Ariana, La De Las Flores

10. ELLOS NO SABEN SOBRE NOSOTROS

PARTE II: DE SU PRESENTE

  1. 10. ELLOS NO SABEN SOBRE NOSOTROS

 

 

Al día siguiente, Ariana despertó de tres maneras: desnuda, con resaca y arrepentida.

¿¡Qué demonios había hecho!?

No podía creer todo lo que había pasado en las últimas veinticuatro horas: había sido amenazada por su abuela, fue agredida verbalmente por su novio; mismo novio que le había abandonado sin mirar atrás, había ido en busca de consuelo; un consuelo que había resultado sólo parcialmente: lloró y ahogó sus penas pero eso no le hizo sentir mejor. Que va, más bien había terminado en desastre, con ella borracha y acostándose con su asistente.

Rebobinando en ese punto, Ariana se hizo la pregunta del millón: ¿Desde cuándo, carajo, me gustan las mujeres? Pero, para su desgracia, no encontró una respuesta.

Dejando de rumiar en sus desgracias producto de su tonta impulsividad, se levantó de la cama en silencio y comenzó a buscar su ropa regada en el pequeño departamento, intentando ser los más silenciosa posible para no despertar a su acompañante. Sinceramente, no quería enfrentar las consecuencias de sus acciones. Esperaba que Belén no recordará nada de lo pasado.

 Una vez vestida, consiguió el resto de sus cosas y huyó.

Belén estiró sus cuerpo con soltura después de despertarse, se sentía deliciosamente relajada. Si hubiese sabido lo tan relajante que era el sexo, lo habría tenido hace tanto tiempo para quitarse toda la mala vibra de encima. Quién sabe, quizás hubiese podido encontrar trabajo más rápido.

Soltó una risita ronca y se dió la vuelta, estirando un brazo para acercar al objeto de su deseo hacia su cuerpo. Quizás sería posible una ronda rápida antes del trabajo.

Aunque Belén no logró sus objetivos: la cama estaba vacía, sospechosamente vacía. Testeo las sábanas en busca de un indicio de calor, Ariana posiblemente estaba en el baño. Abrió sus ojos, intentando no entrar en pánico.

La cama estaba vacía, la cama estaba fría, no había señales de Ariana, ni una nota. Nada, absolutamente nada.

La realidad la golpeó con fuerza: Ariana se había ido.

Ariana tocó la puerta con nerviosismo. No tenía idea de qué demonios estaba haciendo, se suponía que sería una cosa de una sola noche y que la olvidaría en vista de que su asistente no podía recordar nada debido a la ingesta de alcohol.

Pero allí estaba, armada con dos botellas de vino y un sixpack de cervezas del mayor grado alcohólico posible. Una voz en su cabeza rumiaba que lo que estaba por hacer estaba mal y podría ser considerado como traición. Pero realmente no sabía qué demonios le pasaba. Había pasado una semana desde su encuentro clandestino con Belén, se había relajado al notar que ella era de tan mal beber que no recordaba nada. Pero a pesar de haberse relajado, no podía dejar de pensar ni recordar lo que había sucedido entre ellas. ¡Incluso había llegado tan lejos como para masturbarse!

Sin embargo, ella seguía en sus trece: las mujeres no le gustaban. Simplemente… Simplemente, estaba encontrando consuelo en los brazos de una amiga muy querida. Si, eso era. Solo era un consuelo.

La puerta se abrió, dejando ver a una Belén sorprendida. Ariana sonrió de forma tímida y le mostró su "ofrenda de paz".

Belén sonrió con ironía, pensando en que al parecer era tan fea o mala en el sexo que ella necesitaba alcohol para atreverse a estar con ella.

Pero Ariana no lo vio como lo que era, Ariana pensó que era picardía y que, además, estaba contenta de poder beber alcohol gratis. Nunca pasó por su mente la habilidad de Belén para leer a las personas, como si estuviese viendo sus almas.

Así que se adelantó y se adueñó del ambiente: puso música, repartió las bebidas y una que otra botana; y se sentó con una sonrisa a disfrutar de lo que había hecho para disimular lo que en realidad había venido a buscar.

Comieron, escucharon música, bebieron,rieron y hablaron de todo y nada. Parecían buenas amigas e incluso se podría llegar a pensar que eran pareja, pero si Ariana no hubiera estado tan absorta en su objetivo habría podido leer la decepción y la repulsión propia que se deslizaban poco a poco en la mirada vacía de su acompañante.

Como diría el dicho, pasó lo que tenía que pasar. Ariana cumplió su objetivo. Y a la mañana siguiente, Belén despertó igual que hace una semana: en una cama vacía, que se había enfriado hace mucho tiempo y sin ningún indicio de lo que había pasado más que su desnudez.

Suspiró, y su corazón no puedo evitar llorar una lágrima.

Siempre, como ya es costumbre, cada día es igual.

Dos meses después de esa segunda noche, el ciclo seguía repitiéndose. Ariana llegaría a su departamento por la noche —alrededor de unas dos horas después de salir del trabajo—, cerveza y vino en mano, se adueñaría de su casa y la emborracharía.

No es que Belén realmente pusiera alguna objeción, más bien estaba deseosa de que el deseo de Ariana se cumpliera y el alcohol le hiciera olvidar.

Después de emborracharla, le llevaría hasta la cama; donde se desnudaría y la desnudaría a ella también. Y después de eso, la tomaría a su antojo y dejaría que ella la tomara al último, donde caerían rendidas por el cansancio. Luego, Belén volvería a despertar sola, triste y abandonada en una cama que se estaba convirtiendo en demasiado grande y en su mayor tortura.

Al principio iría una vez por semana, luego dos, y al final bien podría decirse que necesitaba un lavado de estómago con urgencia.

Jamás pensó que ella sería el sucio secreto de nadie. Tanto camino que recorrió para llegar a donde estaba hoy, superando sus complejos, y lo dejaba ir solo por unas lindas piernas. Se estaba perdiendo a sí misma y a lo que era por un amor que no llegaría a ningún lugar, que solo ella sentía.

Por eso, esa noche lloró mientras Ariana introducía sus dedos en su entrada y la llenaba, dándole en su punto sensible; lloró mientras Ariana prodigaba besos en todo su cuerpo, lloró mientras la mujer frente a ella le susurraba al oído lo hermosa que era con ese acento arrastrado que todos los borrachos llevaban consigo.




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