Ariana, La De Las Flores

14. ¿QUÉ ES LO QUE QUIERES?

Yo no pensaba en el amor, ni lo creía y mucho menos lo buscaba.

Ariana, desde muy pequeña, siempre se sintió apartada. Apartada de su madre, apartada de sus hermanos, apartada por el resto de su familia y apartada de los grupos de amigos que hacía con el tiempo. Aunque hubo un particular abandono que dolió más que cualquier otro.

Yamilla Sosa tenía quince años cuando quedó embarazada de su primer hijo, quién fue concebido con el único hombre a quien ella consideró que le había amado. Al final de su embarazo, Alexander Makrony murió en un accidente de tránsito horrible del que salió hasta irreconocible.

Cuando Demián, su hijo, tuvo su primer año conoció a un hombre rico, doce años mayor, del que se hizo su amante. Un hombre que nadie en su familia nunca conoció, ni siquiera supieron el nombre. Meses después volvió a quedar embarazada.

Este misterioso amante le proveyó una casa propia y allí les visitaba cada vez que podía. O que quería.

Para los cinco años de Ariana, este hombre había desaparecido sin dejar ningún rastro.

A partir de allí comenzaron todos los problemas para Ariana.

Su hermano mayor era un idiota sin remedio al que le gustaba siempre molestarla y cuando se juntaba con su prima Bethany eran un verdadero dolor de cabeza. A raíz del abandono de ese hombre, su madre poco a poco fue sumiéndose en la depresión y también anduvo con cuánto hombre quiso para olvidar; por ende, no le prestó la debida atención a sus hijos. Para sus tías y tío, no valía el tiempo. Su tía Georgia estaba por dar a luz, su tía Ivanna vivía amargada y su tío Josué estaba luchando con una rara enfermedad. Su abuela, como siempre estaba ocupada con la empresa.

Así que si, Ariana se sintió sola, desplazada y apartada.

Luego comenzó a crecer y las críticas empezaron a llover. Ariana se creyó todas y cada una de las palabras ponzoñosas que escuchó a lo largo de su adolescencia.

Por eso, cuando entró en la universidad no imaginó que lo conocería a él. Ni que su vida cambiaría tanto a partir de allí.

Y de pronto, apareciste tú destrozando paredes, ideas, te volviste mi luz.

Cristian entró a su vida como un vendaval.

Fue un soplo de aire fresco que poco a poco le ayudó a salir del caparazón en el que ella solita se había metido. Al principio no quiso dejarlo entrar, mucho menos quedarse, pero el hombre era tan insistente que al final no le quedó de otra que aceptarlo en su día a día.

Cristian le hacía reír, algo que muy pocas veces hacía. Cristian le empujaba a disfrutar de las pequeñas cosas que trae la vida.

Con él, la vida se volvió mejor. Más dulce, más tranquila, menos pesada y menos oscura.

Yo no sabía que con un beso se podría parar el tiempo y lo aprendí de ti.

No imaginó, ni en sus mejores sueños, que terminaría enamorada de ese maravilloso hombre. Y que encima le correspondiera era sublime.

Su primer beso juntos fue magnífico, a su parecer. Tantas sensaciones, tanto sentimiento.

Ni que con solo una mirada dominaras cada espacio que hay dentro de mi.

Su primera vez juntos fue producto de la calentura.

Cristian le había visto con poca ropa por error y la mirada que le envió le dejó clavada en su sitio. Calor, demasiado calor recorría su cuerpo.

El deseo en las pupilas de Cristian le mareo, le resultaba imposible que un hombre tan hermoso como él le deseara a ella, que era tan fea y poca cosa. Cuando él se acercó, Ariana perdió la noción de todo y cuando la recuperó, había vuelto desde la luna a donde él la había llevado.

Desde ese entonces, cada vez que esa mirada aparecía, el centro de Ariana palpitaba y se humedecía, volviéndola una masa temblorosa de sumisión perfecta.

Tampoco sabía que podía amarte tanto hasta entregarme y ser presa de tus labios, descubrí que si.

El amor creció y creció hasta que Ariana sentía que todo su ser explotaría en millones de partículas. Creció tanto que no podía imaginarse sin Cristian en su vida.

Cristian le había ayudado a crecer, a creer en sí misma. A quererse un poco más, a aceptarse poco a poco y con pasos de bebé.

Ariana sabía que le amaría siempre, sin importar qué. No sabía que sería de su futuro juntos, pero ella lo amaría siempre por todo lo que le había dado: toda la alegría, el amor, la amistad y el consuelo que Cristian le había dado; habían hecho que ganara un lugar muy especial en su corazón.

Jamás pensé sentirme sola y fría y tonta aún estando acompañada.

Pero, como todo en esta vida, nada es color de rosas por siempre.

Los desacuerdos empezaron, lo que trajo consigo peleas y discusiones. Su familia no lo aceptaba, tampoco. Luego, la inseguridad de Ariana también entró en escena e hizo de las suyas. Él comenzó a cambiar y ella solo se quedó viendo cómo se transformaba sin poder hacer nada.

Después todo se volvió monotonía. Luego tantas mentiras que ya ni tú te las creías.

Comenzaron a verse menos, las excusas llovían desde ambos extremos y la monotonía se hizo cargo de su relación. Poco a poco, la rutina se llevó la pasión de su relación. No culpaba a Cristian por completo, sabía y reconocía que ella también era culpable.

Pero, la desconfianza llegó y nunca se fue. 

Yo no sabía que con sus besos iba a reemplazar los tuyos.

—¿Cristian?— preguntó sorprendida a la persona frente a ella. No esperaba verlo de nuevo, sinceramente.

Cristian sonrió nerviosamente, sintiendo sus manos sudar. ¿Por qué demonios había vuelto? ¡Debería haberse ido sin mirar atrás y sin que le importara nada!

Ariana miró el ramo de rosas en manos de Cristian y alzó una ceja, incrédula. Está bien que era la loca de las flores, pero eso no quería decir que las flores la compraran.




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