Arkanis

Capítulo 9: El Portal de los Condenados: Amazonia.

El sol blanco de los Jardines Celestes proyectaba su luz sobre el Estadio Celestial como un foco divino, como si el mismo cielo aguardara lo que estaba por pronunciarse. Rhygar, el gran maestre de los Arcángel y voz grave se alzaba en el palco imperial, recortado contra el firmamento. Su capa carmesí ondeaba con fiereza, y la multitud de aspirantes, parados en posición firme, contenía el aliento.

En el centro del estadio, suspendida por campos de energía pulsante, flotaba una pantalla líquida del tamaño de una nave de guerra. Su superficie ondulaba con reflejos metálicos, proyectando luz sobre todos los presentes. Era el ojo que todos mirarían… el espejo que mostraría el juicio. El estadio entero estaba en silencio. El aire era denso, casi ritual.

—Aspirantes… —empezó Rhygar, su voz reverberando como trueno contenido—. El primer muro ha sido superado. Pero si creen que han enfrentado la prueba más difícil, es porque aún no han mirado al abismo.

Mientras hablaba, sus ojos —rojizos como brasas— parecían ver más allá de las murallas, como si percibiera el temblor de algo por venir.

Un murmullo sordo recorrió las gradas, como si miles de voces quisieran escapar al mismo tiempo, pero ninguna se atreviera a romper el silencio solemne. El aire era tan denso que incluso los más valientes tragaban saliva con dificultad. Algún aspirante dejó escapar una gota de sudor que le corría por la frente, sin mover un músculo. Otros, con los puños cerrados, trataban de aparentar calma. Era un clima ritual, como si el estadio entero estuviese en un templo aguardando la sentencia de un dios.

Un leve movimiento de su mano bastó. La pantalla líquida se tornó negra por un segundo, y luego mostró un planeta envuelto en bruma verde, con raíces colosales que cruzaban océanos y tormentas eléctricas recorriendo una atmósfera húmeda y densa.

Al otro lado del mundo, en las entrañas de la Zona Oscura…

Las ruinas de concreto y óxido de un viejo búnker temblaban con los ecos de motores encendidos. Diez figuras encapuchadas se desplazaban como sombras entre la niebla densa que colgaba del techo como una telaraña de polvo.

En el centro del grupo, una mujer se alzaba entre los demás. Su figura esbelta estaba cubierta por una capa hecha de plumas negras y desgastadas. Su piel era blanca como el mármol agrietado, y sobre su cabeza, el cráneo de un cuervo robusto ocultaba su rostro. Solo su voz, grave y profunda, se filtraba a través de la penumbra.

—Estén listos —dijo—. Sylas no tolerara fallos. Cuando el portal se abra no habrá vuelta atrás.

Sus palabras eran una oración y una sentencia. A su alrededor, los rebeldes armaban rifles magnéticos, cuchillas de filo de plasma y cinturones de sigilo. Una plataforma de transporte de ascenso —oxidada pero operativa— comenzaba a vibrar con energía robada. Iban directo a los Jardines Celestes. Nadie lo decía, pero todos sabían: iban a interrumpir el examen, morir intentándolo. O eso se creía.

De regreso en el estadio…

—Lo que enfrentarán —continuó Rhygar— no es un simple combate. Ni siquiera una prueba de habilidades. Es una sentencia.

Hizo un gesto con la mano, y la pantalla líquida proyectó un planeta cubierto de selva, con tres lunas alineadas y una atmósfera brumosa que latía como un corazón vivo.

—Este planeta se llama Amazonia —dijo, dejando que la palabra flotara—. Uno de los seis mundos anclados a nuestro sistema a través de los puntos de salto que conectan la Red Estelar a la que pertenece nuestro mundo Arkanis, los puntos de salto se encuentran en algunos planetas como este, para conectar las distancias en el inmenso universo. Amazonia es un planeta que no tiene civilización avanzada. No tiene ciudades. Solo vida y muerte.

El planeta giraba en la proyección, revelando vastos océanos verdes, tormentas eléctricas que atravesaban raíces flotantes, criaturas de seis patas que aullaban en las copas de los árboles como heraldos de la muerte.

—Amazonia es pura selva. No hay urbes. No hay caminos. Solo vida salvaje y muerte sigilosa. En ese lugar realizarán el segundo examen, aunque en la historia de los Arcángeles, este se llama el Segundo Muro: el de la Voluntad.

Las pantallas comenzaron a mostrar imágenes en movimiento: pantanos movedizos, árboles que respiraban, miles de árboles de más de cien metros, bestias cuadrúpedas cubiertas de musgo, simios con lanzas de hueso, brumas flotantes que ocultaban criaturas aún sin nombre, insectos de gran tamaño, y figuras humanoides de ojos vacíos que se deslizaban entre ramas como si estuvieran esperando.

—Serán divididos en grupos aleatorios de cinco aspirantes, y cada grupo será lanzado a una región dentro del perímetro del examen. Cada uno llevará un broche de identificación, además de un sensor que marcará su vida… o su muerte.

La voz de Rhygar se tornó más dura.

—Cada equipo deberá reunir ochenta broches en el plazo de dos semanas. Los broches deben ser obtenidos venciendo… o matando. Cuando lleguen a la Caseta de Intermedio, en el corazón del bosque, podrán entregarlos. Si llegan antes del plazo, deberán esperar allí. Los equipos que lleguen incompletos, sin los ochenta broches, o fuera de tiempo… serán eliminados del examen.

La pantalla proyectó la Caseta de Intermedio: una cúpula metálica con forma de lágrima caída, oculta en un claro, rodeada de bestias que patrullaban su perímetro.

—Este planeta está contenido en una zona delimitada por campos de energía. No pueden escapar. No pueden ser rescatados. Una vez dentro… el portal no volverá a abrirse hasta que las dos semanas hayan terminado.

—Ni siquiera los generales del imperio podrán intervenir. Ni yo. Si caen… caerán solos.

Desde los cielos de Amazonia, como una constelación que despertaba, miles de pequeños drones con pantallas integradas se encendieron sobre el perímetro del examen. Serían los encargados de transmitir escenas clave: peleas, heridas, muertes. Momentos trascendentales serían proyectados tanto en el estadio, como en el cielo de Amazonia, para que los propios aspirantes pudieran ver fragmentos de la guerra que se libraba a su alrededor.




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