Ariel y Uriel - Almas hermanas

Capítulo 15- Agujero de gusano

— ¡QUIERO SALIR DE AQUÍ! —grito con gran desesperación

— ¡EXIGO QUE NOS SAQUEN DE AQUÍ DE INMEDIATO! —espeta Karen igual de angustiada que yo

—Tenemos que tranquilizarnos para poder pensar con claridad —me dice Ariel

— ¡¿CREES QUE ESTOY PARA PONERME A TOMAR ESTO CON CALMA?! —grito en respuesta; con voz más alzada. — ¡MIS HIJOS ESTÁN ALLÁ AFUERA! —apunto al mar

—Hija. —la llama mi esposa con el aliento debilitado. — ¿Por qué entraron al agua?

—Estábamos aquí sentados tranquilamente —responde con voz acelerada

— ¿Por qué salieron para empezar? —le interrumpe Endel

—Porque me parece que los tres necesitábamos un poco de aire fresco. —responde e inhala aire después. —Al parecer los tres habíamos tenido el mismo sueño

— ¿Los tres? —se interesa su madre

—Sí mamá. —le responde directamente; con voz entrecortada. —Creemos que se trata de Dariel, pero es solo una especulación

—Pues conociendo a Uriel esa simple especulación los va a orillar a ponerse en riesgo. —escupo con preocupación y enfado. — ¡CARAJO! —grito y me paso las manos por la cabeza

—Relajémonos por favor. —pide Moana. — ¿Por qué entraron al agua? —reitera ella la pregunta

—Queríamos ayudar a que Dylan se encontrara con su elemento madre, y fue entonces cuando esa mujer apareció y nos ofreció su ayuda

— ¿Qué mujer? —se interesa Nerea; estaba igual de afectada que nosotros

—Dijo que la llamaban la anciana Zoila

—Por las aguas de Baisir —exclama Moana apenas mi hija responde

— ¿Qué sucede? —indaga mi hija; tanto Nerea como Moana tienen la mirada crecida. Un par de segundos y ninguna responde.  

—Vamos Nerea dinos qué sucede —exijo

—Ella ya no vive. —responde Moana. —Murió hace un siglo —mis ojos se agrandan también al escuchar eso

—Era una mujer sabia que ayudaba a los niños y jóvenes a encontrarse con nuestro elemento madre. —explica Nerea. —Y una consejera para mí. —nos mira a Karen y a mí. —No puedo volver a perder a mi hijo —añade y se le corta el aliento de nuevo

—Tranquilícese mi señora —le dice Moana; las aguas del mar se alteraron de repente

— ¿Qué más pasó? —le pregunta Ariel a una Ariel más

—Pues ella le ayudó a Dylan, y tuvo éxito. —cuenta y puedo ver una media sonrisa en ese momento. —El agua se abrió ante él, y fue entonces cuando ella sugirió que ambos se sumergieran al agua para terminar de sellar el lazo. Mencionó algo del reflejo espejo

— ¿Cómo? —se interesa Nerea 

—Al parecer su hijo y mi hermano lo comparten —responde mi hija con una media sonrisa  

—Hasta ahora lo habíamos visto como tan solo un mito —asume Ariel con asombro

—Pues al parecer ya no lo es. —expresa Zabdiel con una sonrisa. —De repente siento una enorme curiosidad por ver cómo se comporta ese fenómeno en ellos

— ¿Te molestaría si no le llamas así? —lo encaro con una expresión serena; me cuesta mantenerla dada mi situación

—Lo siento, no encontré de qué otra manera llamarle —se disculpa

—Está bien —respondo de buena gana

— ¿Cómo fue que salieron de Baisir? —pregunta Aitana

—Dylan apenas se está encontrando con el agua. —responde Nerea. —Algo debió salir mal y de manera involuntaria abrió una puerta que los sacó a ambos de aquí

— ¿Cómo es que algo tan complejo como eso puede hacerse de manera involuntaria? —inquiere Eric; ni siquiera me había percatado de que se encontraba aquí

—Te sorprenderías al ver lo peligroso que pueden llegar a ser las cosas que haces de manera instintiva —le respondo a los ojos   

—No podemos quedarnos aquí. —reclama mi mujer. —Quiero ir a buscar a mi hijo

—Queremos lo mismo. —responde Nerea con firmeza. —Y es lo que haremos

—Pero mi reina. —replica Moana. —No sabemos en qué aguas se encuentren. Y si vamos saltando de mar en mar nos exponemos a ser detectados y atacados

—Y mientras nos detenemos a pensar en esto puede que ellos ya estén librando una batalla de la cual quizás no puedan salir bien librados —respondo con disgusto

— ¡Papá por favor! —exclama mi hija; la miro. —Se más positivo —le observo y trato de respirar un poco

—Hija existe una fuerte conexión entre ustedes dos. —le dice su madre y le toma las manos. —Siempre sabes dónde está. ¿Puedes saberlo ahora?

—No. —responde y su llanto aparece. —No puedo sentirlo. Y siento un enorme vacío dentro de mí. —solloza. —Jamás había sentido esto. Es como si de la nada su presencia en mi mente y en mi corazón se haya esfumado. —en ese momento dirige su mirada a mí.

 El corazón se me encoge y me acerco a abrazarla. Mi mujer hace lo mismo y la envolvemos en nuestros brazos.

—Lo siento —añade sollozante




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