Ariana, La De Las Flores

18. No hay nadie más, tienes que ser tú

Su mundo entero se tambaleaba.

No era la primera vez, eso era seguro. Pero si era la primera en que sentía que todo a su alrededor caía. Como el efecto dominó, mueves una pieza y entonces todas empiezan a caer con una velocidad cada vez mayor, pero cuando termina rodeandote solo quedan escombros.

Y así se sentía ella, desolada en medio de escombros, tierra y dolor.

No podía soportarlo. Su corazón antes marchito por la ausencia ahora se deshojaba al tener frente a si la prueba tangible de que había perdido a la única persona que le amaba incondicionalmente.

Se dió media vuelta y huyó de las consecuencias de sus actos.

Cariño, lo veo en tus ojos, estás decepcionada.

Mientras Ariana corría lejos, incapaz de ver la realidad ante sus ojos, Sarah y Cristian se acercaron hasta donde estaban los dos amigos aún sin notar la anomalía en la mujer a la que habían ido a buscar.

—¡Leen!— Sarah llamó, su voz dejando traslucir la emoción que ver a su amiga le generaba.

Belén se congeló al oír el grito a sus espaldas. ¿Cuántas posibilidades había de que alguien más en el centro comercial se llamara Leen? ¿Cuántas más de que quien llamara tuviera la misma voz que su amiga Sarah?

Si, exacto. Muy pocas.

—¿Pasa algo?— Alfred a su lado preguntó, preocupado por su repentina quietud. ¡Ay no, que no sea sobre el bebé! ¡Dios no permitas que sea sobre el bebé!, fueron los pensamientos histéricos de Alfred.

—¡Leen!—, volvió a escuchar. Esta vez, Alfred logro escucharlo y levantó la cejas, sorprendido.

—¿Ese es tu nuevo apodo? Más importante aún, ¿esa es la voz de Sarah?— preguntó.

—Si— respondió, haciendo estallar la p. —Ese tono malcriado lo reconocería de aquí a pequin— bromeó, mientras compartía una sonrisa divertida con su mejor amigo y se daba la vuelta.

Parpadeó sin parar por segundos al apreciar la vista que se le mostraba enfrente. No, la visión no desaparecía.

Sarah, su negra Sarah, caminaba hacia ellos tomada de la mano de Cristian-Jodido-Idiota, quién muy campante sonreía curiosamente demasiado feliz.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Belén una vez que ellos llegaron hasta donde estaban, mirando fijamente a Sarah y negándose a mirar a Cristian, la herida todavía estaba abierta.

—Si, cariño. Yo también me alegro de verte— rezongó Sarah con sarcasmo. —¡Buscándote, pues! ¿Qué más vendría a hacer yo a este país perdido de la gracia de Dios?

Leen hizo una mueca, ella no iba a quedarse. ¿Por qué habían venido a buscarla?

—Vamos a un sitio más tranquilo, para que puedan hablar— propuso Alfred, dando masajes tranquilizadores en su espalda notando su tensión.

Todos asintieron de acuerdo y, con Alfred guiando el camino, se dirigieron a la parte más tranquila de la feria de comida. Una vez que se ubicaron en una mesa, se miraron fijamente, midiendose y tratando de ver qué tanto había cambiado el otro desde la última vez que se habían visto.

—Tengo que saber, ¿qué carajos hace él aquí?— preguntó Belén bruscamente, luego entrecerró los ojos —: ¿Y por qué demonios parecen tan unidos?

—Uhm… Bueno, nosotros...— titubeó Sarah.

—¿Engañaste a Ariana?— gruñó Leen entredientes, en dirección a Cristian.

Cristian jadeó sorprendido, no había imaginado que la atención de una embarazada sobreprotectora y enamorada de su mejor amiga se centraría en él. Mejor se iba al Amazonas y enfrentaba un enjambre de bestias hambrientas y furiosas. Le salía más barato que enfrentar a la mujer frente a él.

Alfred sonrió de lado, divertido. Venganza, dulce venganza, pensó. Belén ya era emocional y sobreprotectora antes del embarazo, con el embarazo había que cuidarse hasta de dónde se pisaba. Y este mequetrefe era en parte culpable del sufrimiento de su mejor amiga, que lidiara con su furia era lo menos que se merecía.

—Yo, no… Bueno, sí— titubeó, incómodo, pero reaccionó rápido al ver la furia encenderse en esos ojos marrones tan expresivos. —¡Pero no fue con Sarah!

—Explicate— demandó separando las sílabas.

Y entonces, Cristian cantó como un canario todo lo que había pasado y de lo que ella no se había enterado. El motivo detrás de su ruptura con Ariana, la historia escondida pero verdadera sobre su relación con ella, la ambición y envidia de la familia paterna de Ariana. Y lo más sorprendente, su incipiente relación con Sarah.

—¿Y por qué ustedes?— preguntó al final, con calma.

—¿Cómo?— preguntó Sarah confusa.

Belén se acarició el vientre, sintiendo a su bebé moverse y sopesando si dar a conocer lo que pasaba por su cabeza.

—¿Qué pasa Vida? ¿Te está molestando?— preguntó Alfred, preocupado al verla tocarse el vientre.

—Uhm… No, no— respondió distraída. —Amor, quiero pizza. ¿Compramos para hacer en casa?— pidió con un puchero. —¡Oh, y cómprate una malta*, por favor!— siguió con una mirada soñadora. Alfred asintió con una sonrisa cariñosa. De fiera salvaje a gatito mimoso en menos de un minuto, ¡esa era su mejor amiga!

¿Amor?, se preguntó Cristian. ¿Tan rápido había superado todo? ¿Sería él el padre del bebé?

—¡Bien! Vamos al supermercado y de allí a casa— dijo Belén, mientras se levantaba con cuidado de su asiento. Alfred siguiendo sus pasos. —¿Tienen como llegar ustedes? Sarah sabe cómo llegar.

—Eh...  Sí, arrendamos un auto— respondió Sarah sin procesar aún el carácter cambiante de su amiga.

—Genial, entonces nos vemos allá. Yo iré con Alfred por mis tres litros de malta y los ingredientes de la pizza. ¡Ciao!

Y dándose la vuelta, se fueron tomados de la mano.

—Ella es todo un personaje, ¿no?— Cristian suspiró.

Sarah solo rió.

Porque yo soy el tonto a quien le regalaste tu corazón.

Cuando Cristian y Sarah volvieron al auto, encontraron a Ariana llorando acurrucada en los asientos traseros. Ambos entraron y se acomodaron en los asientos delanteros, se miraron con cansancio y resignación y suspiraron.




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