Carrie nunca había sentido algo especial por ningún muchacho. Le habían empezado a gustar desde los doce años, pero jamás había llegado a tener un noviazgo, o alguna clase de relación que se le pareciera. Siempre le habían llamado la atención los muchachos de piel bronceada y cabello oscuro. Le parecía que los rubios de ojos claros y piel supremamente blanca carecían de atractivo, y desafortunadamente era lo que más abundaba a su alrededor. Sabía que con diez y seis años se acercaba la hora de terminar con lo que consideraba como una prolongada sequía en el campo afectivo, ¿y qué mejor manera de hacerlo sino mediante la conquista del muchacho del sweater rojo?
–Llámame cuando llegues a casa –le dijo Sharon al mismo tiempo que acomodaba su morral tras su espalda y se alejaba de los casilleros. Se quedó mirando a su amiga de cabello largo y castaño. No entendía por qué su novio la había dejado por otra. Era lo suficientemente atractiva, con sus grandes ojos azules, su largo cabello castaño y su sonrisa de ensueño, además de tener uno de los mejores cuerpos de la escuela. Afortunadamente Sharon no lo había tomado del todo mal: había sucedido escasos dos semanas atrás, pero su malestar no había durado más de tres días. Ahora podía verla nuevamente mostrando su espectacular sonrisa y riendo como siempre lo había hecho. Sería mucho mejor tenerla de buen ánimo si pensaba contarle acerca del estudiante que la había dejado gratamente impresionada. Tendría que esperar a llegar a casa para llamarla y contarle todo lo que deseaba.
–Hola, Carrie –el saludo de Julie la tomó por sorpresa. Se encontraba sentada en una de las bancas de los corredores de la escuela esperando a que fueran las tres y media para salir al estacionamiento y tomar su lección de conducción con Mr. Smith.
–¿No tomaste el autobús a casa?
–No, me voy a ver con Greg, él me llevará después en su camioneta.
–¿Te gusta él?
–No está mal… Solo vamos a estar un rato por ahí…
Carrie sabía que Greg no podía ser una buena compañía para su amiga. Lo conocía desde pequeño, habían ido juntos a le escuela primaria y aunque en un principio podría haber sido considerado un buen niño, con el pasar de los años su comportamiento había empezado a cambiar. No solamente se trataba del uso de drogas ilícitas. Algunos decían que también estaba comerciando con estas. No era algo totalmente confirmado, pero los rumores eran cada vez mayores.
–Deberías tener cuidado, no es muy bueno lo que dicen de él.
Julie blanqueó los ojos antes de hablar.
–No me importa lo que digan los demás, él es bueno conmigo y eso es lo que importa.
Carrie pensó que estaba tratando con la más estúpida de todas, pero sabía que en el fondo la rubia era lo suficientemente agradable para aceptarla como amiga.
–¿Te puedo preguntar algo?
–Pregunta lo que quieras, pero rápido, ya debo irme a encontrarme con Greg.
–¿Estás probando las drogas con él?
Carrie pudo notar la manera como el color rojo invadía las mejillas de su amiga. Se demoró en contestar unos instantes, y antes de hacerlo, no dudó en torcer los labios.
–¿Quién no las ha probado? Es casi lo mismo que el licor.
–Supongo que eso quiere decir que sí…
–Algún día lo vas a entender, ahora tengo que marcharme.
La atractiva rubia se alejó a paso acelerado. Sería una lástima que cayera en ese mundo, pensó Carrie. Era consciente de lo dicho por ella. Muchos las habían probado, pero era muy diferente andar con sujetos como Greg a haber tenido la curiosidad de probar algo en una fiesta. Si su amiga continuaba por ese camino, algo que todavía faltaba por confirmar, solo quedarían dos caminos: alejarse de ella o tratar de ayudarla.
Llegó a casa a las cinco de la tarde, después de que fuera el mismo Mr. Smith el que la dejara en frente a la puerta. La lección había ido bien y si todo seguía según lo planeado, con algunas lecciones más obtendría su licencia de aprendiz. Se despojó de su chaqueta y sus sandalias y se sirvió un vaso de jugo de manzana antes de saludar a su mamá, quien se encontraba en la sala principal leyendo un pequeño libro. Subió a su habitación y no tardó en estirarse sobre la cama y agarrar el teléfono.
–¡No te imaginas a mi compañero de clase de inglés! –fue lo primero que le dijo a Sharon cuando esta contestó la llamada.
–¿Y ahora de quién se trata?
–Hablas como si hubiera tenido cien, y ya sabes que nunca he tenido un novio –le recriminó a su mejor amiga.
–Solo te estoy molestando… Cuéntamelo todo –el tono de Sharon sonaba amable y curioso.
–Ni siquiera sé cómo se llama, pero es lo más bonito que hay en el mundo… Bueno, tal vez no lo más bonito, pero sí te puedo decir que está demasiado bien.
–Y no sabes cómo se llama…
–Ni idea, pero creo que es el estudiante de intercambio de Latinoamérica.
–Entonces me estás hablando de Santiago…
–¿Lo conoces? –preguntó una sorprendida Carrie.