Ariadna: The Queen of The Game

Prefacio:

Belladona.

Ella es mi Belladona. Es deslumbrante, peligrosa, salvaje y exótica.  


Siempre había tratado de ignorarla y no caer en la tentación de probarla, pero mis esfuerzos fueron en vano.  


Su belleza me cautiva y su peligrosidad tiene a mi mundo de cabeza.  


No me he resistido más y he caído.  


Su esencia me tiene extasiado y, aunque la sensatez me pida alejarme, no puedo dejar de seguirla.  


Es como si ella fuera una melodía o un relato, mágico y atrayente; yo, un niño curioso y aventurado que lo quiere saber todo, sin importar las consecuencias.  


Mi fascinación por su persona está fuera de mi alcance. Perdería mis cabales solo por ella.  


Solo soy una pobre alma ante sus pies, hipnotizado por sus dotes y su peculiaridad, su diferencia.  


Mi mayor temor es volverme adicto, pero  es demasiado tarde.  


Desde la primera vez, no dejo de anhelar revivir la experiencia: rozar el cielo con las puntas de los dedos, ver danzar a una diosa a tu alrededor. Un tornado de sensaciones que te hacen sentir vivo, que te llevan al rincón más alejado del universo, donde solo estamos ella y yo acompañados de las emociones que emanan nuestras almas.  


La caída siempre es fuerte, pero no mortal y me recupero, solo para volver a sentirme vivo junto a la causante de mis desvelos.  


Pero algún día tendré tanto de ella que colapsaré y, la misma Belladona, dueña de mis pensamientos y mis sentimientos, me empujará hacia aquel abismo llamado muerte y olvido.  


No me va a importar si ella lo hace, si condena a mi alma, ahora suya, al sufrimiento que produce el olvido y a la eterna propulsa llamada muerte.  


Ella podrá vivir sin mí. Yo no podría vivir sin ella.  


Mi mayor pecado será haber posado mis ojos curiosos en ella. Será haber tenido la insensatez y la valentía de probarla. Será haber sido tan ingenuo al pensar de me pertenecía.  


Porque soy suyo en cuerpo y alma, pero ella no es mía. 
Será haber hecho hasta lo imposible por complacer sus deseos. Lucharía con el mismo Señor del Inframundo si me lo pidiera.  


Arderé en el Infierno a su causa y aún así, será un jodido privilegio ser condenado por ella.  


Ella es mi Belladona. La causa de mis dichas y desdichas. La mujer que se ha llevado todo mi sentir, dejándome a su entera disposición. Y por la cual un día moriré. 
 




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