Ariel y Uriel - Almas hermanas

Capítulo 10- Te cuento quién soy

—Pero ¿y mis papás? —cuestiona Dylan, con aspecto preocupado. Papá resopla.

—Hablaremos en casa hijo —le dice directamente a Dylan

—Está bien. —acepta Dylan y me mira de reojo.

— ¿Pueden volar? —nos cuestiona mamá

—Sí mamá —responde Ariel enseguida

— ¿Uriel? —me pregunta papá directamente

—Sí papá estoy bien. Descuida

—Bien. —dice y asiente una vez. —Vienes conmigo hijo —se dirige a Dylan

—No. —difiero en un clic. —Yo lo llevaré

—Estás lastimado hijo —argumenta mamá

—Estoy bien. —le pelo los ojos. —Mamá

—Creo que puede hacerlo. —me apoya el profesor. —Y no creo que sea conveniente el seguir discutiendo aquí. —advierte con severidad. —Los veré en su casa —es lo último que dice antes de dar la vuelta

—Vamos detrás de ustedes. —ordena papá.

Sin hacerlo esperar, Ariel extiende sus alas y se lanza a los aires.

—Temo preguntar si vas a hacer lo mismo. —me dice Dylan con un timbre de voz preocupado. Él observa a Ariel levitando en el aire.

—Solo sujétate. —cierro mis ojos y siento que mis alas aparecen.

—Dios. Esto va a estar de locos. —cierra sus ojos y aprieta los párpados.

Él seguía manteniendo uno de sus brazos por detrás de mis hombros. Coloco una mano en su cintura y presiono levemente. Tomo impulso y salgo disparado.

Apenas lo hago, un enorme y prolongado grito huye de la garganta de Dylan. Se sujeta con fuerza a mi cuerpo.

— ¡DIOS SANTO, PERO QUÉ CARAJOS! —grita y forcejea.

Yo me concentro en mi labor y alcanzo a Ariel. Nuestros padres se colocan a nuestras espaldas; como montando guardia. 

Poco a poco la respiración de Dylan vuelve a la normalidad. Su hálito se había disparado junto con nosotros al aire. Sus ojos seguían abiertos como platos, pero ahora se daba la oportunidad de gozar de la vista.  

—Dios. No puedo creer que esto esté pasando. —argumenta mientras mira hacia abajo.

Volamos un poco por encima de las nubes. La niebla cubría la imagen de la ciudad como un velo semitransparente.

—Te dije que era complicado. —respondo cabizbajo. Sin mirarlo. Él gira su rostro y me mira.

—Estoy asustado. —me dice apacible. —Pero no me arrepiento de mi elección. —lo miro un segundo, y me limito a tan solo hacer eso.  

Ariel desciende de improviso y yo imito su acto. Ella baja en picada. Haría lo mismo, pero dado a que llevo a Dylan conmigo, me veo imposibilitado a copiar eso. Aterriza sujetándose el hombro aún y al son en que toca tierra de nuevo, su aspecto mundano vuelve.

—Vamos a caer. —le aviso antes de terminar con pies en la azotea de nuestra casa.

Nuestros papás aterrizan a mis espaldas y nos obligan a entrar de inmediato. Bajamos hasta la planta principal y nos dirigimos a la sala.  

—Con cuidado —mamá me ayuda a tomar asiento y papá hace lo mismo con Ariel

—Yo puedo mamá —le digo tratando de no sonar grosero

—Tienes fracturada la muñeca —expone mamá tomándola con cuidado

—Ya sanará —aseguro tomando un respiro. En verdad me sentía muy adolorido

—No está en duda. Pero es mejor que aceleremos el proceso. —argumenta papá con firmeza.  

Sujeta mi muñeca herida entre sus manos. Me mira muy fijamente a los ojos. Sé lo que está a punto de hacer.

—Aquí voy. ¿Está bien? —me pide autorización

—Está bien papá. Hazlo. —lo miro. Asiento una vez con mi cabeza y aprieto los dientes.

Él respira una vez y sin darme la fortuna de una cuenta regresiva, truena el hueso de mi muñeca para volver a ponerlo en su lugar. Un grito se me escapa y enseguida vuelvo yo a sujetarme la muñeca.

—Ya quedó, ya quedó. —me tranquiliza él.

Yo tengo los ojos cerrados y me retorcía un poco en el asiento. Pero cuando abro los ojos, en verdad observo que la curación se ha acelerado. Mi respiración lucha por recuperar su ritmo normal.

—Gracias. —le digo a papá.

Este asiente y luego se dirige con Ariel.

—Hay que colocar el hueso en su lugar hija —le dice papá

—Y será mejor que lo hagas cuanto antes. —responde ella girándose al lado contrario.

Papá toma su hombro con cuidado, y después escucho el cómo su hueso truena y el cómo su garganta expulsa un alarido de dolor.

—Ya está hija. Ya está. —le dice mamá acariciando su cabello

Observo a Dylan y me encuentro con un chico desorientado e impactado.

—Lamento que tengas que pasar por esta situación. —le digo de frente.

Se encontraba sentado en el sofá de enfrente. Todos los demás centran su atención en esto. Él me mira detenidamente por un par de segundos.




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