Ares, mundo salvaje

PACTO DE LOS DIOSES

7

El regalo que Branko y sus marginales habían robado luego de la masacre llevada a cabo en la aldea de los licántropos los estaba retrasando. Los cinco humanos, dos hembras y tres machos, no corrían a la par de los vampiros. Además estaban atados en cadena uno detrás de otro, lo que los retrasaba aún más sin contar los que todavía no habían despertado del todo y solo corrían por inercia, por el empuje de los otros humanos atados entre ellos. El sanguinario ya podía oír el galope de varios cascos y de fuertes pisadas que se acercaban. Pero tenía bien claro lo que él quería, y si para conservar su nueva jaula de humanos debía sacrificar a los veintiocho marginales que lo seguían, no tendría ningún problema. Jahym, quien fuera su contratante y su segundo al mando, que había salido en busca de la humana nunca regresó. Mejor así, pensó Branko, lo que le hubiera pasado se lo merecía por cobarde. Desde el mismo momento en que Jahym se había acercado a él proponiéndole la irrupción a tierra de licántropos, su idea había sido hacerse con una jaula, con su propia jaula.

Los marginales contaban también con ese cargamento, aunque eran pocos humanos, y encima uno había escapado, igual tendrían alimento para bastante tiempo si lograban mantenerlos con vida lo suficiente.

Pero Branko, el sanguinario, por supuesto tenía otra idea. Él se iba a quedar con todo el cargamento. No había dudas al respecto.

—¡Tú! —grito el sanguinario a uno de los marginales, el que tenía cerca—. Escúchame bien, nos están persiguiendo al menos dos patrullas de lobos, nuestra prioridad son los humanos, ¿estamos claros en eso?

—Claro, señor, son nuestro alimento por los próximos cinco o seis meses mínimo.

—Bien entonces debemos cambiar nuestra estrategia de huida.

—¿Qué propones? —pregunto con preocupación el marginal.

—Propongo, primero, que tú quedes como mi segundo al mando, ¿está bien?

—Oh claro, señor Branko, suplantaré a Jahym con mucho gusto, mi nombre es…

—Ya, ya, no importa, la prioridad es escapar de aquí ahora. Entonces como segundo punto armaremos una contención de ataque con veinte de los nuestros, diez a un lado del camino y diez al otro lado, cuando las patrullas de lobos pasen por allí será muy fácil emboscarlos. El resto de nosotros seguirá huyendo y protegiendo el cargamento hacia la puerta sur, la misma por donde entramos. Una vez salgamos de territorio licántropo ya no podrán seguirnos, nuestras tierras están protegidas por el Pacto Milenario.

—Pero señor, nosotros lo hemos roto…

—¡Claro que sí, idiota!, pero los lobos son muy estúpidos y conservadores para hacer algo así, no nos devolverían la gentileza, probablemente se queden lloriqueando y quejándose de lo malos que somos y mandaran de seguro a algún insípido político a pedir explicaciones y blablablá... ¡Pero mientras estemos en sus tierras estamos en peligro! Nosotros y nuestro cargamento.

—¡¡Ya escucharon al sanguinario!! ¡Yo estoy a cargo ahora! —gritó a sus flamantes  lacayos marginales el jefe recién ascendido—. Vamos, veinte de ustedes se quedarán a emboscar y repeler a los asquerosos perros que están pisándonos los talones.

Con muy poco entusiasmo se separaron los veinte marginales del grupo principal, y cada grupito de diez se escondió entre los árboles y las malezas, a un lado del sendero por el que venían huyendo.

Branko, junto a los marginales restantes, apresuró la marcha camino a la puerta sur. Camino a la ruta de escape. El sanguinario guiaba  la cabeza de la caravana, el recién nombrado segundo jefe iba como guardaespaldas, y el resto de marginales había tomado por los hombros a los humanos capturados y casi los llevaba en el aire intentando que apresurasen el paso.

Al cabo de un buen rato de carrera, en parte a campo traviesa, en parte por el sendero principal, Branko y su ahora pequeño grupo de marginales, junto con la mercancía, llegaron finalmente a la puerta sur del Muro Este. Nadie había reemplazado aún a los guardias asesinados, lo cual fue un buena noticia para el sanguinario y sus lacayos.

Por fin salieron de las tierras prohibidas y siguieron un buen trecho bien adentro de Aftokratoría Vampir. Branko y sus marginales llegaron hasta un enorme bosque de helechos gigantes, conocido como el Bosque de los Guivernos, precisamente porque esos animales abundaban en la zona. Aunque también en un claro de ese bosque había una estación oscura de paso. Es decir, una cueva cavada profundamente en la tierra y protegida por una puerta de madera de roble macizo, que evitaba no solo el paso de la luz diurna, sino también el paso de algún invitado indeseable, como por ejemplo: un guiverno hambriento.  Animal peculiar, bastante parecido a una serpiente en cuanto a su aspecto reptil, pero que tenía dos patas, y su cola algunas veces presentaba púas. Aunque su arma letal era el veneno que exhalaba por las escamas y por la boca. Estos animales cuando estaban muy hambrientos solían atacar las estaciones oscuras, que las había por millares repartidas por todo el territorio vampírico. Iban allí en busca de vampiros desprevenidos, sobre todo si encontraban las estaciones desprotegidas. Y si era de día, claro, mucho mejor.

La estación oscura de paso era el próximo destino de Branko y su grupo, allí debían llegar antes del amanecer, que estaba muy cerca ya, no solo para protegerse de la luz solar sino que además necesitaban esconder su cargamento. Una jaula de humanos era un tesoro muy, muy preciado, en tierras de Aftokratoría Vampir. Debían ser cuidadosos. Allí, el grupo esperaría paciente a los marginales que hubieran sobrevivido al encuentro con las patrullas de lobos, si es que había sobrevivido alguno. Branko lo creía muy difícil. Y de paso lograrían descansar un poco hasta la noche siguiente, donde se repartirían el botín humano y cada cual seguiría por su lado.



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En el texto hay: brujas, vampiro vs hombrelobo, batallas epicas divinidades

Editado: 31.01.2023

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