PARTE II: DE SU PRESENTE
La reunión estaba terminando. En resumen, había sido una reunión bastante productiva. Habían preparado el esquema preliminar del número mensual impreso y los dos números online siguientes. También habían hablado sobre innovación y una estrategia para llegar a un público mayor, incluyendo niños. Además, se había quedado de acuerdo en que Sarah, Paula y Martha se encargarían de buscar cada una una propuesta para comenzar la expansión, mientras Ariana daría la orden al departamento de Finanzas para pedir las máquinas y el material nuevo. Una vez las propuestas fueran escogidas por las tres críticas, serían analizadas por Ariana, Kataline y Doña Esther para dar su aprobación final y luego pasarían al proceso de corrección. Mientras que Ángela, Ana y Jesús estarían a cargo de los diseños y Elizabeth y Tania a cargo de conseguir información sobre los autores.
Ahora Belén entendía porqué todos en el edificio los llamaban el equipo maravilla, la química entre ellos y la eficiencia con la que hacían todo les había dado el apodo. Era sensacional verlos trabajar tan en sintonía.
Belén estaba sorprendida de la habilidad de Doña Esther para encontrar a tan buenos trabajadores.
Al final solo quedaban en la sala de reuniones los tres diseñadores, las tres críticas, Elizabeth, Ariana y ella.
—Bueno niños, es día de películas en casa—. Elizabeth habló sacando a Belén de sus pensamientos. —Ya saben qué hacer.
Todos asintieron de acuerdo, pero Belén se encontraba perdida. No tenía idea de que estaban hablando. O sea, si sabía de qué hablaban pero no tenía idea de si estaba siendo incluida o no dentro de la invitación así que no dijo nada y siguió ordenando todo.
—Tú también, eh Leen— ordenó Elizabeth, señalandola con un dedo acusador.
—¿Eh?— murmuró sorprendida, su expresión sorprendida tenía un ligero parecido a un cervatillo asustado.
—Sí, tú cariño.
—Pe-pero...— tartamudeó, sintiéndose incómoda al ver como todos parecían divertidos de verla hacerlo. Carraspeó y se recompuso—: Pero no sé dónde está tu casa.
—Eso no es problema, Conejito Leen—, desestimó Elizabeth con un ademán de manos. Belén frunció el ceño ante el apodo, más no dijo nada, todos sonrienron al escucharlo después de todo—: Aira bebé te llevará.
Belén arqueó las cejas ante la orden-propuesta. No creía que fuera adecuado ese tipo de relación con su jefa, más teniendo en cuenta la poderosa atracción que estaba sintiendo por ella.
—Yo no tengo ningún problema, puedes venir conmigo Leen— acotó Ariana, con voz suave dándole mayor entonación a su nuevo sobrenombre. Belén se estremeció, está mujer acabaría con su autocontrol.
Después de meditarlo un poco, Belén asintió. No estaría mal que comenzara a tener amigos.
Suspiró mientras continuaba recogiendo sus cosas y las demás utilizadas en la reunión. La verdad es que ya iban tres años desde la última vez que hizo un amigo de verdad, o mejor dicho: un amigo que estuviera para ella.
Estaba Alfred, y ella lo sabía. Sabía que Alfred podía fallarle, sin importar qué; ambos eran humanos y los humanos estaban diseñados para fallar en una cosa u otra a lo largo del camino amarillo que conducía a la Ciudad Esmeralda*. Estaba en su sistema. Pero, una cosa era fallar y otra era faltar.
Alfred era su ancla a tierra. Aún a miles de kilómetros, Alfred la mantenía anclada a la realidad: le abría los ojos cuando debía, le consolaba y le ayudaba a salir adelante a través de la adversidad. Ella estaba segura de que a pesar de poder fallarle, Alfred nunca le faltaría. Se lo había demostrado con creces: siempre que ella parecía necesitarlo, solo le bastaba con enviar un mensaje o llamar. Y él siempre respondería.
Pero ese era precisamente el problema: su naturaleza táctil no era saciada. Anhelaba con todas sus fuerzas un abrazo fuerte y reconfortante, que hiciera lo que los abrazos de Alfred hacían: repararle el alma.
Llevaba sola tanto tiempo que solo pedía un amigo.
Aunque, claro, primero debía dejarlo entrar. Estar en un país diferente hacía eso; eras el loco y raro alrededor. Cuando comprendió que nadie iba a comprender su forma de ser porque venía de una cultura distinta, se cerró. Y aprendió a seguir solo con su papá transitando el camino de la vida.
Quizás era hora de abrir las puertas e intentarlo de nuevo.
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Habían terminado en la sala del departamento de Elizabeth, desperdigados en los sofás o el piso. Varias botanas fueron distribuidas en tazas de gran tamaño y varios packs de cerveza también fueron repartidos.
Terminaron decidiendose por ver películas de terror y se encontraron viendo una de las entregas de Annabelle. El ambiente rápidamente se acopló con Ángela, Ana, Sarah y Ariana siendo unas miedosas gritonas y el resto riéndose y criticando la película desde la trama hasta los efectos, mientras se atiborraban de cervezas y botanas.
Belén miró a su alrededor y una pequeña sonrisa surcó su rostro. Al parecer todos estaban tan o más locos que ella. Miró a Ariana desde su puesto en el piso junto a uno de los sofás individuales y gimió internamente. Parecía que su atracción podría evolucionar a algo mucho más serio.
Si no hubiese estado tan concentrada contemplando a su jefa, se hubiera dado cuenta de la mirada cómplice que todos intercambiaban.
¡Era hora de despertar al de los pañales y las flechas!
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A partir de allí todo evolucionó para Belén y el equipo maravilla en su creciente amistad.
Cada vez era más invitada a compartir con ellos, lo que generó en adquirir mayor conocimiento sobre sus nuevos amigos.
Por ejemplo, supo de la ascendencia de Elizabeth cómo irlandesa por parte de sus abuelos maternos, quienes habían emigrado desde Irlanda cuando jóvenes y decidieron permanecer en el país, teniendo a su único hijo Connan —quien, según la tradición irlandesa, recibió el nombre de su abuelo paterno al ser el primer hijo de un matrimonio—, que a su vez se casó con su madre Deborah, quién tenía una ligerisima obsesión con las reinas del mundo y, en vez de continuar la antigua tradición de la familia de su marido, llamó a su hija Elizabeth Antonella McKay.