo y luego dejarme sola! 

No te odio, pero no significa que te haya perdonado...

Ry... 

Me recuesto sobre la pared de aquel cubículo y de repente...

—¡Oye chico! ¡¿Estás bien?! —Una voz me empieza a hablar.

Abro los ojos tratando de reconocer el lugar en el que me encuentro ahora mismo. Se parece a... Esa casa...

—¿Chico estás bien? 

Volteo la mirada hacia el dueño de esa voz y es Justin tratando de despertar a mi yo adolescente que yace en el suelo pálido y casi sin vida. 

Recuerdo ese día. Había entrado en desesperación por estar encerrado en esa casa durante muchos años, durante gran parte de mi infancia. Por eso, y por muchas razones más, había tomado la decisión de acabar con mi vida a la edad de quince años. 

¿Entienden lo que se siente cuando un hombre que se hacía llamar tu padre te deja a merced de la vida sin comida, agua o un lugar tranquilo y solo quedarte encerrado escuchando las tormentas en medio de la nada? 

Eso no le pasa a un niño todos los días. 

Justin trata de reanimar al pequeño yo, pero tiene éxito así que llama a los paramédicos para que me rescaten mientras me debate entre vivir o morir. 

Ahora mismo me pregunto, ¿Que habría pasado si Justin nunca hubiese aparecido?  Esas preguntas invadian mi mente desde ese día y aún estoy tratando de contestarme a mi mismo. 

En el fondo, siento un dolor muy inmenso por haber atentado contra mi vida y haberme dejado llevar por esa desesperación al sentirme solo. Fue la peor infancia que algún niño podría tener. 

Llegan los paramédicos para subir a mi pequeño yo en la camilla. El policía Spencer me sigue hasta la ambulancia sentándose a mi lado y tomando mi mano como si fuera su hijo. De repente, uno de los paramédicos me conecta a una máquina y toma las paletas para volverme a la vida con shock en mi pecho. 




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