PARTE DOS: DE SU PRESENTE
7. LA ROSA ENTRE SUS MANOS
—Me puedes explicar cariño, ¿qué es eso de que eres la sucesora de la vieja de Rose Gold?
Ariana contuvo, muy a duras penas, una mueca al oír la pregunta de Cristian. Sabía, desde el momento en que su abuela le había prohibido contarle a Cristian, que este sería otro problema más sumado a la larga lista de baches en su relación.
A veces pensaba en porqué se molestaba tanto. El pasado año comenzó a sacar a flote una faceta de Cristian de la que no estaba segura de querer conocer o entender.
Debido a su entrenamiento y sus estudios, su tiempo juntos se había visto reducido cada vez más. Y aunque ni su amor ni su deseo por él habían flaqueado, comenzaba a pensar que el de Cristian sí. O por el contrario, no flaqueaba pero si mantenía dudas sobre el suyo. Fuera cual fuera la opción correcta era descorazonadora.
Realmente, Ariana no podía creer que casi cuatro años de relación se estuvieran llendo al caño así porque sí. Era por eso que cuando los problemas llegaban, principalmente porque Cristian los sacaba del sombrero, que ella solo callaba y lo dejaba despotricar. Muchas veces le había pedido tiempo, pero Cristian siempre le decía que si le daba tiempo era para siempre y que no volviera. Y por el miedo a perderlo, por lo importante que él era para ella; se tragaba el malestar y la impotencia y seguía adelante.
—Pues...—, titubeó pero luego se enderezó y continuó—: Eso. En realidad soy la tercera en la línea de sucesión, pero soy la más apta según la abuela Esther.
Su voz fue como una caricia de seda, pero con bastante fuerza y autoridad y sin ningún tinte de inseguridad; tal como le habían enseñado. Sé dió unas palmaditas mentales, Kataline estaría orgullosa.
Un año, le daría a su relación un año de margen para mejorar. Pondría a trabajar todas sus recientemente adquiridas habilidades con la fuerza de un huracan. Pero si todo en vez de mejorar, empeoraba lo terminaría. Sinceramente, su novio era cada vez más tóxico.
Cristian levantó una ceja, su juguete se estaba volviendo un Woody y no lo iba a permitir. Era hora de sacar la artillería pesada, Andy.
—¿Y por qué no me habías dicho nada, amor?— preguntó en su mejor tono meloso.
—La abuela prohibió decirte Cristian, lo siento. Quería contarte, pero ya sabes, la abuela puede ser muy vengativa cuando quiere.
—¿Y hace cuanto lo sabes?—, siguió indagando intentando enmascarar la rabia que ardía en su ser.
—Bueno, Kataline y yo estuvimos en entrenamiento por el último año— respondió Ariana, la sospecha creciendo en ella. Respiró hondo. No, no debía dudar así de su novio. Él era la única persona que realmente la quería.
—Ah, ahora todo tiene sentido. Me dedicaste tan poco tiempo para preparar el ritual de momificación de tu abuela.
Ariana río aliviada, el sentido del humor de su novio era peculiar pero eso quería decir que había dejado pasar el tema.
Con suerte, su relación sería salvada.
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Todo lo que Ariana pudo soportar con su prehistórica asistente fue un mes.
La mujer se creía superior solo por haber trabajado con su difunto abuelo y su retirada abuela.
En realidad nunca había evolucionado más allá de hacer los recados, organizar agendas y atender llamadas. Ah, pero allí iba Doña Olivia y creía que con eso sabía cómo mantener a flote una compañía. Y no solo eso, además también se creía con derecho a sermonearla como si fuera su madre.
Así que fue inteligente y le ofreció una cuantiosa jubilación para que se retirara como trabajadora destacada. Gracias a Dios que Doña Olivia aceptó y en dos meses se haría efectiva su renuncia. Esperaba con ansias el día en que se fuera y dejará de atosigarla como ni siquiera Yamilla Sosa lo hizo alguna vez.
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Tres meses después.
La Revista Literaria Rose Gold fue fundada por Lorenzo Sosa al final de la década de los sesenta. En ese entonces, era solo un pequeño edificio de tres pisos: Producción, Dirección y Creatividad; junto a una pequeña recepción. Pero con mucho esfuerzo de parte de Lorenzo, antes de morir en ese trágico accidente automovilístico, y, más tarde, de Esther al hacerse cargo, se llegó a obtener lo que hoy se podía encontrar.
Hoy por hoy, Rose Gold contaba con un edificio alto pero angosto, después de todo eran famosos no solo por su contenido sino que también por lo selectivos que eran a la hora de emplear y de los pocos trabajadores que había en su nómina. Eran conocidos por su lema de trabajo: «No es la cantidad, es la calidad». El edificio estaba dividido en cinco partes: tres pisos altos privados, uno a nivel del suelo abierto al público y un sótano donde se llevaba a cabo la segunda parte de la magia a la hora de crear, esto con el fin de que las máquinas de impresión no aturdieran a los demás con su ruido, y que además, servía de garage para los camiones repartidores.
A nivel ejecutivo, Rose Gold contaba con seis departamentos organizacionales. Recursos Humanos, Finanzas, Informática, Protección y Control de Pérdidas, Letras y Arte y Producción. Cada uno de ellos contaba con un jefe de departamento, los cuales a su vez conformaban la Junta Directiva de Rose Gold.
En el pasado, la revista tenía una publicación de un folio de veinte páginas mensual, donde cubrían todo el puente que podían en ese entonces. Funcionaba más como un periódico que cualquier cosa. Porque aunque, su mayor color era de tinte literario, debido a la época en la que se inauguró debió regirse a las regulaciones de prensa en la época de Pinochet, cuando esté tomó el poder gubernamental en su golpe de estado. Lo que se tradujo a publicar solo lo que el gobierno aprobara. Pero una vez que Pinochet fue derrocado, volvieron a pisar tierra con la fuerza de una estampida de elefantes. Y renovaron la revista a aquello en lo que habían querido desde el principio y que los llevo a donde estaban ahora.