Ares, mundo salvaje

PACTO DE LOS DIOSES

3

En la entrada de la aldea había un arco de unos cuatro metros de altura, de madera, con el nombre del lugar inscripto en su parte más alta: Dunkll, sean bienvenidos. Las casas eran en su mayoría circulares con paredes de adobe y techos de paja, como suelen ser en general las construcciones de los licántropos, excepto algún que otro galpón de madera que podía ser rectangular también, pero éstos se reservaban para animales de granja o para herramientas de labranza. O ambos. En el centro de la villa había una gran fuente llena de agua y con un profundo aljibe en el centro de donde se extraía y acumulaba agua para uso común.

No se veían velas ni candelabros encendidos en ninguna de las casas. La noche era muy oscura. Ninguna de las dos pequeñas lunas de Ares iluminaba demasiado sus noches. Como criaturas de la noche, los vampiros en general, tenían muy buena visión nocturna, hasta la más mínima alimaña la hubieran notado a metros de distancia. No había reflejos de luz en las pequeñas ventanas de las casas, ni entre sus callecitas de ripio resplandecía ninguna antorcha de algún paseador nocturno. Los licántropos, tenían también muy buena vista de noche, pero no tanto como los vampiros, preferían andar, si era posible, con iluminación externa, ya sea de una antorcha, vela o de un reflector de aceite.

Un marginal se quedó custodiando la campana de alerta tal como lo habían planeado. Branko, confiado de su superioridad y fuerza se alió con un solo marginal y se aproximaron a la primera casa más cercana al arco de entrada. Los demás se armaron en grupos de a tres y se acercaron a las siguientes nueve casas. En total tenían diez casas cubiertas, listos para entrar y atacar en masa y en silencio. Para la segunda ronda de ataques, solo quedarían cuatro casas más, serían fácilmente reducidas incluso si a algún licántropo se le ocurriera convertirse e intentar defenderse, los marginales los superaban en número. Un lobo era un rival nada despreciable, su tamaño, velocidad, fuerza y ferocidad de ataque, son cosa seria. Quizás habría, de seguro, algunas bajas entre los marginales. Branko lo había pensado como una posibilidad muy real. Pero poco le importaba.

A la señal de Branko, todos ingresaron al unísono en las casas. Las puertas estaban abiertas, siempre lo estaban, o algunas ni siquiera tenían puertas, sino cortinas de caña y paja colgando en las entradas.

Branko y su compañero Jahym ingresaron en la casa. Desde la puerta escuchaban roncar a sus ocupantes. Contaron dos tipos de ronquidos fuertes diferentes, y al menos una respiración más, superficial. Un humano.

La vivienda era una habitación circular y bastante amplia, unos seis metros de diámetro calculó Branko en la oscuridad. Frente a la puerta de entrada, sobre el suelo de tierra, se veían a un lado tres montículos de paja con forma de cama, y al otro lado una mesa de madera con cuatro sillas y un mueble alto y semicircular, siguiendo la forma de la pared donde estaba apoyado. Frente a la mesa había un hogar a leña recubierto de piedra y apagado. Branko reconoció enseguida el lecho del humano, era más pequeño, respiraba superficialmente y su corazón latía a ritmo suave y moderado. Podía escucharlo. En cambio en los otros dos cuerpos la respiración era fuerte, profunda y ruidosa. Sus latidos sonaban como un tren a vapor cuando empieza su marcha. Los dos lobos dormían plácidamente en forma humana. Mejor, se dijo Branko, es mas fácil matarlos así.

Branko levantó la mano y le señalo al marginal la cama del humano, dándole a entender que se ocupara de él. Mientras, Branko se acercó a la cabecera de uno de los lobos. Roncaba tan profundamente que estaba seguro que podría matarlo dos veces antes de que se diera cuenta. El olor penetrante a pelaje húmedo y mohoso, a pesar de estar en forma humana, no se les iba nunca. Era una de las cosas que él más odiaba de los licántropos, su asqueroso olor a perro bañado en estiércol.

En un rápido movimiento, Branko abrió grande su boca y se tiró a la garganta del licántropo desgarrándole profundamente la carne y tráquea en un instante. Todo se tiñó en un segundo de espesa y roja sangre y empezó a salpicar para todos lados, manchando incluso la cara de Branko. El miserable lobo llegó a abrir muy grande sus ojos, pero solo para ver como se le escapaba la vida a través de su garganta desollada. Con satisfacción, y los ojos en blanco, Branko se lamió el rostro manchado de sangre. Le llegaron incontables punzadas de placer y de poder. La sangre de licántropo, incluso en pequeñas dosis, era un goce excelso, estimulante. Y, una vez se probaba, uno siempre quería más.

Al tiempo que Branko desgarraba la garganta del licántropo, Jahym cubría con su mano la boca del humano, que al final resultó ser una humana, y le clavaba sus amarillentos colmillos con extremo cuidado y pericia, algo que los marginales no hacían muy a menudo pero que ahora debía intentar, buscando la yugular para drenar lo suficiente como para desmayarla, tal y como le habían ordenado. La humana ni siquiera llegó a abrir los ojos antes de desmayarse. La succión del marginal había sido rápida, medida y eficiente.

En un segundo movimiento sobrenaturalmente veloz, Branko se giró y se aproximó a la cabecera del licántropo restante. Aquel, por instinto o por un sexto sentido (¿cuantos sentidos tiene un hombre lobo?...), había abierto los ojos y había comenzado a transformarse en lobo. Pero la rapidez de Branko fue tal, que a mitad de la metamorfosis era tarde, ya le había desgarrado totalmente la garganta. La sangre del licántropo fluía como un manantial de su cuello. Por otro lado el marginal, que había terminado con su presa humana, se disponía a ayudar a su líder agarrando al lobo por las piernas que quedaron a medio transformar. Increíblemente el licántropo murió a media mutación. Su cabeza se había estirado pero no llegó a formar el hocico completo, sus piernas se habían agrandado pero desde la mitad hacia abajo todavía eran de humano, los brazos igual, las garras y el antebrazo se habían formado pero en el brazo aún se notaba un bíceps humano. Los dos vampiros se quedaron un minuto mirando esa rareza. Nunca se hubieran imaginado que podía pasar algo así. Siempre los habían visto ya sea como humanos, ya sea como lobos, pero nunca a medio camino.



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En el texto hay: brujas, vampiro vs hombrelobo, batallas epicas divinidades

Editado: 31.01.2023

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