Una larga y escabrosa aguja de metal emergió de la parte superior de las cápsulas, dirigiéndose lenta, peligrosa y directamente hacia la caja torácica de los revolucionarios capturados. Nadie se movió, ni se inmuto. Excepto Sara. Apenas vio la aguja empezó a gritar. El grito duró una fracción de segundo, porque en ese mismo lapso de tiempo comprendió que gritar no la iba a ayudar en nada. Así que en centésimas de segundos tomo la decisión de no aceptar una derrota. Empezó a retorcerse hasta que pudo flexionar las piernas y comenzó a patear el contenedor en el que se encontraba. Pateo con todas sus fuerzas, pero el cristal ni siquiera sonaba o vibraba. La aguja ya estaba a un par de milímetros de su pecho. Intento moverse, quitarse del rumbo de la letal inyección, pero la cápsula era demasiado pequeña como para permitirle tal acción. De forma dolorosa la aguja se incrustó en el pecho de la chica e introdujo el viscoso líquido, haciendo que ella se arqueara de agonía.
Sara, se sintió mareada y débil. Apenas si pudo distinguir cuando su cápsula cambiaba cual espejismo, permutando su superficie cristalina a una metálica. Entonces unas pequeñas placas azules se acomodaron a cada lado de su cabeza y recordó que la voz había hablado sobre dos cosas. Aún no había terminado. No sabía que pasaría después, pero supuso que era algo malo. Tanteo con dedos torpes su ropa, en busca de algo que la pudiera ayudar a liberarse, pero solo encontró un bolígrafo. Su cuerpo se sacudió con repentina violencia con el primer choque eléctrico. Sintió que sus ojos se apagaban, iba a perder el conocimiento. Tomo el bolígrafo, levanto el brazo y con dificultad escribió algo casi ininteligible en él. Sabia por alguna razón que la querrían convertir en subyugada de ARKEDE. No permitiría que le quitaran su libertad. De todo lo que no permitiría, eso era lo único por lo que perdería hasta su vida.