La noche había caído en la Organización y junto con ella, esa oscuridad tan familiar. Cotidiana, inevitable y tenebrosa. Chris ya tenía cuarenta años y de una forma u otra creía haber superado los sucesos que marcaron su infancia.
Y es que con el solo hecho de rememorar los hechos, hacía que su cuerpo se tensara.
—Obscurion —susurró él, aun con temor en las palabras.
Solo, en su habitación, se preparaba para dormir. La cálida luz de la lámpara de noche, junto con un incienso a punto de consumirse, lograban transformar el lugar en uno muy acogedor.
Desde la silla, al lado de su cama, revisó la habitación. Era una costumbre que tenía desde niño. Buscaba cualquier presencia extraña en recovecos oscuros de ella.
Respiró aliviado, no había nada. Así que, como todas las noches, inevitablemente, su mente volvió a recordarlo todo.
Él era pequeño, de unos tres años, cuando lo vio por primera vez. Estaba en su fría cama, su primera noche solo, lejos de su hermana Rose o sus papás.
Odiaba su celda. Odiaba la cama, le recordaba a cuando los científicos lo sujetaban a ella para tomar muestras. Pero sobretodo, odiaba estar solo.
Por el rabillo del ojo vio moverse algo.
—Es una sombra, tal vez un guardia —murmuró para sí, cubriendo su rostro con las mantas.
Bajo la protección de ella, que para él era más poderosa que un campo de fuerza, durmió.
Pero este sueño iba a ser uno particular. Despertó, pero sabía que aún dormía. Su celda se veía con un color azul índigo lúgubre. Todo se veía diferente, había puertas y ventanas que, estando despierto, no existían. Y entonces, el horror comenzó.
Varias manos oscuras salían de debajo de su cama y comenzaban a sujetar sus extremidades. Lo mantenían fijo en ella, mientras, a lo lejos, una sombra se acercaba lentamente.
Intentó gritar, pero singun sonido salía de su boca. Trató de zafarse, pero esas cosas eran más fuertes que él.
El maldito engendro se paró al lado de su cama. Se veía como una bruma enorme y espesa, no pareciendo sólida en su totalidad. Tenía unos ojos rojos que brillaban en la oscuridad del lugar. Sus extremidades tenían unas garras de varios centímetros de largo.
Y entonces atacó. Clavó las enormes uñas en sus ojos, arrancándolos de sus cuencas. Llegó a saborear y oler la sangre que brotaba insistente por los huecos ahora presentes en su rostro.
Es imposible, no tiene sentido. Si esto era un sueño. ¿Por qué dolían tanto? ¿Por qué se sentía tan real?
Despertó y esta vez de verdad. Chequeó sus ojos, estaban en su lugar, aunque dolían. Al intentar moverse, su cuello desató un hormigueo en su cuerpo, seguido de un dolor intenso que lo hizo gritar.
Los guardias llegaron y lo que vieron los sorprendió. Tenía una marca detrás de su cuello con forma de estrella.
Volvió al presente y posó su mano en el cuello. Dolía, pero ahora, era solo el recuerdo.
El sudor frío en su cuerpo lo incomodaba, por lo que prendió la luz.
“Solo un instante”, se prometió para sí.
Sabía que no atacaba cuando todo estaba iluminado. Se recostó en su cama, pero no podía dormir. Veía el techo y su mente volvió a rememorar.
Por varios días durmió con Rose, su hermana, ya que no le permitían ver a su mamá. Pero cuando ella fue enviada a una misión, debió hacerlo solo y él volvió a atacar.
Esta vez estaba en su cama y simplemente salió del rincón oscuro saltando sobre él. Comenzó a rasguñarlo con sus garras mientras él, con sus pequeños brazos, intentaba protegerse.
Su piel ardía con su contacto, al mismo tiempo, que un olor metálico inundaba la pequeña habitación. Su padre llegó y prendió la luz. Él aún seguía luchando con esa cosa cuando notó que la cama estaba mojada. Se había orinado, pero también, tenía marcas en sus brazos.
Solo su hermana le creyó cuando contó lo sucedido.
—No te preocupes, Chris —susurró cubriendo su pequeño cuerpo con las mantas—. Si ese feo monstruo viene, yo lo mataré —exclamó, dándole un beso en su frente.
"Ella siempre estuvo ahí para mi", pensó para sí, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro ya adulto. De pequeño, el dormir en su cama siempre era un bálsamo para su tormento. Como si su sola presencia fuera capaz de ahuyentar a esa misteriosa entidad.
Pero no siempre fue así. La última vez que recuerda haberlo visto aún era niño. Dormía en la misma cama con Rose, cuando tomó consciencia de que estaba soñando. Su hermana lo despertaba y salían juntos del laboratorio sin que nadie pudiera retenerlo. Es más, no había nadie a su alrededor y eso le encantaba.
Corrieron por el bosque circundante al laboratorio Eidon-7 cuando, a lo lejos, ambos lo vieron. Aunque esa cosa solo lo quería a él. Fue directo a atacar a Chris, rasgando su pecho con ferocidad. Como en ese misterioso video que los científicos lo obligaron a ver.
Gritó lleno de horror, por lo que Rose intercedió.
—Suéltalo —le gritó furiosa, mientras lo golpeaba con una roca cercana.
La entidad se asustó, parecía que en este sueño su víctima tenía protección. Olfateó a Rose y así como llegó se desvaneció.
Despertó aterrado. Miró a su alrededor, estaba en la celda de Rose. A su lado la vio dormir. Se recostó en la cama nuevamente e intentó relajarse, pero al levantar su camiseta, notó los zarpazos marcados en la piel de su pecho. Luego de esa noche no volvió a tocarlo jamás.
Tiempo después, ahora como cazador de entidades, se enteró de que muchos niños a lo largo de la historia habían soñado con él. Obscurion fue el nombre que le dieron. Se alimentaba de la corrupción de la luz, la pureza e inocencia de sus víctimas por medio de sus propios miedos.
Nunca entendió qué cambió ese día, pero no volvió a molestarlo. Respiró hondo, ya había pasado para él.
Un rato después, nuevamente, su espalda se tensó, al mismo tiempo que su comunicador sonó. Era Rose.
—Lamento la hora, pero necesito que vengas… Fui… fui atacada por el Obscurion —murmuró Rose desconcertada.
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Editado: 06.09.2025