.A.R.M.A.

Odio frió

Toda mi vida había creído que la ciudad más avanzada del planeta, era impenetrable. Desde que los Kajins aparecieron por primera vez, cientos y cientos de medidas defensivas fueron creadas para evitar que esas bestias acabaran con la raza humana.

Torretas, armas, protocolos, militares, refugios, todo lo que fuera necesario. Y durante mucho tiempo estuvimos a la par, no importaba cuan horripilantes y grotescas fueran las criaturas, los soldados junto con la tecnología de Nextech eran suficientes para frenarlas.

Hasta que hace algunas semanas atrás, los Radiantes aparecieron por primera vez, y en cuestión de días, lograron lo que los Kajins no pudieron hacer en años, aplastarnos. Ni las bombas, ni los ejércitos, ni las armas pudieron frenarlos. Cuando me enteré de que acabaron con el conglomerado de países vecinos, y que nuestra ciudad sería la siguiente en caer, no podía creerlo.

Toda mi corta vida la había dedicado a proteger sus calles y personas, este era el único lugar que conocía y era el único al que podía llamar hogar. Por eso, verla así, me impresionaba tanto que todo a mi alrededor se paralizó. La cornisa del ventanal se resquebrajó debajo de la presión de mis manos, y sin darme cuenta, unas pequeñas lagrimas se formaron en mis ojos. Incluso estando a kilómetros, el resplandor naranja de los edificios me cegaba, y el polvo de las edificaciones me zarandeaba el rostro. Las lagunas que separaban la instalación de la ciudad, estaban teñidas de un intenso rojo, al igual que las nubes más altas del cielo.

Pero ya estaba harto de llorar. No podía hacer nada por las vidas que se perdieron, así que solo me quedaba acabar con esto de una buena vez. Greifer decía que la ira y la frustración jamás debían nublar nuestras decisiones, y tal vez estaba en lo cierto. Sin embargo, esto era algo que no podía perdonar.

De repente, un estruendo me trajo de vuelta a la realidad. Balas. Se escuchaban increíblemente cerca, tanto que casi podía oler la pólvora blanca. Sabía que estaba en lo correcto al venir aquí, los Radiantes solo podían tener ese sector como objetivo. Sin pensarlo mucho, activé los imanes, y las pistolas de inmediato volaron a mis manos.

Me apresuré en subir los últimos escalones, y, finalmente, había llegado al cuarentavo sector. La puerta había sido toscamente tirada hacia abajo, por lo que pude entrar sin demasiada dificultad.

Dentro, rápidamente divisé un cristal en forma horizontal que partía la sala de monitoreo y la de experimentación en partes iguales. La primera, estaba llena de ordenadores y botones que era mejor no tocar, mientras que la segunda, era ocupada en gran parte por una gigantesca maquinaria de acero que parecía fuera de este mundo.

El vidrio tan solo era capaz de mostrar unas cuantas piezas del colosal aparato que irradiaba una potente luz azul, a la vez que miles de cables y túneles lo hacían ver como una gran chimenea plateada. Si no hubiera estado tan concentrado en seguir el ruido de las balas, tal vez me hubiera maravillado con la arquitectura y el diseño de la máquina, pero ese no era el caso.

Continúe caminando por los estrechos pasillos de la cámara de monitoreo, hasta que un fuerte olor metálico me asaltó. Todo el lugar estaba impregnado del hedor y pronto me percaté del enorme charco rojo que se encontraba debajo de mí. Litros de sangre fresca se escurría por el suelo y formaba un pequeño recorrido hacia la parte más profunda del sector, donde las luces de las radios se apaciguaban y el sector daba comienzo a la sala de experimentación, mediante un tubo hecho a partir de cristal reforzado.

No tuve más remedio que seguir el camino, mientras me preparaba para lo peor.

Cuando me acerqué lo suficiente al tubo de cristal, pude distinguir la figura de una persona sumida en las sombras. Sus ojos estaban cerrados y ríos de sudor caían por su rostro. Durante un instante, mi corazón saltó por al fin poder encontrarme con alguien, pero toda mi emoción desapareció al verlo de cerca.

El hombre de mediana edad tenía una profunda herida en su pecho, que curiosamente, era demasiado similar a la marca que yo tenía en el estómago. Del corte salía la suficiente sangre para manchar todo su uniforme, y sus brazos agarraban un rifle de pulso con el cañón completamente partido a la mitad. Supongo que eso resolvía el misterio del arma…

- Tu no… estas… ayúdame...

Para mi sorpresa, el hombre abrió los ojos con lentitud y susurró algo imperceptible que lo llevó a escupir un poco de sangre. Rápidamente, lo ayudé a sentarse y sus ojos vidriosos me miraron con pena.

- Akil, eres tú. Pensaba que…

Después de mirarlo detenidamente, pude reconocerlo. Era uno de los principales subordinados de Greifer y un gran amigo suyo. Una pequeña esperanza nació dentro de mí, si Greifer se encontraba cerca podríamos salir vivos de esta.



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En el texto hay: accion, poderes, fantasia y aventura

Editado: 27.05.2019

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