Damián
No sé con exactitud el sentimiento que se transmitió desde mi cabeza a todo mi cuerpo cuando volví a ver a Rose.
No era ni sombra de la niña que me encantaba molestar cuando traía en sus brazos a su muñeca Lulú, había cambiado mucho, su mirada había cambiado demasiado.
Ya no era esa pequeña que yo podía hacer molestar por alzar mi brazo para no devolverle su muñeca, bueno no es como si estuviera de mi tamaño pero por lo que pude calcular esta a la altura del inicio de mis hombros aún así le saco una cabeza entera, siempre supe que iba a ser alta y linda pero me sorprendió verla.
Está simplemente hermosa, no podía negar eso, su cabello negro a mitad de espalda, sus ojos marrones qué se ponen de color amarillo cuando les pega fuertemente el sol y sus labios nada exagerados pero si lo suficientemente esponjosos para resaltar su cara.
Su cuerpo perfectamente simétrico para su estatura y su mirada, en la mirada de Rose ya no estaba esa niña ingenua que lloraba si yo la molestaba demasiado, se reflejaba su odio, mismo odio que tengo yo hacía ella desde aquel día.
Pero estaba de vuelta, por mi mente habían pasado muchas cosas de como seria cuando la volviera a ver y fue exactamente como lo imagine.
No sentí nada.
Bueno ya debía aterrizar y pensar bien en lo que se vendría, había escuchado muchas cosas de Rose.
Su madre y su padre seguían juntos, ella estaba entrenando voleibol, su hermano entrenaba basquetbol y bueno ella se graduaba este año yo ya estaba en la universidad haciendo una carrera.
Era lo único que sabía hasta ahora, siempre es bueno informarse de la persona con la que se podría desarrollar una guerra.
—¿Desde cuando el hermano de esa chica y tu se llevan?– le pregunté a David
—Estudiamos juntos, desde que me trasladaron–dijo comiendo un chocolate–Su hermana es muy bonita ¿no crees?
Claro que lo creo, pero solo es eso una cara bonita.
—Ujum–me límite a decir
—¿No se llevan bien?–volvió a preguntar
—No la conozco muy bien David y tu tampoco deberías
—¿Por qué lo dices?
—Termina de comer tu chocolate ¿Quieres?
David me miró de forma extraña y asintió comiéndose el chocolate, estábamos solo nosotros dos, mi madre tenía que trabajar mucho y la mayoría del tiempo la pasábamos solos en casa.
El trabajo de mi madre era de doctora, aunque ganaba muy bien la mayor parte del tiempo no estaba con nosotros así que yo era el adulto responsable por así decirlo.
Me encargaba de mi hermano la mayoría del tiempo, sus tareas, sus prácticas de basquetbol, su colegio, su comida y sobre todo mantener la casa siempre ordenada.
Si había algo que odiaba demasiado aparte de De Lune era el desorden, no lo soportaba, no nos llevábamos bien, supongo que de eso se encargo mi madre cuando yo estaba pequeño.
Ya sabes eso de, no dejes tu ropa hay, las cosas van en su sitio, si agarras algo de la cocina lo pones de nuevo en la cocina y esas cosas.
Llamada entrante de mamá
—Hola mi cielo, ¿que tal todo? ¿terminaron la mudanza?
—Si, ya David ceno, ahora se va a ir a dormir ¿y tú? ¿has comido algo?
—Si mi cielo no te preocupes, te agradezco mucho que cuides de tu hermano no se que haría sin ti Dam.
Dam, joder ese apodo me removia hasta el alma.
—No te preocupes madre, te ayudo en lo que puedo, no tuve un día muy agradable voy a ir a dormir, nos vemos mañana
—Ok mi cielo, descansen, mamá los ama
—Nosotros a ti
Termine la llamada, me levanté de la mesa a lavar los platos que estaban sucios, organizar la cocina y esas cosas, al terminar acosté a David y espere pacientemente a que se quedara completamente dormido, fui a mi habitación y me recosté sobre un mueble que no se quien tuvo la maravillosa de idea de ponerlo hay.
En mi cuarto había una ventana que apuntaba directamente a la casa de la familia De Lune, lo cual era bastante molesto, porque mientras habría la ventana para que él humo del cigarro saliera podía ver como Rose danzaba de un lado a otro semi desnuda.
¿Por qué usaba esos shorts tan cortos? Bueno no se a mi que me importa.
Entre más rápido botaba el humo del cigarrillo más mi mente traía pensamientos que simplemente eran ridículos.
—¿Por qué te gusta tanto molestarme Damián?–me preguntó Rose mientras acomodaba su pelo por la sacudida qué le había dado
—Es divertido, ver tu cara de "Ya Damián déjame en paz"
—Osea, ¿Lo haces a propósito?
—Es posible
—Pues eres un ridículo sin oficio
—Y tú una llorona
—Cállate
—Callame tú
Rose movió los ojos y se aferro aun más a su muñeca Lulú.
—Tengo un regalo para ti–dije mirándola
—¿Si?–preguntó con cierto tono de emoción–¿Que es?
—Acompáñame–dije levantándome
Ella se levantó para caminar conmigo pero la tome rápidamente del brazo.
—Así no–le indique–dame tu mano
—¿Mi mano? ¿Para caminar juntos hasta allá?
—Si Rose, tu mano para caminar hacia el regalo
—Ok, pero no te entiendo Damian, me molestas hasta hacerme enojar y después quieres darme la mano, enserió estas mal
—Es posible–dije entre risas–vamos
Rose tomo mi mano y corrimos a la casita de juguetes, nadie que no fuera Rose y yo entraba a esa casa, no solo por que era lo suficientemente pequeña para nosotros dos, si no porque era como nuestro rincón secreto.
—Cierra los ojos–le indique–toma–dije sacando una cadena de mi bolsillo
—¡Dios mío Damián! Es hermosa, ¿Podrías colocarmela?
—Claro, acércate
Coloque la cadena alrededor de su cuello, obvio ¿Dónde más?, ella tomó el dije entres sus dedos y lo beso con sus diminutos labios.
—Gracias–dijo abrazándome
Mientras lo hacía cerró sus ojos, Rose siempre decía que le gustaba mucho la estrella fugaz y que siempre que veía pasar una le pedía en un deseo que nunca me alejara de ella.
Editado: 25.11.2025