Ares, mundo salvaje

PACTO DE LOS DIOSES

4

Vania corría como alma que lleva el demonio. Su perseguidor estaba cerca, calculaba que a no más de sesenta u ochenta metros tras ella.

Conocía muy bien el viejo monte de alerces. Allí iba a diario a recoger leña para su protector. Recordaba que en un claro del monte había un gran hoyo medio tapado por ramas y hojas secas y resguardado a la sombra de una enorme raíz antaño arrancada del suelo, de un viejo alerce caído. Su único pensamiento era llegar a ese pozo y escabullirse en él rogando que quien la perseguía, le pareció que podría ser un marginal, no la encontrara. Ningún otro humano atacaría una aldea de licántropos. Por eso su loco pensamiento le sugería un ataque de vampiros, algo sin precedentes, pero evidentemente posible.

Vania reconocería a un vampiro marginal a la distancia, había pasado gran parte de su niñez como esclava de sangre, en una “jaula de menores”, lidiando con ellos. Aunque no le cabía en la cabeza como podía ser posible que un grupo de vampiros, y menos los marginales que eran la clase más baja, débil y repugnante entre ellos, hubiera tenido la osadía de romper el pacto de los Dioses entrando y masacrando así una aldea de licántropos, en su propio territorio.

Más adelante divisó apenas una gran sombra en el camino, el alerce caído. Llegó hasta el borde del pozo formado por la huella de la raíz y se lanzó de cabeza en él sin pensarlo dos veces. Unas cuantas ramas y hojas amortiguaron el golpe, pero igual recibió varias magulladuras y cortes superficiales. El pozo era profundo. Vania sintió que podía escarbar un poco y llegaría más abajo, logrando esconder así su cuerpo y su olor incluso. A pesar de ser un monte en su mayoría seco ya, el olor a pinotea inundaba el ambiente y era tan fuerte que casi no se diferenciaba otro olor que no fuera el de resina de pino. Escarbó rápidamente entre las ramas y hojas y logro bajar hasta un punto en que tocó tierra húmeda, más profundo no iba a llegar. Se tapó con la misma tierra, hojas y ramas que encontró a su alrededor y se quedó inmóvil, con las manos en la boca, esperando su suerte.

El marginal corría tras las huellas de la humana que había escapado, tenía pelo largo notó, por eso le pareció que su presa sería una humana hembra. Seguía el olor a transpiración y los ruidosos pasos de su víctima a una distancia más grande de lo que le hubiera gustado. De pronto el olor de la humana se confundió con un acérrimo olor a pinotea, había entrado en el monte de alerces y eso le tapaba por completo el olor de su presa. Pero aún escuchaba sus acelerados pasos rompiendo ramas y hojas secas en su carrera. Seguía persiguiéndola guiado por el ruido, le pareció que ya no estaba tan lejos. De pronto comenzó a escuchar otro ruido, más lejano, que se entremezclaba con los pasos de su presa. ¿Sería otro humano escapando?, pensó el marginal. No le dio importancia. Su deber era recuperar a esa humana, sentía que estaba muy cerca ya de atraparla. Casi volvía a sentir el olor a transpiración de ella. Adelante vio como se elevaba del piso una enorme raíz de un árbol caído. Se frenó a unos metros de ella y olfateó el aire. Ya no escuchaba los pasos de la humana, aunque seguía escuchando a lo lejos ese ruido como de algo que se acercaba también a la carrera. Pensó que si era otro humano que escapaba quizás haría un dos por uno. Su presa tenía prioridad, pero no era una mala idea llevar dos al precio de una.

Ese pozo al pie del árbol caído era sospechoso. El marginal intuyó que sería un buen lugar para esconderse, por supuesto. Tenía que revisarlo antes de seguir. Se acercó y comenzó a correr hojas, ramas y piedras buscando desde el borde del pozo hacia el centro, tenía tiempo además, no podía volver con las manos vacías después de haber abandonado a su suerte al líder de la misión justo cuando iba a enfrentarse a un feroz y enojado lobo. Su acto de cobardía, si volvía con la humana capturada o mejor, con dos humanos capturados (los ruidos de una alocada carrera agreste, seguían acercándose a él), sería olvidado e incluso lo felicitarían.

Mientras el marginal revisaba el pozo y sin saberlo de a poco se acercaba a su objetivo, la carrera que se escuchaba a la distancia cesó de golpe. Se escuchó luego un fuerte y seco golpe, como si una piedra cayera sobre un tronco, y la raíz caída que se elevaba frente al marginal comenzó a temblar, se movía como si alguien la sacudiera agarrándola desde el tronco. El marginal se paró y se quedó mirando como la enorme raíz vibraba adelante suyo, sin entender por qué. Las vibraciones aumentaban al ritmo que un estruendoso sonido como de cascos de centauro al galope fueran, volvía a acercarse. El marginal dio uno, dos pasos hacia atrás, abrió mucho los ojos para enfocar mejor en su derredor. Un poco el miedo y otro poco la precaución, le gritaron a su cerebro primitivo que saliera corriendo de allí, pero la curiosidad lo mantenía al borde del pozo mirando hipnotizado hacia arriba. Hasta que al fin lo vio.

Por arriba de la gigantesca raíz, apareció saltando por el aire un enorme, salvaje y oscuro perro solitario. El marginal no tuvo tiempo ni de asustarse. La feroz bestia saltó a la cabeza del vampiro con sus fauces abiertas de par en par. Su tamaño doblaba al menos el de un lobo común. Sus fauces, ante los ojos aterrorizados del vampiro, parecían anchas como las de un cocodrilo, y sus colmillos recordaban más a los de un jabalí gigante que a los de cualquier lobo. Pero no pudo hacer más comparaciones, la cabeza del marginal se desprendió limpia del tronco luego de la quirúrgica mordida del salvaje perro solitario, la masticó tres veces y se la tragó. El cuerpo del marginal, sin cabeza y echando sangre hacia todos lados, cayó inerte al piso, muerto estaba hacía rato ya.



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En el texto hay: brujas, vampiro vs hombrelobo, batallas epicas divinidades

Editado: 31.01.2023

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