PARTE II: DE SU PRESENTE
6. ROSE GOLD, INC.
Toda la familia estaba reunida alrededor de la gran mesa de comedor, con la matriarca a la cabeza de esta. El silencio era apabullante y la tensión podría cortarse con el cuchillo para postres.
Finalmente, a mitad del plato fuerte, Yamilla -hija menor de la regia Doña Esther- decidió acabar con el teatro:
-Entonces, mamá, ¿para qué nos hiciste llamar a todos?
Todas las miradas se fijaron inmediatamente en la matriarca, desde el más chico de todos hasta el más viejo sentía una inmensa curiosidad. Después de todo, era bien sabido que no existía una relación familiar como tal para los Sosa. Esther, por su parte, continuó comiendo con tranquilidad. Masticó lentamente, sabiendo que su familia no se caracterizaba precisamente por su paciencia. Solo cuando terminó su plato fue que contestó.
—He decidido quien será mi sucesor— habló con voz suave pero imperiosa, mirando a todos y cada uno de los presentes a los ojos. Dejó que el silencio volviera, teniendo la certeza de que enloquecerían debido a la espera.
La verdad era que Esther no había tenido que pensarlo mucho. La familia Sosa estaba conformada por veinticuatro miembros, Esther y todos sus miembros fallecidos incluidos, de los cuales solo ocho eran totalmente salvables: cinco niños, dos adoslecentes y una joven. Era esta última en quien Esther más confiaba y en quien ponía todas sus esperanzas.
—Ariana comenzará a partir del lunes su entrenamiento—, dictaminó.
Y el pandemonium estalló.
Gritos, quejas y reclamos se escuchaban por doquier. Sin embargo, Esther solo prestaba atención a Ariana; quien estaba siendo rodeada por los más pequeños en su afán de felicitarla y, a su vez, estaba totalmente estupefacta.
—¡Felicidades, Ariana, querida!—, un suave acento francés en una mucho más suave voz se hizo escuchar por sobre todo el alboroto. Quién habló era Kataline Durán nee Allure, francesa de nacimiento y miembro por matrimonio de la familia Sosa. Kataline era quizás una de a las que acudiría por ayuda si Ariana llegaba a fallar; la chica tenía no solo una buena educación sino que, además, poseía un agudo ingenio y una inteligencia sin igual. Su belleza era solo un bono: con su cabello negro sedoso y lleno de ondas perfectas que llegaban hasta el inicio de sus caderas, sus preciosos ojos grises que te hacían creer que mirabas la galaxia y sumando su curvilíneo cuerpo que ni aun con el parto había cambiado. Todo ese conjunto, belleza y personalidad, la convertían en una de de las mujeres más formidables que hubiera visto jamás. Lo que solo se acentuaba cuando se sabía que tenía veinte años.
Si tan solo Ariana fuera la mitad de lo que Kataline era…
Pensándolo bien… ¿Por qué no?
—Y Kataline será parte de eso a tiempo parcial, después de todo Margueritte necesitará a su madre—. Y la segunda bomba de soltó. Y Ariana seguía sin salir del shock.
—¿Y por qué, abuela, deben ser la bruja francesa y la ñoña de las flores?— preguntó Bethany, la loca de la familia, con saña. ¡Ella era la mayor, ella merecía ser la heredera!
Esto hizo reaccionar a Ariana. Fulminó a Bethany con la mirada, más sin embargo, detrás de la furia se hallaba bastante curiosidad.
—No sabes ni cuidar de ti misma, ni hablar de tus hijos, ¿y quieres que te dé la dirección de mi empresa?—. La incredulidad de Esther podría sentirse a millas, su ceja izquierda levantada en un perfecto arco dejando en evidencia lo muy estúpida que encontró lo dicho por su nieta mayor. No podía creer el descaro de Bethany. ¡Já, como si ella fuera a darle el trabajo de toda su vida y la de su esposo a una borracha y drogadicta desequilibrada!
Treinta años tenía Bethany, de los cuales había desperdiciado diecisiete. Drogas, alcohol y sexo desenfrenado eran el pan de su día a día. El mayor dolor de cabeza de la vida de Esther llevaba su nombre, puesto que al parecer se había propuesto aparecer en los titulares más vergonzosos que la prensa podía inventar con ella como protagonista.
—Pero el siguiente en la línea soy yo abuela—, objetó Demián con el ceño fruncido, la cena se había arruinado para él. —Además, no puedes poner a una extranjera en el segundo lugar—, argumentó con desdén.
Desde el otro lado de la mesa, Josephine D' Le Foant —esposa del hijo mayor de Esther, una mujer de fuerte carácter— y Joshua —el cuarto nieto de Esther y esposo de Kataline—; fruncieron el ceño con bastante fuerza. Esther sonrió, Demián no sabía con quién se metía. Si bien Kataline no necesitaba caballero de armadura que saltara en su defensa, parecía que a pesar de no amarla Jhosua no estaba dispuesto a que insultan lo que él sentía le pertenecía.
A un lado de Demián, Lorna Mendoza; su esposa, rodó los ojos con disgusto y exasperación.
—Por que te cuidas mejor que Bethany, ¿no es cierto?—, rezongó con su voz goteando sarcasmo en cada letra.
Ah, si. Demián era su segundo dolor de cabeza. Sorprendentemente, su compañía solo ocupaba el quinto lugar. En serio, Esther creía que entre Bethany, Demián y Yamilla se habían puesto de acuerdo para competir entre ellos por quién acababa dándole un infarto más rápido. Su cuarto dolor de cabeza también poseía nombre, pero a diferencia de los demás era perfectamente normal que fuera así.
—Esta es mi decisión, Ariana y Kataline serán entrenadas como mis sucesoras por el próximo año. Es una decisión irrevocable y espero que la respeten. ¿Ivanna, Georgia, Yamilla?— preguntó al final, un coro de «Si, madre» vino de sus tres hijas y su única nuera.
Asintió en confirmación, mientras dejaba su servilleta en el plato y se levantaba de la mesa dispuesta a retirarse. Estaba a punto de desaparecer por la puerta para obtener un poco de paz cuando algo la hizo detenerse.
—Eh, abuela...— Ariana titubeó, pareciendo salir por fin de su largo mutismo. Esther esperó, queriendo saber que tenía en mente su nieta. —¿Podría contarle a Cristian? Estaría muy contento de saberlo.