C A P I T U L O 8
"Es hora de jugar"
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Hospital Psiquiátrico de Egon - 3:00 a.m.
Michelle Dixon
Si se preguntan por qué estoy entrando en un episodio paranoico en estos momentos, solo hay dos razones; la primera, mi hermana tuvo un ataque de pánico frente a mis ojos, algo que no pasaba desde hace… 12 años; la segunda, vamos a visitar a Joe para buscar respuestas y hacer que hable como pajarito.
Mi hermana está a mi lado, temerosa de lo que vaya a pasar mientras estamos hablando con él, ya que la última vez que cruzamos palabra con él, no salió nada bien para ninguno.
—¿Lista? —le pregunto sacándola de sus pensamientos.
—¿De qué? ¿De enfrentar a un viejo decrépito? —dice con burla.
—Si algo sale mal Hannah, lo mato —le aseguro porque sé que siente más temor que yo.
—Vamos…
Cruzamos el umbral para entrar al edificio que se encuentra completamente oscuro, las enfermeras aún no llegan, los únicos presentes son los guardias, pero ellos saben quienes somos nosotras. Están custodiando la puerta del nivel 3, nos dejan pasar sin titubear, buscamos el número de la celda donde tienen al viejo Pearlford.
Hannah busca por la derecha, yo busco por la izquierda. No encontramos nada, la gran mayoría sigue drogado por las pastillas tranquilizadoras, excepto por alguien. Abro la celda —accidentalmente— del que menos quería ver en este momento. Sus ojos se posan en mí en ese instante, es el único despierto, no es tan estúpido como para tomarse esas pastillas.
Sus ojeras se notan a simple vista, su rostro enojado me demuestra que ha estado acumulando mucha rabia dentro de él mismo, algo que me causa inseguridad al estar allí adentro de su habitación.
—Pero miren quien tenemos aqui —la sonrisa burlona de Hannah lo irrita aún más —. ¿Cómo has estado, cielo?
—Hannah…
—¿La conoces? —es la primera vez que suelta palabra, se muestra ante la tenue luz que hay en la habitación cuando abrí la puerta.
Ahora posee una barba, le queda bien, se ve sexy, pero esa sensualidad es opacada por las miles de emociones que destellan en sus ojos, y no precisamente son buenas.
—Creo, querida hermana, que será mejor reunir a los dos para tener lo que necesitamos —sugiere Hannah, yo no digo nada porque los ojos de él me penetran tratando de encontrar un asomo de arrepentimiento de mi parte o siquiera una basta explicación para entender que carajos hago aqui.
Los sometemos a ambos un tortuoso y lento interrogatorio, los trajimos a ambos a una habitación al lado de la oficina de Price, en este había una máquina de electroshock. Joe al ver esta máquina se comenzó a alterar de manera que me empezó a gustar su miedo hacia esa cosa. Tiene un punto débil.
Los amarramos a las sillas que había ahí, Spencer trata de luchar contra nosotras, pero es casi imposible teniendo en cuenta que sabemos usar un arma y que tenemos experiencia peleando contra tipos como él.
—¿En serio fuiste capaz de caer tan bajo? —me susurra.
—¿En serio creíste todo lo que te he dicho? —contraataqué, susurrándole al oído y mostrándole una sonrisa llena de soberbia.
—También te extrañamos, querido —Hannah lo irrita más de lo que ya está.
—Púdranse.
Mi hermana sonríe por la actitud de Spencer, algo que nos caracteriza a las tres, es que disfrutamos del sufrimiento ajeno, nos llena de vida ver como la gente siente odio hacia nosotras. En el caso de Hannah, le encanta cuando las personas la insultan porque no logran herirla a menos que encuentren insultos más originales; Heather es un caso diferente, ella disfruta del odio que la gente le demuestra para utilizarlos en su contra; y yo… Bueno, me gusta cuando la gente siente decepción, es algo que me llena de energía pura.
Nos dirigimos al viejo Pearlford, se ve demacrado, delgado y huele a casi muerto. Su rostro no muestra más que pura tristeza y angustia. Una pena total.
—Queremos respuestas Pearlford —sabe a lo que vinimos, nos mira con ojos intensos.
—¿Sobre qué?
—Sobre él, sabes a quién nos referimos.
—Lo único que sé de él, es que murió el año pasado en Carolina del Norte.
—Eso lo sabemos, pero tenemos la impresión de que, en realidad, no fue eso lo que sucedió realmente —le doy un pequeño codazo a Hannah para que baje la voz, Spencer está muy callado y sé que está escuchando la conversación.
Ella asiente con la cabeza dejando en claro que debo ir a distraerlo mientras ella le trata de sacar información al viejo. Me inclino frente a él, tiene la cabeza gacha, su cuerpo está tenso y puedo estar segura de que quiere matarme ahora mismo.
—¿Por qué? —aqui vamos.
—Por qué… ¿Qué?
—¿Por qué nunca me dijiste la verdad? —sus lágrimas de caimán me causan risa.