Ariana, La De Las Flores

3. DE CUANDO DESCUBRÍ MI BISEXUALIDAD

PARTE I: DE MI PASADO

 

3. DE CUANDO DESCUBRÍ MI BISEXUALIDAD

 

 

     Conocí a Dey, cuyo nombre completo es Deyanne, cuando tenía doce años.

      Acababa de terminar la educación primaria hace unos meses; y estaba comenzando el colegio. Nos juntaron a todos los nuevos estudiantes en el gimnasio de la escuela y nos fueron separando en secciones de a treinta estudiantes por aula máximo, mediante una lista. Al final, solo quedamos alrededor de veinticinco, la mayoria niñas; y nos dirigieron a uno de los salones disponibles para darnos nuestro horario y las normas de convivencia. De entre tantos preadolescentes, habían algunos que ya conocía de mi grupo de Karate Do. Por lo que me senté junto a una de las niñas en las que más confiaba y que, además, bailaba conmigo en el grupo de danza.

     Más sin embargo, del otro lado se sentaba una niña de tez morena, de cabello negro semiondulado, ojos redondos oscuros y labios prominentes. Ya en ese entonces era alguien bastante extrovertida. No tenía pena ni pelos en la lengua.

     Congeniamos al instante, lo cual fue una maravilla porque aparte de Lau, la otra niña sentada junto a mi, no confiaba en nadie más.

     Y a partir de ese momento, Deyanne se convirtió en parte importante de mi vida.

     Por otra parte, conocí a Kaia seis años después; cuando ya era una persona un poco más madura tanto física, como sexual y emocionalmente.

      Kaia fue mi tutora de prácticas técnicas. Era una mujer hermosa, tanto por dentro como en su exterior. Por un lado, era dulce, carismatica, paciente, cariñosa y todo el mundo la amaba. Y por el otro, era alta, delgada con figura de guitarra, rubia de ojos claros y tez morena clara. Su sonrisa facíl me enganchó al instante, había tanta luz en ella. Y era bastante facíl confiar en Kaia, pienso que si no hubiese sido mi tutora heterosexual y nos hubiesemos conocido en otro contexto, ella hubiera sido mi perfecta dominante. Kaia sabía como imponer sin ser una dictadora y como amar cariñosamente sin ser una pusilanime a la que todo el mundo molesta. De ella aprendí mucho y guardo para ella un lugar muy especial en mi frío corazón de piedra.

     Sin embargo, Kaia y Deyanne nunca supieron la una de la otra. Nunca se conocieron y, a simple vista, no existe ningún tipo de relación entre ellas.

     Pero; fue Kaia quien me hizo ver la luz.

     Realmente nunca he sido consciente desde cuando ha estado sucediendo, pero hace algunos años que me di cuenta. La gente suele decir que las mujeres somos y estamos destinadas a ser adoradoras o apreciadoras de la belleza. Por eso; suelen preguntarnos si tal o cual mujer nos parece bonita. Sin embargo, una cosa es adorar la belleza femenina en un sentido abstracto y con ojo crítico como si fueramos Osmel Souza en una de las ediciones de Nuestra Belleza Latina determinando si son o no bellas para que puedan firmar y concursar. Y otra muy distinta es apreciar la belleza de una mujer en el sentido sexual.

     La percepción con la que uno mira e interpreta se vuelve diferente. Como, por ejemplo, los senos y el trasero. O los labios y los ojos. Por un lado ves proporción y medida; por el otro miras sensualidad y solo mides el grado de deseo que despierta en tus entrañas.

      Esta especial… habilidad femenina fue para mi un tormento mental durante años. Eres recta, eres recta, eres recta; me repetía a mi misma una y otra vez. Debido a mi educación religiosa el solo pensamiento de desviación como lo llaman, constituia un montón de autodesprecio. ¿Cómo era posible qué yo, que era totalmente heterosexual y seguía el camino de Dios sin salirme de la línea, estuviera viendo y apreciando el contoneo de unas bien formadas caderas femeninas? ¿Cómo era posible que me encendiera viendo caderas femeninas?

     Solía ver a una mujer y recorrerla de arriba a abajo, ¡sin las intenciones de un viejo baboso, lo juro! Detallaba de cabo a rabo la presencia que tenían y, mentalmente, les daba palmaditas en la espalda por lo hermosas y sexis que se veían si es que así era. Oh, pero luego… el regaño mental era tres veces peor que los regaños de mi señora madre, y eso es decir mucho. Porque cuando a esa señora le da por gritar ni una banshee se le compara. Me decía a mi misma en tono de decepción que las personas normales y niños de bien no miraban a los de su mismo sexo con intenciones pecaminosas, a pesar de tener un primo gay. Entonces me reprimía y guardaba lo que sentía para que nadie se diera cuenta de lo tan desviada que era.

     Mi mamá decía mucho que mi abuela solía decir Prefiero un hijo gay, que un hijo ladrón y una hija lesbiana, que una hija puta. Y entonces ella lo complementaba diciendo Ni lo uno ni lo otro, hijos integros y derechos que se comprometan a salvaguardar su virginidad hasta el matrimonio o la ordenación. Yo me reía y levantaba una de mis cejas en escepticismo, porque es decir, ¡virginidad mi trasero! Y si eres hombre peor, los hombres son tan faciles de sucumbir a sus bajos instintos. Claro que, una cosa es la virginidad y otra la dignidad y el respeto hacia uno mismo; porque puedes tener todo el sexo que quieras pero por favor, no lo publiques en el periódico.

     Mi papá, por su parte, siempre que hablaba sobre personas homosexuales se reía y hablaba despectivamente, los desdeñaba de tal manera que aun hoy siento miedo de llegar a casa con una novia.

     Mi hermano, religioso desde la uña del dexo meñique de sus pies hasta la última de sus canas posadas en su cabeza, desaprueba todo aquello que no es "aceptado por Dios".

     Mi hermanita, por su parte, comparte, entiende y comprende mi sexualidad. O sea, después de todo es la suya también. No hubiera salido mejor si hubiesemos nacido gemelas de verdad.




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