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ENTIDAD CLASIFICADA 001 : El Devorador reporte de amenaza

El devorador

Mi nombre es Isaac Lincoln y soy un investigador paranormal. Desde hace años, estoy recabando información y clasificando entidades que llegan a nuestro mundo por las famosas fallas dimensionales. Aparecieron durante la Gran Guerra y cada cierto tiempo vuelven a abrirse. Nadie entiende su funcionamiento o por qué están aquí.

Hoy, investigo los casos de desapariciones de miles de personas en un sector al que la gente llama Imposible. Entras y nunca sales, murmuran los que viven cerca. El máximo tiempo que pudo vivir alguien en ese lugar sin desaparecer fue de un año.

O eso pensaba, hasta que una fuente anónima me informó de una chica y su padre. Vivían en el corazón del bosque Imposible y se mantuvieron ahí por casi once años. Hasta que una redada acabó con su padre y ella comenzó a trabajar para la Organización. Hablé con ellos y, por medio de un soborno, me permitirán una entrevista con ella. Quiero saber qué fue lo que presenció en ese lugar y cómo pudo estar tanto tiempo ahí con vida. Pero sobre todo, si pudo ver al famoso devorador.

Llegué a las instalaciones y lo primero que noté fue el silencio. Nadie hablaba, ni siquiera me miraban a los ojos. Luego de la revisión, entré a la habitación. Ella ya me esperaba, sentada, su mirada en el suelo. Se veía pálida, con extrañas manchas en su piel, cabello largo. Levantó su mirada y me descolocó. No sé si era porque era la primera persona que me observaba directamente, o por su color. Jamás había visto ese color en nadie más.

—Hola soy…

—Isaac Lincoln, investigador paranormal —susurró ella, terminando la oración.

—Así es —murmuré, tomando asiento de forma nerviosa.

La observé y pensé: ¿Cómo pudo sobrevivir al famoso devorador? A mi parecer, era pequeña, delgada y tenía un toque de inocencia.

—¿Cómo te llamas? —pregunté con ánimo.

—Rose Smith —soltó ella con voz seca.

—¿Cuántos años tienes?

—Cumpliré cuarenta y seis años pronto —murmuró de forma seria.

No parece de esa edad. Yo no le daría más de veinticinco años.

—¿Tu padre era John Smith? ¿Dueño de la parcela 571 en el bosque Imposible? —pregunté, leyendo sus datos.

Ella volteó sus ojos con fastidio, soltando un resoplido de indignación.

—Mi papá murió hace mucho tiempo. ¿Qué quiere saber? —preguntó perdiendo la paciencia.

—De él nada. Quiero saber sobre un monstruo en específico… —solté, con voz nerviosa.

—¿Cuál de todos? ¿Del que vi cuando fui arrojada a la fosa Karonte? ¿O de los qué cazo todos los días? —preguntó con molestia y cierta ironía.

—Del devorador —murmuré de forma calmada.

La chica se tensó, al mismo tiempo que enderezó su espalda, como si su mente se pusiera inmediatamente en alerta.

—Vive en el bosque —balbuceó con la mirada perdida.

Como si en su mente, aún pudiera verlo. Aun así, decidí preguntarle.

—¿Lo vieron? Y si es así, ¿cómo salieron tú y tu padre con vida? —pregunté de forma inquisitoria.

Giró su cabeza y me observó. Tornó sus ojos y su cabello de un rojo intenso, al mismo tiempo, que un siseo se comenzaba a oír. Y detrás de ella, pude ver emerger una cola. La cual se movía de forma frenética hacia mi dirección. Jamás había visto algo así.

—No sé si quiero hablar de eso. Conozco muchos monstruos. Yo los capturo todo el tiempo. Además, como verá, yo soy uno también —exclamó molesta.

—Me encantaría charlar contigo de otros más adelante, pero por el momento, solo quiero conocer sobre el devorador. Hay muchos casos en la zona específica. Todos los años, la gente osada que entra ahí muere. ¿Quiero saber por qué tú no y qué sabes de él? —murmuré con voz entrecortada, sin perder la vista de su cola.

Comenzó a hablar como si aún pudiera revivir todo en su mente.

Llegamos al bosque, porque también oímos sobre las desapariciones. Mi papá ya no quería que la gente se expusiera. Así que compró las tierras bajo la ley única. Por lo que evitaba que se instalaran en el lugar.

Lo vimos por primera vez el primer invierno. Fue crudo. Nos mudamos en otoño y no tuvimos tiempo de plantar alimentos. No teníamos para comer, por lo que nos arriesgamos a salir de cacería por nuestro terreno. Pero tiempo después, también comenzamos a cazar fuera de este. Más allá de las montañas.

Nos íbamos tres, a veces cuatro días, y volvíamos a la cabaña con lo que cazábamos. Pero un día notamos que algo nos seguía desde la montaña. Fuimos sorprendidos por una tormenta de nieve y tuvimos que acampar a la orilla del lago congelado.

No recuerdo bien lo que pasó, pero tomé conciencia en mi sueño. Comencé a tener hambre, mucha hambre, y eso me enojaba. Abrí los ojos y vi a mi mamá parada en la entrada de la carpa improvisada. Nos observaba dormir. Pero había algo raro en ella. No solo era el hecho de que había fallecido cinco años atrás, sino también, sus ojos. Parecían vacíos. Y esa extraña sonrisa en su rostro, solo hizo que mi cuerpo se tensara y un escalofrío le recorriera. Luego escuché un disparo de escopeta que me ensordeció. Desperté por la mañana.

—¿Tu mamá? —pregunté, sacándola de su trance.

Ella me observó, se veía aterrada.

—Sí, mi mamá. Murió cinco años atrás —soltó ella, como suspiro.

A la mañana siguiente mi papá estaba extraño. Se veía asustado y él no le temía a nada. Nos apresuramos para llegar a la cabaña. Me dijo que ya no saldríamos de ella, que teníamos suficiente con el enorme cuadrúpedo que capturamos.

Estábamos llegando a ella cuando escuchamos detonaciones de armas a lo lejos y corrimos. Encontramos a un grupo de cazadores y… esa cosa que se veía como mi mamá. Sostenía a uno de ellos por el cuello.

—¿Sé veía como tu mamá? —pregunté, incrédulo de lo que oía.

—Sí, se veía como mi mamá, pero había cosas raras que no encajaban. Su piel parecía mezcla de animal y humana. Tenía garras enormes en lo que parecían ser manos y sus pies, se veían como los de un animal.




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