Ariana, La De Las Flores

12. ESCRITOS AL FONDO DEL CAJÓN

PARTE III: DE NUESTRO PRESENTE

 

  1. 12. ESCRITOS AL FONDO DEL CAJÓN

 

 

Ariana despertó relajada, relajada y feliz como nunca antes. Dejarse llevar fue una buena decisión. El primer paso había sido dado, pero los próximos no podía darlos tan impulsivamente. Debía pensar en lo que quería y en lo que sentía, ordenar sus sentimientos.

Pero ahora, ahora disfrutaría del momento. Se giró en la cama, buscando atrapar a su amante en un abrazo. Estaba segura de que tenían tiempo para un encuentro más antes de tener que ir al trabajo. Sin embargo, Ariana sintió en carne propia lo que Belén debió haber sentido por los últimos dos meses y medio en los que estuvieron acostándose.

Abrió los ojos de golpe y se levantó, llevando la sábana consigo para tapar su cuerpo. Miró a todos lados pero Leen no estaba a la vista.

—¿Leen?— llamó, con la esperanza de verla venir desde el baño o la cocina. Nada, absoluto silencio fue su respuesta.

Su respiración se aceleró. No, no es cierto… Ella no le había dejado después de tener sexo. Había prometido que estaría para ella.

Se levantó y fue a recoger su ropa de donde la había tirado la noche anterior. Y fue allí cuando la notó: una brillante y hermosa rosa de color carmesí descansaba inocentemente en la mesita de noche al lado de la cama. Con dedos temblorosos la tomó entre sus manos y le acarició.

Sonrió cuando captó el mensaje oculto, si me quieres lo descubrirás.

Con curiosidad, también notó que el cajón estaba entreabierto. Mordiéndose el labio, se acercó y terminó de abrirlo. Sus ojos se abrieron con fuerza al ver el libro que allí se escondía. Hanakotoba, el lenguaje de las flores descansaba inocente sobre varios papeles llenos con la letra de Belén.

Todo este tiempo Belén estuvo hablándole y ella no le escuchó.

Su alarma sonó, sacándola de sus pensamientos abruptamente. Dejó el libro y la rosa a un lado mientras se vestía pero no podía dejar de mirarlos, ni al cajón lleno de papeles. Finalmente, cuando terminó de vestirse, dudó, pero acabó recogiendo el libro, la rosa y los papeles. Los leería más tarde.

Cuando Ariana llegó a la empresa, despertó todo tipo de miradas y habladurías. Lo cual era entendible, puesto que hace tres meses que no llegaba a trabajar llevando una rosa entre sus manos. Y cuando el rumor llegó al departamento de Arte y Letras, todos los integrantes del equipo maravilla rompieron algo en el calor de su furia.

Bueno, siempre se ha dicho que de malentendidos está lleno el mundo.

—Adelante— ordenó a la persona detrás de la puerta de su oficina. No era su Leen, hace tiempo que ella había dejado de hacerlo. Debía ser alguien más que venía con tanta urgencia que no podía pasar a anunciarse con su asistente. Pero a pesar de eso, no levantó la cabeza de su trabajo Estaba entretenida leyendo las evaluaciones de los libros presentados para la editorial.

—¡Jefa! Señorita Sosa, ¿qué quiere que haga con todos estos cachivaches?— preguntó una voz desconocida, pero extramadamente chillona y llena de desdén.

Ariana levantó la vista de golpe con el ceño fruncido salvajemente.

—¿Quién demonios eres tú y por qué estás en mi oficina?— preguntó con dureza. ¿Quién coño se creía que era esta tipa? Contuvo una sonrisa de satisfacción al verla retroceder asustada.

—Yo soy su nueva asistente señorita, y estoy aquí para informarle que me estoy deshaciendo de todas las tonterías que la incompetente de mi predecesora le ha dejado en las instalaciones de su empresa— respondió con altivez, una vez que se repuso del susto.

—¿Cómo la llamaste?— siseó con furia, entrecerrando los ojos. La desconocida tragó saliva, nerviosa. Furiosa, Ariana marcó el número dos en su intercomunicador.

¿Si?— Una voz grave habló a través del altavoz.

—Akanti. Quiero saber dónde está. Ahora— ordenó. Su interlocutor suspiró.

Su contrato acabó, Sosa.

—Dí la orden de hacerlo indefinido, Valles.

Ella decidió no seguir, Ariana— notificó la voz con suavidad, dejando a Ariana estupefacta. ¿Qué?

—Está bien, Ernesto— respondió ella, cortando la llamada con un suspiro. ¿Por qué Leen renunció? No entendía qué estaba pasando.

—¿Contenta, señorita?—, la irritante voz siguió cavando su tumba. —Ahora yo, que soy la mejor en mi campo, ocuparé este puesto y llevaré a esta empresa al éxito, no como esa inútil que estaba antes. Seguramente no aguantó la pelea.

Ariana se levantó, su expresión en blanco, y caminó hasta estar frente a la irritante persona que su equipo de recursos humanos había designado para ser su asistente.

—¡Despedida!— dijo con lentitud. —Esta es una empresa íntegra, que valora a todos y cada uno de sus trabajadores de antes, de después y de ahora. Es por ello que todos y cada uno de ellos es respetado y no se tolera ningún tipo de degradación. ¡Fuera de mi vista, ahora!— ordenó, quitándole la caja con las pertenencias de Leen de las manos con brusquedad.

Mientras la veía salir con rapidez, un solo pensamiento corría por la mente de Ariana: ¿Qué demonios significa esto?

Esa noche, cuando llegó a su casa, se vió irremediablemente atraída por las hojas que descansaban inocentemente en su mesa de comedor. Dió vueltas y más vueltas, cambiándose a algo más cómodo que su traje y preparando su cena, tratando de contener su impulso de ir y leer todas y cada una de las letras allí plasmadas. Incluso, solo al final, se acercó a la caja que le había quitado a la idiota insolente más temprano y curioseo un poco, para terminar dándose cuenta de que también habían allí hojas escritas por Belén.

Rindiéndose ante las señales, tomó todas las hojas y las juntó, dándoles un vistazo por encima. Rápidamente se dió cuenta de que todas estaban fechadas, por lo que las ordenó y, con una taza de café se dispuso a leer.




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