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Luego de esconder en la espesura del bosque de pinos los restos de los dos licántropos, los marginales, con Branko el Sanguinario a la cabeza, entraron por fin a las tierras prohibidas de Lykantrópolis; prohibidas desde la creación misma del mundo y sus razas, y prohibidas especialmente por el Pacto de los Dioses, tal y como reza en forma de "cartel de bienvenida" un extracto del mismo sobre cada puerta, o puente, de entrada y salida entre los límites de las tierras de Ares: Usque in aeternum, y mientras este mundo exista como tal, ninguna raza de las que hemos creado para que lo ocupen y moren en él en perfecto equilibrio, osará nunca jamás adueñarse de territorios ajenos o que no le correspondan según su raza, repartidos por nosotros los Dioses creadores de todo, según nuestro designio, ha de cumplirse...
Lo de vivir en paz, armonía o equilibrio, era una perfecta utopía, pero hasta el momento los límites territoriales se habían respetado a rajatabla. Hasta que esta inclusión clandestina tuvo lugar, por supuesto.
Una vez que el grupo de usurpadores anduvo unos dos kilómetros dentro de terreno prohibido para sus pies, se topó con la primer aldea de licántropos. Una pequeña comunidad de unas quince familias dedicadas a la cría de animales de granja. Una actividad muy extendida entre los licántropos ya que es su primer fuente de alimentación. Si bien existe como actividad la caza de animales salvajes, la mayoría lo practica por placer y por conexión a su habitad y a su propia naturaleza. Excepto los perros solitarios, ellos cazan furtivamente por necesidad e incluso asesinan a los de su propia especie para alimentarse de ellos; así como han perdido la capacidad de convertirse en humanos, también han perdido la capacidad de empatía y raciocinio, y solo les han quedado sus instintos de supervivencia más salvajes.
Branko se paró en seco a unos cien metros de la entrada a la aldea. Se giró sobre sus talones y encaró a su banda de marginales. Todos sin excepción, mostraban los ojos inyectados y de sus bocas asomaban putrefactos colmillos ávidos de sangre junto con hilillos de una viscosa baba oscura. Algunos tenían faltos gajos de piel en sus rostros, pústulas adornando sus facciones arrugadas y secas como pergaminos de cuero macilento y viejo. Era los análogos vampiros a los perros solitarios. Tampoco podían ya convertirse en humanos "normales" y sus cuerpos mostraban en su asquerosa y demacrada fisionomía, su falta de alimentación y sus infecciones incurables a flor de piel. Lo único que todavía conservaban a un bajo nivel era un dejo de consciencia que los ayudaba a organizarse cuando querían atacar en manada o cuando les tocaba esconderse en cuevas o en cualquier lugar oscuro que encontrasen para resguardarse del solo diurno. Algunos incluso mostraban algunas chispas de lucidez todavía como la de haber contratado a un upir para que los guiara en una peligrosa empresa como la que llevaban a cabo en ese momento.
—Debemos organizar un plan de ataque aplastante, estas aldeas también tienen campanas de alerta, si llegaran a tocarla podríamos tener problemas con alguna patrulla de lobos que anduviese cerca —dijo Branko a su segundo al mando, un tal Jahym, y quien lo había contratado en nombre de todos.
—Muy bien, señor Branko, tiene usted mucha razón, ¿cuál sería nuestra mejor oportunidad?
—No debe haber más de doce o quince casas a lo sumo, según se puede ver desde acá. Uno de ustedes se quedará de guardia en la campana, allí, a la derecha de la entrada, no debe llegar ni un solo lobo a ella. Estas bestias peludas suelen dormir de noche y en forma humana, los asquerosos son tan obsecuentes con los humanos que hasta han tomado sus costumbres de vida diurna como parte de su naturaleza. Ahí tenemos nuestra ventaja. Los encontraremos durmiendo, no tengo dudas. Si logramos atacar cada casa de a tres o cuatro, y si desgarramos sus gargantas en silencio y a la velocidad del rayo, en pocos minutos habremos tomado esta fétida perrera. —Branko se aclaró la garganta y en un tono más serio aún dio su última indicación—. Y, si llegaran a encontrar humanos en alguna de las casas, suele ser fieles sirvientes de estos perros, NO los maten, drenen lo suficiente hasta desmayarlos, nos serán de mucha ayuda, o de alimento en el mejor de los casos.
—Bien, ya escucharon al Sanguinario, ¡avancen! —gritó Jahym en un tono bajo pero firme mirando de frente a sus lacayos.
El Sanguinario metamorfoseó su figura mientras avanzaba hacia la aldea con su séquito, ya no necesitaría parecerse a un asqueroso marginal así que se transformó en segundos en un fuerte vampiro de piel áspera y grisácea. En su boca aparecieron dos filas de colmillos superiores e inferiores, más grandes, numerosos y puntiagudos, que los de sus contratantes. Allí se notaba la gran diferencia en la alimentación y genética entre los upirs y los enjutos marginales.
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