Arkanus

Capítulo 1: Los cimientos del cambio

Todo comenzó en el reino de Indra unos cuantos años antes que se cumpla el año 26 a.g. (antes del genocidio); En aquellos días, el sol derramaba rayos abrazadores sobre la tierra, pintando un paisaje contrastante entre la aridez de la capital y la generosidad de los valles en las afueras, era tan generoso que parecía que había sido dibujado a propósito. La estación de verano estaba en su apogeo, manifestándose en la vestimenta ligera de la gente y en los frutos característicos de la región, que rebozaban de colores vivos y sabores exquisitos.

Las fuentes orales eran lo más preciado para este reino, que ostentaba con bastantes logros para el continente, pero esto no sería suficiente para seguir después de tantos años en la cumbre del poder. En cambio, esto había cambiado a duras penas, el reino de Indra que se encontraba sobreviviendo por los trueques militares y gracias a las minas de ámbar en la ciudad, el cuál permitían obtener joyería y delicados perfumes a pedido de los más extravagantes.

A pesar de su gran posicionamiento territorial, el reino de Indra se encontraba en una situación paradójica. Aunque ostentaba una riqueza cultural y territorial considerable, carecía de los recursos necesarios para mantener su estatus. La población comenzó a murmurar por las calles, clamando que 'Los dioses nos han abandonado'. Esta frase, pronunciada con amargura, se propagó entre los habitantes, especialmente entre los más longevos, quienes ansiaban más que una mera expresión, una señal que restableciera su conexión con lo divino y proporcionara respuestas a sus penurias.

Sin embargo, las sombras comenzaron a envolver a la realeza. El antiguo emperador, cuya figura siempre había sido una fuente de desconfianza y temor, se convirtió en el arquitecto de la destrucción del imperio. Su reinado, en lugar de irradiar respeto y lealtad, dejó un rastro de descontento y resentimiento entre la población, como si sus decisiones estuvieran tejidas con hilos de misterio y traición. Fue en ese momento sombrío que un empleado de la realeza quien fue la única fuente de información en esos momentos, de una manera predestinada, se encontraba buscando unos ingredientes para la cena por lo que se adentró en los siniestros bosques de eucaliptos, donde los árboles parecían susurrar secretos oscuros al viento. Allí, presenció una escena que quedaría grabada en su mente como una pesadilla interminable: las pertenencias del emperador consumidas por las llamas, como si el fuego mismo intentara devorar los secretos que ocultaban. Tres figuras emergieron, delineadas por las llamas, como si estuvieran imbuidas de un aura de tragedia. Se susurraba que eran el actual emperador, su esposa y la madre de este, sus siluetas enigmáticas se movían en una danza rítmica con las llamas en un ritual que desafiaba la lógica. Cada uno de ellos estaba envuelto en una piel gruesa, sus cabellos saltones recordaban la majestuosidad de un león, llevando consigo la marca de una carga que parecía inextinguible, incluso ante las llamas purificadoras. Pero lo más inquietante de todo fue el eco de palabras pronunciadas antes de que la última brasa se extinguiera: "Omnia mors aequat" –en el antiguo latín, "La muerte iguala todas las cosas"–, como un sombrío presagio que resonó en el aire y se desvaneció entre los árboles retorcidos. En aquel tiempo, las lenguas romances no eran tan extendidas en el continente de Arkanus, así que era imposible en ese tiempo saber de qué se trataba realmente.

Después de este hecho llegaría la coronación del nuevo monarca. Siguiendo la monarquía hereditaria, la sucesión le correspondería al hermano mayor, en este curioso caso el primogénito del monarca era hijo único así que su ascenso fue eminente. Como se tiene costumbre la ceremonia fue ostentosa hasta hostigar, se reunieron varios reinos desde el más grande hasta el más pequeño, fue un festín inimaginable; mientras todas las personas importantes del continente de Arkanus, esperaban las palabras del nuevo emperador, para saber su posición política y el alcance que tendría hacía su pueblo. Ya que como se había comentado, el reino de Indra tiene un gran posicionamiento territorial.

El día llegó y, los habitantes del reino de Indra esperaban ansiosamente las palabras de su nueva autoridad, mientras en la plaza donde estaban reunidos los curiosos, los desganados y los esperanzados, a pesar de tener una gran feria animada, se sentía la gran tensión del momento. Al cabo del mediodía cuando la luz pega más fuerte al reino de Indra, apareció su nuevo monarca en frente de ellos con un atuendo muy sencillo para ser de la realeza; con una camisa de algodón del color del océano más claro con bordados de oro en las mangas, con insignias de reconocimiento militar que brillaban tan fuertemente que combinaban perfectamente con sus ojos marrones claros , además de su cabello rizado de color marrón y su piel de color durazno, cosa que estéticamente se prestaba en perfecta armonía; Esos segundos fueron suficientes para que toda la plaza se quedara en silencio expectante, su presencia imponía respeto , su mirada transmitía calma, la tensión que había en la plaza empezó a disminuir mientras él tomaba un poco de aire para proceder a hablar.

 "Buen día para todos, yo, Reguluz Indra, juro en nombre de mis antepasados, aquellos que conquistaron mares y rincones inhóspitos de Arkanus, que nunca fallaré en mi deber hacia este reino. Aunque se trate de mis últimos días en esta tierra, no debemos inclinar la cabeza. Somos descendientes directos de generaciones que lucharon y se aventuraron para que pudiéramos vivir mejor. Espero la ayuda de todos para resurgir como el reino de antaño, donde el sol se alza primero y la oscuridad nos acoge cálidamente”. 




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