—Por favor guarden silencio —digo al tiempo en que me cubro los oídos
— ¡Aquí no es un centro de estudios Miguel! —responde con voz crecida un chico alto, muy delgado y con una cara de pocos amigos.
Algo pasa, lo miro, hablo, me muevo, pero no es mi voz, no soy yo. Estoy viendo todo esto a través de los ojos de otra persona.
— ¡Evan bájale chingada madre! —grita la señora quien parece ser la madre.
Hay demasiado ruido; una bocina a todo volumen reproduciendo una música que está causando que los tímpanos del chico casi se rompan. Puedo sentirlo en carne propia, como si me pasara a mí.
Se cubre con una mano el oído izquierdo, con la otra sujeta la punta del lápiz táctil e intenta seguir trabajando. Intenta no escuchar, pero es imposible, esa música está por reventarle la cabeza.
— ¡Evan bájale chingado! —grita con mucha frustración, y yo lo agradezco; esa música estaba acabando conmigo.
— ¡Vete a otro lado a hacer tu tarea y no estés chingando! —responde este al tiempo en que sigue vistiéndose y cantando frente al espejo.
Siento que aprieto o aprieta los puños por debajo de la mesa. Sus párpados presionan los ojos con fuerza.
— ¡Bájale por favor! —vuelve a gritar, más a el chico parece no importarle.
Vuelve a colocar sus manos en sus oídos y ejerce suma presión para disipar el estruendoso escándalo. Sus párpados se cierran todavía más, sus dientes superiores aplastan los inferiores con coraje. Uno, dos, tres y se escucha que algo explota…
Me levanto de golpe. Tengo la respiración acelerada y el pecho humedecido. Me cuesta un par de segundos regresar al presente. No es una emoción familiar, hacía años que no soñaba, no es algo muy común, a decir verdad nada común en mí y en Ariel. Cuando sucede, es como un tipo de predicción o intromisión; presenciamos hechos en tiempo real por medio de los ojos de una persona. La última vez que me pasó tenía diez años; se trataba de un niño que caminaba por un callejón oscuro, lloraba, y su llanto se crecía a cada paso. Estaba atemorizado, lo sentí dentro de mí. Convencí a mis padres de buscar al niño, estaba seguro de que lo que había soñado era real. Ellos dudaron un poco, o mucho para ser honesto, pero el hecho de que no lograban tranquilizarme los orilló a seguir mi llamado. Buscaron y comprobaron que decía la verdad; el niño llevaba horas perdido. Mis padres se encargaron de hacer que volviera a casa.
Me retiro las sábanas y me siento a la orilla de la cama, mientras recupero el aliento. Todavía puedo sentir el coraje corriendo por mis venas y como si mis oídos se hayan quedado sordos. Me sobo las sienes un poco y luego me pongo de pie. Necesito salir a tomar un poco de aire.
Han pasado tres días desde que los demás arcángeles arribaron en la nación. Todos ellos y mis padres se sumieron en una reunión que duró casi un día entero. Mis padres al igual que siempre, cuando a pesar de que dijeron que confiarían más, siguen sin revelarnos todo lo que se vive. Se sientan a hablar y no nos dejan ser parte.
El profesor sigue negado a hablar con alguien. Mis padres y yo hemos tratado de hablar con él, pero no le permite a nadie acercarse; está lidiando con muchas cosas justo ahora, y la reina dice que es mejor dejar que lo sobrelleve solo, así es él, así es como él lo prefiere, y al tratar de acercarnos, solo terminaremos alejándolo más.
Respecto a Dylan, su madre intenta que su elemento madre vuelva a enviarle el llamado que lo reconocerá como un señor del agua y del aire. Lo han sumergido en las aguas más profundas de Baisir, pero en el último intento casi se ahoga. Sé que la reina desea que se encuentre a sí mismo, pero no estoy de acuerdo en que lo sometan a esa tortura. Me molesté bastante, y aunque mamá me dijo que debía dejar que hicieran lo que tuviera que hacerse, no me importó y terminé sacándolo de ahí.
Eric, el adolescente con problemas de control de irá crece su locura a cada minuto; el estar viendo a hombres y mujeres con alas caminando por los pasillos no ayuda mucho. Quiere regresar a casa, al menos en algo estamos completamente de acuerdo con él.
Salgo y camino por el pasillo desolado. Pequeños flashazos en el agua se reflejan en los cristales del castillo; debe haber una hermosa luna llena allá afuera, puesto a que si el agua de esta nación no me engaña, es de noche.
El cristal se siente un poco frío, pero me gusta, me agrada mucho en realidad. Espero que no haya guardias a esta hora. Compruebo que no en el momento en que terminó de descender la escalera. Abandono el interior a paso largo y tomo un prolongado respiro apenas puedo sentir el aire del exterior en el interior de la fuerza cual sea esta.
Me dejo caer en el piso. Hay una marea suave en las aguas; el sonido que crea junto con el silbido del aire se asimila al de una melodía dulce y adormecedora. Mi mirada rápidamente se pierde y mis pensamientos recaen en las imágenes de mi sueño. Quizás debería alegrarme el hecho de haber tenido un sueño después de años, pero lo cierto es que cada vez que pasaba, venía acompañado de intriga e incertidumbre, y cosas como esas, es algo que no necesito en mi vida, no más.
—Que pienses demasiado me pone a pensar a mí. —la voz de Ariel me saca de mi trance.
Me sacudo la emoción y me giro a mirarla. Al igual que yo, usa un pijama totalmente blanco, de hecho, casi todo era blanco aquí.