Traté de levantarme una vez más, pero mis músculos ya no respondían. Era como si alguien me los hubiera arrancado. Gritos agonizantes llegaban a mis oídos, gritos de dolor y angustia. Intenté hacer caso omiso; intenté taparme los oídos de alguna manera para dejar de escuchar aquel sonido que anunciaba nuestra derrota, pero tal como esperaba, mis manos hace mucho que dejaron de ser útiles. Inevitablemente sentí como incontables lagrimas recorrían mis mejillas y desfiguraban mi rostro.
- Parece que tenías razón Greifer, aun soy muy débil.
Era su capitán y aun así les había fallado a todos. Sentí unas ganas incontrolables de dormir, de cerrar los ojos y olvidarme de todo. Tal vez en el futuro me recuerden como alguien cobarde, pero sinceramente, ya no me importa. Esta es una batalla que no podemos ganar. Expiré los que parecían mis últimos alientos de vida, mientras recordaba el día de mi ascenso a capitán; mis compañeros celebraban, mis superiores me felicitaban, pero lo más importante para mí, había sido la sonrisa de Sara ¡Dios! Ese día se veía tan feliz.
Pero también le había fallado a ella, al final, no logre salvar a nadie. Aún recuerdo los últimos días que estuve con mi pequeña hermana, me había visto con sus grandes ojos negros, y a pesar de todo lo que había pasado, su mirada estaba llena de afecto. Me había hecho prometerle que, pase lo que pase, nunca me rendiría, que cumpliría lo que, en vida, ella nunca pudo hacer. Entonces, ¿qué demonios hacia aquí tirado?
Sinceramente, no lo sé. Mis subordinados, a los que tenía que proteger, yacían muertos a mi lado; los ciudadanos hace mucho que habían evacuado, los países aliados se encontraban reducidos a cenizas, y mis superiores habían sido todos corrompidos. No quedaba nada por lo que luchar, nada por lo que vivir.
Sin embargo, aun sentía que algo estaba mal, ¿de verdad iba a morir aquí?, ¿de esta manera tan patética?, ¿me iba a dejar subyugar por esos... esos "seres"?
Mientras esos pensamientos inútiles pasaban por mi mente, cuando los últimos vestigios de vida se iban de mis ojos. Escuche un ruido lejano, algo que se interponía sobre todo lo demás. Balas. Entonces, un leve sentimiento de alivio cruzó mi pecho. Normalmente alguien no se alegraría por escuchar armas de fuego, pero eso significaba que aún había alguien allá afuera peleando contra los Radiantes. Era fácil saberlo, los Radiantes eran demasiado orgullosos como para utilizar nuestras armas.
Pero si era así ¿Quién me daba el derecho de quedarme aquí a morir? Si había una pequeña, minúscula oportunidad de vengar a mis compañeros, lo haría. A pesar de todo el dolor que recorría mi cuerpo, tomé una gran bocanada de aire. Entonces, utilizando un esfuerzo titánico intenté ponerme de pie. A cada movimiento que realizaba, podía sentir como el velo de la muerte caía sobre mí, me pareció ver toda mi vida pasar frente a mis ojos. Pero, aun así, no podía morir aquí. No debía. Me faltaba tanto por ver, tanto por sentir, que caer ahora sería ridículo.
- Además, si todavía queda alguien vivo, haré lo que sea para salvarlo...
Susurré eso para darme ánimos, ignorando completamente que, si alguien necesitaba ayuda, ese definitivamente era yo.
Logré levantar la parte superior de mi cuerpo, antes de que casi vomitara por el dolor. Me dolían todos los huesos, y podía ver que tenía moretones por todo el brazo izquierdo debido a los golpes que había recibido.
Limpié las lágrimas de mi rostro, e intenté sin éxito quitar el polvo de mi ropa. Me di cuenta, con miedo, de que la herida en mi estómago me había hecho perder más sangre de la que esperaba. Si seguía así, no sobreviviría más de dos horas, necesitaba algo para poder cerrar la herida. Inmediatamente, realicé un torniquete improvisado con mi chaqueta, esperando que sea lo suficientemente resistente para detener la hemorragia.
Cuando finalmente comprobé que mi uniforme funcionaba como un buen vendaje, me apoyé contra la pared de la habitación unos minutos para tratar de calmarme un poco. Aun podía sentir lo que sea que me había perforado la piel del estómago dentro de mí. Todo había sucedido tan rápido, apenas si tuve tiempo para reaccionar. Al parecer, fui el único que logró sobrevivir. Mis compañeros no tuvieron la misma suerte.
Inconscientemente mis ojos se volvieron fríos y el odio creció dentro de mí, tantas vidas perdidas; y todo por culpa de los Radiantes y sus estúpidas creencias. Lo peor de todo es que no pude hacer nada para impedirlo, y ahora me encontraba aquí, sin ninguna forma de escapar.
Mi mirada cayó, naturalmente, en el compartimiento derecho de mi cinturón. Normalmente estaría lleno de armamento, pero parece que las sombras pulverizaron todo lo que tenía. Sin ellas, estoy prácticamente muerto.