Ariel y Uriel - Almas hermanas

Capítulo 12- Arcángeles Chamuanos

— ¿Qué sucede? —escupo enseguida; mirando el como el humo se extiende y se crea una considerable masa gruesa de niebla

—Creo saberlo. —responde al tiempo en que busca al origen de tan esporádico evento.

Mira a nuestros lados y una chica de cabello blanco, largo y suelto aparece de repente por la orilla.

—Meredith ¿qué haces aquí? —escupe este sin hacerse esperar  

—Tienen que salir de aquí. —responde y camina rápido a nosotros. —Nos ocuparemos

—No es su pelea. Pondrán en riesgo a su nación —refuta Lucifer

—No creo que estés atrasado en noticias Lucifer. —argumenta ella mirándole a los ojos. —Sabes que en riesgo estamos hace muchos años. Al menos ahora existe la posibilidad de que eso cambie. Y lo veremos en el consejo —ella hablaba, pero también escuchaba que se libraba una lucha dentro de toda esa masa

— ¿Quién pelea con Raziel? —le pregunto yo directamente. Ella me mira

—Los suyos —dice con una media sonrisa y en ello, Ariel aparece detrás suyo

— ¿Ariel? —escupo con gran asombro. Ella me sonríe

—En verdad que me gustaría saludar como es debido, pero debemos salir de aquí —argumenta ella con voz apresurada

—Concuerdo. No los detendrán por mucho tiempo —escucho detrás de mí. Me giro

— ¿Azarel? ¿Endel? ¿Todos están aquí? —estaba realmente sorprendido. Ellos sonríen mediamente

—No todos. Pero lo harán —responde Azarel

—Somos arcángeles chamuanos. Y si atacan a uno, nos atacan a todos —añade Endel

—Tenía un plan. Sacar a sus hijos de aquí y ya se hizo. —espeta Lucifer. —No había por qué arriesgar a más gente

—Tú tenías tu plan y nuestra reina tenía el suyo, así que ya no pierdan más el tiempo y salgan de aquí. Necesitan a su padre Lucifer. —ella me mira un momento. —Y te necesitan a ti también. Vayan

—No podemos dejarlos luchando. —demando yo ahora. —Es mi pelea

—Samuel no es momento para necedades. —me reprime Ariel. —Se viene algo mucho más grande y debes estar con tus hijos. Salgamos ya

— ¡Señor tiene que ser ya! —me dice Azarel

—Ve. —vuelve a decirle Meredith a Lucifer. —Sabes a dónde ir y cómo entrar. Recuérdalo. Deja que tus emociones fluyan  

—Gracias Meredith —agradece este

—Nos veremos pronto descuida —denota al tiempo en que sonríe

—Gracias —agradezco yo también

—Vayan —es lo que me contesta

—Por aquí. —Ariel marca la ruta de evacuación.

Sube las escaleras y la seguimos a paso largo. Llega hasta la segunda planta y continúa a la azotea. Arribamos y todos se reúnen formando un círculo en medio del espacio.

—Tú diriges Lucifer —le dice Ariel a este

—Claro. —responde al clic. —Sigan mi coche

—Pero ¿qué dices? —escupo con ironía

—No voy a dejar mi coche —responde a la defensiva  

—Ay no estoy para tus juegos. —respondo con desgrado.

Extiendo mis alas, cojo uno de sus brazos, me lo paso por el cuello, sujeto su cintura y me lanzo a los aires. Todo eso en un segundo. Él escupe un grito prolongado mientras asciendo como bala que corta el viento. Los golpes bruscos de aire se detienen en cuanto traspaso las nubes. La calma llega, así como una imagen hermosa en el horizonte. Mezclas de colores; blanco, naranja, azul, rosa. Es hermoso.

Su respiración está algo acelerada. Observa al frente con la mirada engrandecida.

—Padre. Había olvidado el cómo se sentía esto —confiesa sin retirar su mirada de esa dirección    

—Bueno cualquier humano justo ahora se estaría asfixiando debido a la altura. Lo cual no es tu caso, así que definitivamente sigues siendo un arcángel —digo con algo de humor

—Gracias. Tenía tantas dudas respecto a eso. —responde sarcástico, pero consigue reír luego de ello. —Te advierto que si le pasa algo a mi coche te haré a ti el único responsable —y el humor se le esfuma de repente

—Estamos entrando a una batalla, o una guerra quizás y tú te preocupas por un coche ¿es en serio? —expreso girando un poco mi cabeza

—Ese coche es una extensión más de mí —responde con firmeza

— ¿Y ahora hablas como humano? —enarco mis cejas   

—He vivido como uno lo suficiente —una risita se me escapa

—Bueno dime a dónde me dirijo antes de que cualquier otro arcángel nos detecte —los demás arcángeles volaban a nuestro alrededor

—Al mar. —responde rápido. —Hay que ir al mar

— ¿Por qué al mar? —cuestiono al tiempo en que cambio de dirección de vuelo. — ¿A dónde enviaste a mis hijos? ¿Quién era esa mujer? ¿Y cómo es que Ariel está de nuestro lado cuando fue ella precisamente la que me advirtió sobre ti hace años?

—Veo que sigues con la costumbre de soltar una docena de preguntas en una sola oración —dice torciéndome los ojos




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