Arenas Blancas

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Se sintió en uno de los mejores momentos desde su llegada a ese país. No podía negar las experiencias agradables, e inclusive emocionantes, vividas hasta el momento; pero reconoció que su próxima salida con Carrie era lo mejor que le había sucedido hasta ese momento. Era consciente de haber sido ella la que lo había hecho todo: la que se había acercado, le había hablado y lo había invitado a salir. Nunca hubiese podido ver algo lejanamente parecido en su país, en donde las muchachas de su edad, influenciadas por la cultura y los prejuicios, lo pensaban dos y hasta tres veces antes de tomar un teléfono y llamar a sus novios. Pero no estaba en su país, y por lo menos en ese aspecto, podía reconocer que era una enorme ventaja el tratar con las muchachas norteamericanas. Si todo llegaba a salir como deseaba, estaría ad-portas de iniciar lo que fácilmente se podría calificar como su primer noviazgo. No contaban aquellas experiencias anteriores, vividas tanto en su país de origen, como en los encuentros de estudiantes de intercambio realizados pocos meses atrás. Pequeñas aventuras que habían nacido gracias a la camaradería del momento. Había besado por primera vez, pocas semanas antes de abandonar su país, a una muchacha de quince años mientras disfrutaban de una película en el cine. Pero en realidad no había pasado de ser un tímido pico en los labios, el cual no había durado más de dos segundos. Después, participando de aquellos encuentros de estudiantes internacionales del estado de Nueva Jersey, habían aparecido Jessica y Rina, con quienes aprendió a practicar lo que los norteamericanos llamaban <<french kiss>>. Sin embargo, los fugaces encuentros, los cuales no habían superado la suma de un par de días, nunca llegaron a consolidarse, ni siquiera como el intento de una pasajera relación, consecuencia de la distancia y las dificultades de comunicación. Pero ahora, viendo las claras diferencias, supo que todo podría llegar a ser diferente. Carrie vivía en su misma área, asistía a la misma escuela, y por lo menos tendrían tres meses para disfrutar en caso de que una relación naciera a partir de esa primera cita.

Aquella mañana, al descender del autobús de la escuela, tuvo la agradable sorpresa de encontrarla parada unos metros más adelante. Era evidente que lo estaba esperando. Llevaba una minifalda de jean, una blusa de manga corta blanca y unas sandalias planas del mismo color. Quedó impresionado por lo bien formadas que tenía las piernas. Era evidente la falta de un bronceado, dado el prolongado invierno que acababan de dejar atrás, pero esto no les restaba belleza y de alguna forma lograba que contrastaran mejor con el color de su falda.

–Hola, Santiago, ¿tuviste una buena noche? –su tono era alegre y su rostro dejaba ver claramente la emoción que sentía.

–Hola, sí, muy bien. ¿Qué tal la tuya? –sabía que no estaba siendo lo suficientemente expresivo, pero supuso que eso se daría con el paso de los días.

–¡Perfecta! Escucha, hablé con mi mamá y me dijo que nos podría llevar a donde queramos, pero que tendrá que ser después de las ocho… –torció la comisura de los labios–. Pero acabo de hablar con Lisa, la novia de Anthony Pusatelli y me dice que podemos hacer una cita doble, que podrían recogernos a las siete.

Era más que evidente la efectividad de aquella muchacha. No solamente estaba mostrando un claro interés en él, también se estaba ocupando de organizar toda la logística.

–Me parece bien, hagámoslo como tú quieras.

–Eso es precisamente lo que te quería decir, que tú decidieras –dijo ella mientras caminaban hacia la entrada principal del edificio de la escuela.

Si esperaban a la mamá de Carrie, perderían una hora, pero tendrían más privacidad, lo que podría llegar a convertirse en algo a favor, o algo en contra. Apenas la empezaba a conocer y en realidad no sabía cómo podrían llegar a desarrollarse las cosas estando los dos solos. Se sentía tan novato en esa clase de asuntos, que sabía que probablemente no tendría la seguridad suficiente para asegurar que las cosas pudieran salir bien. Si escogía la opción de Anthony y su novia, corría el riesgo de que los tres norteamericanos se enfrascaran en el tipo de conversación de la que él podría llegar a quedar excluido. Iniciarían la velada una hora antes, lo que se traducía en una ventaja, pero así mismo tendría que depender en cierta manera de los gustos y las decisiones del dueño del automóvil en que se estarían movilizando. Decidió que lo mejor sería dejar que ella tomara la decisión.

–Tú conoces mejor cómo son las cosas por estos lados, yo creo que es mejor que decidas tú.

Carrie tardó unos instantes en contestar; parecía estar sopesando los pros y los contras de las dos posibilidades.

–Me gustaría más que estuviéramos los dos solos, si a ti te parece…

–Perfecto, entonces que sea tu mamá la que nos lleve… ¿Pero a dónde quieres ir? –la pregunta solo confirmaba la ignorancia de Santiago en cuanto a actividades sociales se refería.

–Podemos ir a cine y después podríamos comernos una pizza o algo así –dijo ella cuando les faltaban pocos metros para llegar a la puerta de la escuela.

–Eso suena bien –Santiago no pudo evitar mostrar la emoción que sentía. Antes de despedirse intercambiaron números telefónicos y Carrie escribió en uno de sus cuadernos la dirección de su domicilio, lugar en el que lo estaría recogiendo algunos minutos después de las ocho de la noche. El resto del día, influenciado psicológicamente por la emoción que sentía, transcurrió mucho más lento de lo que hubiera deseado. No se cruzó con ella durante ninguno de los recesos, pero cuando caminaba hacia las canchas de tennis para confrontar a los estudiantes de Vorhees, la vio de lejos, podría estar a unos cien metros de distancia, llevaba sus sandalias en la mano, y parecía dirigirse a su lección de conducción. Justo en aquel momento ella volteó a mirar y levantó su mano a manera de saludo, gesto que fue imitado por él. Sintió que un baño de energía positiva invadía todo su cuerpo, sensación que le ayudó a vencer a su oponente por 6 – 4 y 6 – 2 en lo que terminó siendo un contundente triunfo por parte del equipo de North Hunterdon High School. Ahora solo faltaba llegar a casa, darse una ducha, ponerse la ropa que habría de lucir esa noche y esperar que ella lo recogiera.




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