Ariel y Uriel - Almas hermanas

Capítulo 16- Despiertan los elementos

Aterrizo junto con Dylan y aguardamos detrás de unos arbustos para observar si hay personas en la calle cuando de repente siento que un peso nos golpea a ambos. Mi rostro se estrella en el césped y con eso corroboro que está realmente húmedo.

— ¡Demonios! —escupo con algo de coraje

— ¡Uriel! —escucho la voz de Ariel.

Usando mis manos como palanca, me levanto y me giro a ella; tiene una enorme sonrisa en los labios.

—Ariel. —la llamo y mi sonrisa aparece también.

Se lanza a mí y atrapa mi cuerpo en un caluroso y afectuoso abrazo.

—Por dios santo cómo te extrañé —me aprieta más fuerza

— ¿Cómo nos encontraste y de dónde saliste? —me separo de ella y sonrío ampliamente

—Encontrarte no lo sé, y de dónde salí… —mira un segundo hacia atrás. —Tampoco estoy muy segura —añade y ríe sutilmente

— ¿Cómo que no estás segura? —inquiero totalmente desconcertado

— ¿Qué dijeras si te digo que fui absorbida por una especie de portal y me escupió aquí? —me dice y enarca sus cejas

—Créeme, yo también pasé por uno. —digo y tuerzo los ojos. —Aunque no fue nada perceptible

—Diere —corrige ella y se pone de pie

— ¿Qué? —cuestiono copiando su acto

—Se llaman Dieres. —explica. —Son portales ubicados en toda masa de agua —se dirige a Dylan

— ¿Y entramos en uno de ellos? —se interesa este  

—En realidad entraron en un memoriam —corrige ella y aprieta los dientes

— ¿Un memoriam? —resalto

—Un recuerdo en el agua —esclarece Dylan

—Así es. —concuerda mi hermana. —Según a lo que dijo tu madre, es una fuerza difícil de controlar  

—Pude darme cuenta. —dice y pela los ojos un momento. Ella solo asiente y muestra una mueca amigable.  

—Bueno debemos abandonar el exterior. —añade enseguida mirando en dirección a los lados. —Hay que ir al Comnopolio de Zabdiel —da un paso

—Sí. De hecho hacia allá vamos. —digo un tanto sorprendido y ella se detiene. Me mira.

—Sí. De hecho lo dedujimos. —menciona y mi sorpresa reaparece. —Sé que tienes preguntas, pero yo también. —resalta. —Y este no es el mejor lugar para escupirlas. Necesito que me digas qué hicieron en todo este tiempo, y necesito que me ayudes a determinar si lo que acabo de decirles a mis padres y a todos fue justo o no

— ¿Tú…? —arrastro las palabras y ella solo asiente, gesticula una mueca de lado y agacha la mirada un momento.  

—Bueno parece que fue una noche difícil para los tres —expone Dylan

—Y apuesto que para algunos más que otros —dice ella y lo mira fijamente

—Estoy bien —responde él de inmediato

—Uriel —me llama ella y enarca sus cejas

—Dylan, cuando mi hermana formula un argumento como ese, no intenta averiguar qué pasa. —lo miro y muestro una media sonrisa. —Sabe lo que pasa —Dylan medio sonríe también y gira su cabeza un par de veces

—Aparentar estar bien no va con ustedes dos —bromea un poco

—No. —corrobora Ariel con convicción. —Procura no olvidarlo. Desafiarlo no termina bien. Si no pregúntale a Uriel —se da la vuelta y continúa caminando

—Cuánto la extrañé. —escupo con humor y tomo la mano de Dylan para seguirla.

El sol comienza a salir, la brisa fresca comienza a tener oponente después de horas de dominio supremo; se suele mostrar un tanto rebelde cuando le atacan, a pesar de ser un patrón que se repite a diario, una y otra vez; el punto es que ahora la sentía golpear nuestros cuerpos. Que suerte que mi elemento madre sea el aire, que sienta que me trata como su hijo primogénito y que por la gracia de Dios no perciba mi fuerte sarcasmo andante en el aire.  

Ariel se mueve al frente; igual que siempre, intenta protegernos a ambos. Parece ser un pueblo pequeño; una legión rural quedada en los años veintés. Hay pequeñas chozas con chimeneas resaliendo por los techos; realmente parece ser un pueblo hermoso. Las calles están adoquinadas, nada parejas; el suelo tiende a descender y ascender en cada tramo. Ni siquiera sé cómo, pero sabemos a dónde vamos.

De pronto ella se detiene en una esquina, se pega a la pared y su amigable brazo extendiéndose de golpe nos obliga a hacer lo mismo a Dylan y a mí. Es un par de mujeres, con largas faldas y pañoletas en la cabeza caminando por la calle contigua.

—Andando. —indica ella y retoma el avance.

Todo brilla bajo una mezcla de luz azul tenue; la luz iluminando la oscuridad. El techo sobresaliente de las paredes de las chozas funge como sobra a un quince por ciento de la calle en ambos extremos.

Seguimos andando. Una calle tras otra. Nos ocultamos de transeúnte tras otro, hasta que conseguimos llegar a una especie de…

— ¿Una iglesia? —resalta Dylan  

—Una iglesia… —dice Ariel y arrastra las palabras mientras da otro vistazo a lo que tenemos enfrente. —Bastante abandonada diría yo




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