Ariana había llamado a una reunión de departamento. Todo bien hasta ahí, lo extraño radicaba en que solo había llamado a los integrantes del equipo maravilla y no a todo el departamento, como era costumbre.
Así que todos estaban bastante curiosos de saber cuál era el contenido y el propósito de esta reunión.
Nunca imaginaron que el tema central sería Belén.
—Quiere decir que volvió a Venezuela— explicó Sarah con aire de fatalidad. Ariana sintió que su mundo se venía abajo.
—¡Joder Ariana, ahora sí que la hiciste!—, sonó una voz sorprendida desde la puerta. Rápidamente, la atención se centró en el recién llegado, el equipo maravilla frunció el ceño ante la vista.
—¡Se fue del país Cristian, ella se fue!— lamentó Ariana, sin respiración.
Yo sé que fue por mi que acabó esta historia.
Cristian se acercó a la mujer sufriente que ni siquiera se había dado cuenta de que lloraba de forma silenciosa, y que hasta hace poco había sido su novia falsa pero se había convertido en su mejor amiga. Le abrazó, tomándola en sus brazos sabiendo que lo necesitaba por estar a punto de derrumbarse.
Y eso hizo, Ariana se aferró con fuerza a Cristian y lloró todo el dolor que guardaba desde el comienzo de todo este desastre en el que se convirtió su vida; desde que su abuela había decidido convertirla en su sucesora.
Los chicos la vieron con distintos grados de emoción, unos con curiosidad mezclada con incertidumbre; otros con culpa y preocupación y otros con angustia.
—¿Ari?— llamó Lizzy con incertidumbre.
—¿Qué?— respondió Ariana con sequedad, su voz pastosa por el llanto. Cristian hizo una mueca. Oh-oh, viene el peligro, pensó.
—¿Por qué lloras?— preguntó Lizzy suavemente.
—Es obvio— respondió Cristian por Ariana, arrastrando las palabras. —Llora por qué Belén se fue.
—¿Y a ella que le importa?— atacó Ana con dureza.
—¿Que por qué me importa?— gruñó Ariana. ¡Era suficiente! Su paciencia se había agotado. —¿Realmente fuimos amigos alguna vez?
—¡Por supuesto que sí!—, saltaron todos.
—La amistad y la confianza no son para cualquiera, definitivamente— ironizó Ariana molesta, mirándolos con furia ardiente brotando de sus poros.
»¿Acaso yo estaba pintada en la pared, cuerda de idiotas?— preguntó en un gruñido, haciéndoles saltar por el salvajismo oculto en sus expresión. —¿Alguien se preocupó por conocer mi versión de los hechos? ¿Alguno supo o se interesó por lo que me pasaba por la cabeza? ¿Alguno se acercó siquiera pensando que yo también necesitaba ayuda, de amigos que me apoyaron?
»¡NO!— gritó con fuerza, todos bajaron la cabeza en señal de contrición. Pero Ariana fue implacable —: Ninguno se preocupó por ser mi amigo, por ayudarme a resolver el revoltijo de estambre que tenía en la cabeza, por saber qué sentía yo al estar con ella o por hacerle lo que le hice. ¡Y ni siquiera pongan esa cara de lamentos!
»Les agradezco por estar allí para Leen, pero yo también los necesité— terminó en un sollozó. Cristian rápidamente fue y la abrazó. Su pobre florecillas había soportado mucho en los últimos meses y él era en parte culpable de ese sufrimiento.
—Muy bien Ariana, has despertado de tu profundo letargo— señaló Ana, con voz y rostro serio. —Y sé que te fallé, pero no voy a fallarle a Leen en esto. ¿Qué tanto te importa?
Por qué nunca admití estar enamorada. Siempre lo supe y no dije nada: mi corazón se quiso esconder.
Ariana contempló sus rostros, estudiandolos, midiendo el grado de lealtad que tenían hacia ellas. Preguntándose si era seguro volver a confiar en ellos para sostenerla si volvía a caer. Quiso creer que si.
—Yo la quería, antes de acostarme con ella la primera vez— comenzó con voz trémula. Su vista fija en el vacío. —Y después todo evolucionó, pero no quería aceptarlo. Acababa de salir de una decepción amorosa, no quería otra. Y ella tampoco daba señales de que lo que pasaba entre nosotras, estaba pasando. Yo…
—Te ayudaremos—, resolvió Ana con dulzura, volviendo a ser su ser suave habitual. Todos asintieron. —Al parecer te hizo bien el veneno de la viuda negra— bromeó, haciendo a todos, menos Ariana y Cristian, reír.
—Sarah, pregúntale cuándo y por qué se fue— ordenó Ángela.
Sarah así lo hizo y luego todos comenzaron a ponerse al día, mientras esperaban la respuesta de Leen. Pronto, el teléfono de Sarah empezó a vibrar anunciando un mensaje nuevo.
—Es una nota de voz— informó y de inmediato la puso a reproducir.
—Yo… Bueno, Sarah—, se escuchó la voz vacilante de Leen inundando la silenciosa sala. —Ya ves, estoy en casa. Hace diez días me vine, pero llegué hace una semana. Tú sabes, el trasbordo y todo eso. Le pedí a Alfred que me fuera a buscar y estoy quedándome con él en casa de mamá Chalina.
—Hola Sarah— se escuchó la grave voz de Alfred.
—Shhh, ¡échale pa'llá, metiche!—, Belén reprendió, haciendo a todos reir. —Sobre por qué me fuí, yo… Hice una locura, por el despecho. Luego, quise ir con todo para luchar con ella, cansada de esperar. Ya sabes que no soy el epítome de la paciencia. Entonces, los vi juntos y oí cómo se declaraban su amor y… Yo, solo, no pude soportarlo y corrí. Al final corrí tanto que terminé poniendo tierra de por medio, necesitaba alejarme Sarah.
Un silencio tenso recorrió la habitación, todos intentaban procesar que una de sus amigas había huido a su viejo hogar sin decirles.
—¿Cuándo… Cuándo regresa?— preguntó Martha con la voz hecha un hilo. Angustiada, así estaba. ¿Cómo podrían cuidar de su amiga si ella estaba tan lejos?
—Espera que responda— dijo Sarah con rostro sereno, pero su voz delataba su ansiedad.
—Bueno…— Se reprodujo una vez que llegó un nuevo mensaje. —El pasaje está para dentro de seis meses, pero no sé si me vaya en esas fechas. Tal vez me vaya antes, tal vez después. Todo depende de cuánto me dure el dinero y de si quiero quedarme y perder la residencia. Cuando ando de impulsiva no pienso con claridad.