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PROTOCOLO PSI 002 Trascripcion de grabación de hipnosis hecha a R07 por el doctor Chuck Simmons

Estaba sola, navegando un mar que parecía interminable. Era extraño, no recordaba cómo había llegado o siquiera en dónde estaba. A mi alrededor solo había un agua oscura y lúgubre que me generaba una mezcla de miedo, incertidumbre y desasosiego. El dolor de cabeza era terrible y, por más que intentaba buscar una salida, no la veía. Lo único que hacía mi estadía en ese pequeño bote era la cálida brisa que rodaba amorosamente mi piel. Miré al cielo y vi el sol. Se veía hermoso en ese cielo azul completamente despejado.

Cuando una pregunta inquietante pasó por mi mente. ¿Quién soy? Me inquieté y, cuando lo hice, el mar —tranquilo hasta ese momento— comenzó a agitarse. Aumentando su bravura más y más. Todo comenzó a moverse lento y en mis oídos solo se escuchaba mi respiración entrecortada y mi corazón. Latiendo descontrolado por el miedo.

Una voz lejana se escuchó. Era dulce y melodiosa. Me llamaba a seguirla.

—Despierta, pequeña. Sé que puedes hacerlo —susurró y sus palabras parecían surcar el viento aligerando el temor.

Y entonces me desperté. Primero la luz me cegó. Me tomó un par de minutos aclarar mi visión y, cuando lo hice, todo se veía extraño. No sabía en dónde estaba, tampoco qué era ese lugar. Solo vi junto a mí a una mujer. Era hermosa, pero se veía débil, enferma.

—Hola, dulzura. Despertaste —susurró dulcemente y por un instante mi corazón se detuvo.

Intenté hablar, pero solo chirridos y gemidos salían de mi boca. Aun así, entendía a la perfección lo que ella decía.

—Tranquila, hija —murmuró guiñando el ojo—. Soy tu mamá, Claire. Estás a salvo ahora.

Era extraño, sabía que me mentía. No obstante, decidí seguir el juego delante de los hombres que entraban por la puerta.

Dos señores con batas blancas y azules entraron y junto a ellos uno más. Rostro serio y rasgos curtidos. Piel muy blanca, cabello negro, lacio y ojos penetrantes. Me veía fijamente con una mezcla de curiosidad y desprecio.

—Hija, me alegro de que despertaras —murmuró rápidamente esquivando la mirada.

Mentía y lo sabía. Podía sentir algo que manaba de él, aunque no sabía cómo lo hacía.

Uno de los hombres con cabello canoso comenzó a levantar las sábanas que me cubrían. Por alguna razón me dio asco, por lo que cuando intentó tocar mi cuerpo, tomé su mano y la apreté con fuerza.

—Es fuerte —murmuró nervioso tratando de zafarse, pero no lo solté.

—Tranquila, mi amor. Ellos son doctores, vienen a ayudarte —murmuró tomando mi mano.

El toque se sintió tan bien que solté al otro sujeto solo por inercia. Por alguna extraña razón confiaba en ella, aunque no sabía por qué.

—Ella está muriendo —sonó en mi mente, asustándome.

Todos se tensaron sin saber el porqué de mi reacción. Esta vez el hombre, de forma más amable, me preguntó.

—¿Puedes entenderme? —preguntó mirándome a los ojos.

Lo observé con atención. No veía maldad en ellos, por lo que bajé mi guardia. Intenté responder, pero solo balbuceos salían de mi boca. Él solo sonrió.

—Tranquila, es normal después del daño que sufriste. Dime, ¿puedes entender lo que digo? —preguntó, tomando un objeto extraño de su bolsillo y poniéndolo delante de mis ojos. Parecía ser una linterna.

—Si entiendes mis palabras, asiente con la cabeza —murmuró haciendo el gesto.

Yo asentí de forma automática.

—Excelente. Eres un milagro. Recibiste un impacto de un objeto extraño aquí —exclamó señalando mi cabeza.

—Es gracioso —murmuró esa extraña voz en mi mente nuevamente, pero esta vez disimulé.

—No puedes hablar, ¿verdad? —preguntó revisando mi garganta y mi cuello.

Negué con la cabeza. No sabía cómo hacerlo en realidad.

—OK, Rose. Podrás irte con tus papás ahora que estás consciente, pero deberás volver si sucede algo extraño —murmuró apartándose de la cama.

—¿Qué? ¿Van a dejarla ir sin saber si no hay secuelas? —preguntó la mujer con indignación.

—No tienen ninguna secuela visible y además necesitamos la cama para otros pacientes —murmuró retirándose con el otro hombre joven.

Ahora solos, el hombre y la mujer se miraron.

—Malditos desgraciados —murmuró la mujer completamente decepcionada. Podía ver la decepción en sus ojos.

—Deberíamos dejarla aquí. Tal vez alguien venga por ella —murmuró el hombre viéndome con preocupación.

—¿A qué vendrán? ¿A rematarla? Es mi hija ahora —murmuró ella molesta tomando ropa cercana.

Se levantó con dificultad, mareándose en el intento. El hombre, preocupado, la sujetó con cariño. No sé qué irradiaban juntos, pero se sentía hermoso. Sonreí al verlos y la mujer, al verme, me devolvió la sonrisa.

—Estoy bien —susurró besando sus labios—. Llevemos a nuestra bebé a casa —murmuró con una sonrisa cómplice.

El hombre le sostuvo la mirada con sus ojos imperturbables, pero cuando ella sonrió, su coraza y fuerza parecieron desvanecerse. Asintió retirándose.
Ella volteó a verme y comenzó a ayudarme. Quitó mi bata y colocó ropa con tanto cariño que me sentí protegida. Tomé su mano con cariño y la besé sin saber porqué. Ella soltó una sonrisa, una hermosa que me hizo reír a mí también.

—¿Así que sí puedes sonreír, eh? —preguntó ella de forma pícara.

Sonreí nerviosa pensando que ni siquiera sabía quién era. Llamé su atención y me señalé con la mano. Ella pareció entenderlo a la primera.

—Tú eres mi hija, Rose. De ahora en más lo serás para el mundo —murmuró ella desconcertada.

Pero al escuchar sus palabras me petrifiqué. Nada tenía sentido. Mentía y podía sentirlo en cada fibra de mi ser.

—Ve con ella, es seguro —susurró esa voz nuevamente en mi cabeza.

Era peculiar. Esa voz parecía yo, pero yo ya podía escuchar mis pensamientos. Tenía dos voces y no sabía por qué sucedía. ¿Eso era normal? No lo sabía, así que confié en mi corazón y seguí su consejo.

Afuera, el hombre había aparcado un vehículo cerca de la puerta y la mujer, Claire, me llevaba en una especie de silla con ruedas. Aún no sabía cómo usar mis piernas. Quería desplazarme como ellos lo hacían, pero no entendía cómo.




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