Ariel y Uriel - Almas hermanas

Capítulo 5- Controversia familiar

— ¿Ya terminaste de leer todas las cartas? —me pregunta Ariel mientras ayudamos a llevar las cosas de la comida al jardín de la casa, y obviamente cuando no hay nadie

—No aún no, me quedan unas cuantas —contesto en voz baja

—Has dormido ¿verdad? —me pregunta risueña

—Por supuesto Ariel, que preguntas haces —les tuerzo los ojos amablemente

—Bueno es que como apenas y te vi salir ayer de tu recamara —comienza a caminar a la salida de la cocina

—Era sábado, puedo quedarme en la cama de vez en cuando para descansar —la sigo  

—Y seguimos con lo de descansar —parlotea—ya cambia de pretexto hermano que ese mira —se detiene y me mira a los ojos—lo manejo así ira. —truena sus dedos y sonríe con altanería. Entrecierro mi mirar. —No hace falta fingir conmigo hermano —retoma el avance  

—Bueno está bien. —la sigo, sosteniendo unos cuantos platos en mis manos. —La verdad es que me la pasé leyendo —ella se gira y sonríe

—Te tiene atrapado —me dice con actitud jovial

—Más bien intrigado —aclaro en lo que llegamos a la terraza en el jardín

—Es por las palabras de mamá —me mira un segundo. Se encuentra poniendo la mesa

— ¿Por qué más sería entonces? —respondo con sarcasmo

—Deberías estar feliz —me dice risueña—él realmente se está enamorando de ti

—Esto es arriesgado —resoplo levemente y aprieto los barrotes de la silla

—A ver hermano. —abre la silla continua y se sienta. Imito su acto antes de que me lo ordene. —Ya que no me dejas entrar a tu mente, se totalmente sincero y dime —me mira a los ojos—después de leer todas esas cartas y descubrir lo de su corazón dime ¿existe la más mínima posibilidad de que tú intentes luchar por esto? —me muestro pensativo—se honesto Uriel, de otra forma no puedo ayudarte

—Quizás sí —respondo al fin    

— ¿Y cuál es el problema? —ríe un poco al preguntar

—Por favor Ariel deja de hacer preguntas que denoten que eres ingenua a todo lo peculiar que nos rodea —le digo y tuerzo los ojos  

—Fuiste tú quien vio por sus propios ojos que Dylan se está enamorando de ti —sonríe—tú no querías ilusionarlo porque creías que se trataba de una simple jugada en falso del corazón, pero ahora que has comprobado que no es así, no veo la razón del por qué no intentarlo. —suspiro. —Requirió de mucho valor para poder decírtelo Uriel, a pesar de que tú ya lo sabías

—No a este grado —digo irónico

—Solo dale una oportunidad, ya está más para acá que para allá —asiente y sonríe—ya es tarde para volver a atrás

—Temo obligarlo a andar un sendero hacia un destino vacío —expreso con voz tranquila

—A pesar de lo mucho que puedes lograr saber y asegurar con total certeza, esto no lo sabes. —niega. —Uriel ¿cuántas veces hemos hablado de la fría certeza de quedarnos solos? —la miro a los ojos. —Ahora tienes frente a tus ojos la posibilidad de impedir eso, de enamorarte hermano, de pasar por esta hermosa e increíble experiencia. —sonríe. —Quizás yo no corra con la misma suerte —suspiro

—No les digas nada a nuestros padres, necesito pensar en qué hacer, y ya sabes cómo son. —giro mis ojos. —Lo último que quiero es que vayan a ensañarse con él, envolviéndolo en toda una sarta de conjeturas absurdas    

— ¿Crees que podrían vincularlo con una artimaña de Lucifer?

—Por supuesto. —espeto enseguida. —Todo esto se sale por completo de lo ordinario, ¿cómo crees que lo van a tomar?

—Tienes razón. —ratifica, algo pensativa. —Pero ¿sabes algo? —su expresión cambia de lo ensimismado a lo risueño

— ¿Qué?, me preocupa cuando me miras así —reímos levemente

—Todo esto te ha hecho retirar tu atención del profesor Luis Fernando. —eso me toma por sorpresa. —Ni siquiera lo veías venir —añade jovial

—La verdad se me cruzó y no fui lo suficientemente rápido —respondo haciéndola reír aún más

— ¿Le darás una oportunidad? —mi expresión regresa a la neutralidad

—No lo sé Ariel, nuestra vida es complicada, y parece que él está muy satisfecho con la paz que hay en su vida —resoplo

— ¿Por qué no dejas que él lo decida? —sugiere coqueta

—Porque para hacerlo tendría que revelarle quién soy —respondo con obviedad

—No necesariamente —mueve sus hombros—solo deja que lo vaya descubriendo durante la marcha

—No, no lo sé, necesito pensarlo —niego un par de veces. Ella se pone de pie

—O quizás leer un poco más —dice risueña y regresa a continuar poniendo la mesa.

—Te ayudo —tomo un puño de cubiertos

—Que considerado. —una pequeña risita nos aborda.

Hoy era domingo, habían pasado dos días desde que recibí esas cartas, y sí, el día de ayer me la pasé casi todo el día leyéndolas, de hecho, releí varias, por razones como la gracia que me hicieron las palabras, o porque me encantó y punto. Ya solo me restaban alrededor de diez cartas, las leería al regresar a casa. Mañana quizás lo vería, y no sabía de qué forma iba a reaccionar, no sé si acercarme y darle una oportunidad, o alejarme y salvarlo de una vida embarazosa. Las especulaciones de mamá no han dejado de darme vueltas en la cabeza, me encantaría el poder buscar y encontrar una respuesta más concreta a este hecho tan insólito, pero si mi madre es la arcángel suprema del amor y no puede descifrarlo, entonces las posibilidades de que alguien más pueda hacerlo se reducen a cero, un cero que resta mil puntos a mi favor.




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