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C A P I T U L O 19

C A P I T U L O  19

"Decepciones"

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12 de Diciembre de 2021 

México, Campeche - 9:00 p.m.

Hannah Mitchels 

—¡¿Donde carajos estás ahora, Hannah?! —ruedo los ojos con hastío. 

Mi representante está al teléfono regañándome como si fuera una niña de quince años a la que tiene que cuidar. 

—Eso no es de tu incumbencia, por si no te diste cuenta —respondo mientras sigo eligiendo mi vestimenta para presentarme ante él y pedirle la ayuda que necesitamos en estos momentos —. No voy a volver a cantar, me tomaré un año sabático, así que puedes ir presentando la noticia. 

—¿Estás en problemas? 

La pregunta me inquieta, tomo el teléfono y lo acerco a mi boca para decir lo siguiente: 

—Más de lo que debería, déjame en paz —cuelgo sin dejar que objete, me miro al espejo. 

La rabia que siento en este momento por estar a punto de ser descubiertas, me da la sensación de que mi vida terminara pronto. Acudí a Craig para sentirme protegida y desaparecer con el cómo teníamos planeado hace años, pero todo esto surgió de repente. La policía ya está desmantelando la fundación poco a poco, nos están acorralando, ya tienen a Heather y solo es cuestión de tiempo para que nos atrapen a Michelle y a mí. 

Michelle prefirió quedarse en Egon para buscar la manera de arreglar todo, pero algo me dice que esa no fue la razón por la que se quedó. Ahora solo debo pensar en como voy a convencer a Craig para que nos ayude a arreglar todo. La muerte de Jordán solo trajo más problemas... 

—¡Mátame! ¡Mátenme las tres de una vez! —sus gritos y súplicas fueron como música para mis oídos en ese momento, nunca había apreciado tanto un recuerdo como ese. 

—¿Crees que dejaremos que mueras tan fácilmente? —mi sonrisa lo asusta, soy consciente de lo que más le teme. 

—Estas no son ustedes, por favor... —lo miro con notable fastidio al ver que sigue empeñado con el mismo asunto —. Aún tienen tiempo para arrepentirse... 

—Cariño, todo lo que hemos soñado, se ha hecho realidad —recalco —. ¿Querías que fuéramos felices en esa casa de mierda en la que vivíamos?, ¿Eso era felicidad, Jordán? 

Su silencio responde mi pregunta más de lo que él lo haría. 

—¿Quieres saber por qué deje que Craig hiciera lo que quisiera conmigo? —espera mi respuesta con curiosidad y melancolía barata —. Porque él me dio algo que jamás me darías cuando éramos unos adolescentes, y eso... Fue poder, riqueza y mucho sexo.

—Me das asco, Hannah Williams —su repudio solo me causa indiferencia. 

—Y tú me das lástima, Jordán Lee —el golpe que le di en la cabeza bastó para dejarlo inconsciente y así comenzar con la verdadera diversión. 

Las palabras de Jordán retumban en mi cabeza, ese hijo de puta se metió en mi cabeza para atormentarme una y otra vez desde el día en que apareció en aquella ceremonia. Saber que mi hermana está en la prisión por su culpa, aumenta la ira que siento por dentro, ¿cuando llegamos a esto?, no quería que nada de esto pasara y menos a mis hermanas... 

Tiro el teléfono hacia el espejo provocando que ambos se rompan y los trozos del espejo estén esparcidos en el suelo, camino sobre estos sin importar que me corte, me agacho para observar todo de cerca. Lo primero que veo es mi reflejo, pero detrás de mí, Jordán está mirándome a través de este, me sonríe con perversidad. 

—Hannah... —vuelvo la mirada a mis espaldas, no hay nadie —... Hannah... 

—¿Que quieres? —pregunto a su posible espíritu. 

—¿Que se siente volverse loca por el remordimiento? 

—¿De que hablas? Yo no siento nada de remordimiento por haberte matado —le muestro seguridad. 

—¿Estás segura? —un silencio extraño aparece en la conversación, camino hacia la sala del apartamento, no veo a nadie. Suspiro, hastiada de todo, intento regresar a mi habitación, pero soy detenida por la viva imagen de Jordán con su rostro lleno de sangre y una sonrisa parecida a la de nosotros —. ¿Acaso esa misma seguridad te sirvió para hacer que Craig parara mientras te abusaba?

Trago saliva, finjo que sus palabras no me afectan en nada. 

—No, porque jamás le dije que parara —si quiere jugar, pues vamos a jugar. 

—¿No recuerdas tus gritos?, tus llantos y lamentos ahogados mientras él te hacía lo más repugnante que a una niña se le podía haber hecho a esa edad.

Cierro los ojos.

No me afecta lo que diga. 

No me afecta lo que diga. 

No me afecta lo que diga...

—¿Te gusta, muñeca? 

—N-No... Por favor, ya no quiero... 

—Pero si apenas estamos entrando en calor.

—Quiero a mi papi... 

—Tu papi no vendrá a salvarte.




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