Ariana, La De Las Flores

13. FÓRMULA SECRETA PARA DESASTRE

PARTE II: DE NUESTRO PRESENTE

 

  1. 13. FÓRMULA SECRETA PARA EL DESASTRE

 

La maldita frase daba mil y un vueltas en su mente. Una y otra y otra vez la escuchaba resonar como un disco rayado puesto a todo volúmen.

Las rosas han vuelto toda esta semana.

Trató de distraerse, limpiando su nuevo departamento, organizando su ropa, hablando con su papá por teléfono, bromeando con su hermana, escribiendo, leyendo fanfics. En fin, todo lo que se le podía ocurrir para no pensar en el mensaje que Ana había enviado más temprano.

Las rosas han vuelto toda esta semana.

¡Maldición! ¿Por qué todo en su jodida vida tenía que ser tan difícil? Mejor aún, ¿por qué se complicaba tanto la vida? ¿No podía haberse enamorado de alguien menos complicado?

¡No, por supuesto que no! ¡Tenía que venir como una estúpida a enamorarse de la mujer más complicada de todas!

Molesta, puso música en su reproductor y fue a la cocina por una botella de vino. Definitivamente necesitaba alcohol para soportar esta nueva mierda en su vida.

Es que… Justo cuando pensaba que ella aclararía sus sentimientos y posiblemente le diera una oportunidad, el mendigo ese tuvo que aparecer. ¡Maldito y mil veces maldito!

Ajá, que no querías lastimarme.

Belén rió irónicamente al escuchar la melodía de la canción sonar desde el altavoz. Recordó aquella vez que consoló a su hermana Ela después de una decepción amorosa particularmente dolorosa, con papelón con limón combinado con vodka* en su casa de la infancia. Pero ahora ella estaba sola. No había Ela, no había Ros. No había nadie que le ayudara a apaciguar el dolor en su pecho.

Ajá, que no era tu intención. Que jamás imaginaste que llegaríamos hasta hoy.

Si, sabía que Ariana no tenía la intención de lastimarla con ninguna de las acciones que llevó a cabo en el pasado. Pero, mierda, eso no evitaba que doliera con fuerza. Tomó un sorbo largo directamente desde la botella. Que patética era, llorando por alguien que a la menor oportunidad le dejó de lado a pesar de todos sus esfuerzos por hacerle sentir amada.

Lo hubieras pensado cuando me miraste con esa sonrisa que me hizo temblar.

Recordó ese primer día, cuando se presentaron. La hermosa y tierna sonrisa que le dedicó después de pedirle que le llamara por su segundo nombre. Una sonrisa que la hizo caer con fuerza por su dueña. ¡Santo Dios, que atontada estaba!

Antes de que con tu suerte quitaras el frío de mi soledad.

Sonrió, reconociendo que si no hubiese conocido a Ariana no habría conocido a sus amigos, no se habría reencontrado y reconectado con Sarah. Sin haber conocido a Ariana, no se habría convertido en Leen. 

Antes de robarle un beso y encender mi cuerpo y no poder parar.

Su sonrisa se amplió al recordar su primer encuentro sexual, con la diferencia de que esta vez su sonrisa era gatuna. Ariana era una criatura deliciosa con un disfrute del placer único. Sus gemidos, sus expresiones, sus reacciones a todos sus avances… toda ella era magnífica. Y había sido toda suya. Su sonrisa se borró, siendo reemplazada por una expresión amarga.

No querías lastimarme, me querías matar.

¡No! Nadie iba a matarla a ella, no lo permitiría. No de nuevo.

Miró la botella de vino vacía, una idea gestándose en su alcoholizada mente.

Si las flores habían regresado, entonces ella se arrancaría el corazón como el Hanahaki disease* requería para poder sobrevivir. Se había jurado que nadie la destrozaría de nuevo, y si para cumplir su promesa debía olvidar; ¡pues olvidar sería!

Una operación a corazón abierto estaba por comenzar.

Se quitó el abrigo nada más entrar dentro del bar. La música estridente sonaba por doquier, las luces la cegaban un poco —nunca había sido del agrado de las luces intermitentes—, el humo del cigarrillo molestó su nariz pero no le dió importancia.

Se sintió poderosa cuando se dió cuenta cómo la gente volteaba a mirarla, su apariencia realmente resaltaba entre la multitud. Sus caderas anchas estaban enfundadas en una minifalda de cuero color azul rey, combinaba perfectamente con su chaqueta negra de motociclista; la cual cubría un fino top de color gris, en conjunto con unos tacones de aguja negros. Estaba vestida para seducir. Se dirigió a la barra y pidió un shot de tequila, necesitaba olvidar y nada mejor para eso que el alcohol y el desmadre.

Estuvo bebiendo sola por un largo rato, moviendo su pie al ritmo de la música, hasta que un grupo de personas se le acercó y la invitaron a unirse a ellos en una de las mesas para unas rondas. Contenta con la distracción que ofrecían, ella aceptó.

El grupo era variopinto, por decir lo menos. Estaba conformado por tres mujeres y cuatro hombres, el alcohol los hacía parecer muy unidos. Bromeaban y jugaban entre ellos sin ningún tipo de molestia. Belén se sentó allí y disfrutó de una noche de relajación sin ninguna preocupación en mente, pero manteniendo su objetivo.

Uno de los chicos, el que parecía no tener pareja —no estaba segura si de verdad los otros eran parejas, había mucha confianza táctil en el grupo como para determinarlo—, se sentó a su lado y envolvió su brazo alrededor de su cintura, acariciando su piel desnuda con la punta de sus dedos; provocando que su cuerpo se estremeciera. Ella lo miró, detallando su apariencia. Era un chico bastante atractivo: alto, de mandíbula cuadrada y fuerte. Su cabello oscuro caía en finas ondas enmarcando su rostro de manera casual, pero sus ojos eran su rasgo más distintivo: brillaban de un dorado poderoso y te atraían con solo una mirada. Si a esa mirada se le agregaba la lujuria que parecía ser dirigida a ella, se convertía en una de las mejores que había visto en su vida.




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