Arnel el soldado

Capítulo 3: Gelidasavor

Gélida es un asentamiento bastante antiguo y durante mucho tiempo tan sólo fue una estación de caza. Su localización privilegiada alejada de otros asentamientos de humanos y pegado a los bosques y las playas en las que muchos animales marinos acuden a procrear, le hacen el sitio ideal para tener una avanzadilla en medio de la naturaleza.

Con el tiempo se construyó un muelle desde el que aprovisionar a cazadores de forma permanente y crear una pequeña ruta comercial de carne y pieles. También se establecieron algunos pescadores que aprovecharon la pureza de los mares norteños para conseguir llenar sus redes rápido y fácil. El establecimiento de una pequeña mansión de verano en el acantilado norte del muelle fomentó la emigración de personas para abastecer a sus ocupantes, además de al resto de pobladores.

El asentamiento fue creciendo hasta que después de la gran guerra y debido al número de sus habitantes se le dio el rango de villa y se le permitió construir una protección. En latitudes tan septentrionales no hace falta protegerse de ejércitos enemigos y la reciente unidad de Tamotria tampoco fomentaba su contrucción, de forma que se contruyó una empalizada de madera para mantener a los animales salvajes lejos de las casas.

La empalizada ni siquiera tiene puestos de vigilancia, y protege la villa desde el todas las direcciones excepto desde el oeste que está abierta al mar. Lo que sí se ocupa es la mansión, que pasó a formar parte de la nobleza del principado de Turonsa y es usada como residencia temporal de uno de los hijos del príncipe, Bredor el manco, cuyo brazo está seccionado a la altura del hombro y que reside en la mansión de Gélida durante todo el año excepto el invierno, en el que viaja a Nemoria para pasar las peores fechas climatológicas en la capital.

Pero con independencia de la valoración que hacía el príncipe de su hijo lisiado, cuando Bredor acudió al cuartel de la guardia el sargentó le trató como al mismísimo Rey, asegurándole que le enviaría a sus mejores hombres y que resolverían el asesinato de su mayordomo lo antes posible y con la mayor discrección. En cuanto se marchó el noble se dirigió a la puerta de Arnel, que trataba de dormir después de tener guardia toda la noche.

Se podría describir como llamar con los nudillos a lo que hizo el sargento, pero la enorme fuerza de su corpachón concentrada en su brazo aporreó la puerta con tanta fuerza que estuvo a punto de salirse de los goznes. Los golpes sonaron como martillazos en la cabeza somnolienta del mago que no esperaba visita después de estar despierto toda la noche.

Abrió la puerta con cara de pocos amigos, que no mejoró demasiado al ver al sargento Tokeston. Había deducido a partir de su experiencia que si su jefe sonreía era porque iba a endilgarle un problema, así que optó por tirarse un farol, y soltó un sonoro “NO” al tiempo que cerró la puerta de golpe. Si algún día queréis ver a una puerta salir volando por los aires no hay nada mejor que enfadar al sargento Tokeston. Su enorme fuerza combinada con su especial cabreo y la certeza de que el jefe era él y que se le obedecía en todas las circunstancias, hizo volar la puerta por los aires y puso a Arnel camino a la mansión de Gélida.

La subida al acantilado era bastante empinada y no le sorprendió encontrarse sin resuello al llegar al alto. Aprovechó para observar la mansión y pensó en lo que se estaba metiendo. Un murete de piedra de tres metros de altura rodea la estructura de vivienda y un patio que se ve a través del protón. Este es ancho como para que entre un carro, y hay suficiente sitio dentro para que de la vuelta. En uno de los lados del patio aprovechando el muro hay unas construcciones de madera que son caballerizas. La mansión en sí misma consta de la planta baja y una primera planta construidas en piedra. En una de las esquinas y coincidente con el muro exterior hay una torre que llega a los tres pisos de altura y su parte más alta sobresale el tejado de la mansión, permitiendo ver desde lo alto en todas direcciones. Se preguntó hasta qué distancia se vería el mar desde aquella altura mientras se acerca al portón. En el arco vio la inscripción “Gelidasavor” grabada sobre una placa de metal, que en la antigua lengua quería decir mansión de Gélida.

Para Arnel los nobles son bastante engreidos y piensan que todo lo pueden arreglar con oro. Uno de sus compañeros de la academia era hijo de un noble y se había especializado en curaciones. No era un gran estudiante, pero su padre le había puesto un negocio de sanación al que acudían todos los nobles o acaudalados de la ciudad, solucionándole la vida. Mientras tanto él se tiene que dejar mandar por un sargento cuyo mayor logro es mandar puertas por el aire, mientras que paga semana a semana la deuda que tiene con la academia de magia por su formación.

Al acabar la gran guerra se hicieron muchas cosas, entre ellas se pacificó el Reino de Tamotria y se creó la Academia de Magia. Pero también se regularon los rangos de la nobleza y los impuestos a cobrar por parte de los asentamientos, los principados y el reino. Eso quiso decir que cualquier recaudador tenía la autoridad de requisarte tres de cada diez sacos de grano, uno para la ciudad, otro para el principado y el último para el reino. Nadie controla que la mayoría se quedaran en el granero del recaudador, que fueran vendidas en el mercado o que insistieran en cobrar en monedas en vez de especia para que fuera menos rastreable.

Al entrar por el portón le salieron dos mozos al encuentro. Eran tan iguales que parecían hermanos y notaron la librea de Arnel con los colores de Turonsa que le identificaba como soldado, por lo que se presentaron como sirvientes de la casa y le guiaron hasta el cadáver del mayordomo. Está tirado boca abajo en la pequeña habitación en la que dormía, con los brazos extendidos hacia adelante y una bolsa con monedas en sus manos.

Tiene la garganta rebanada desde atrás, así que fue asaltado por sorpresa y puede que ni siquiera él viera a su asesino. Desde luego no había podido gritar y por eso no había alertado al resto de la casa, que se dio cuenta del asesinato cuando lo fueron a buscar a su habitación tras no presentarse por la mañana. Tomó con dificultad la bolsa de sus manos y comprobó las monedas. La mayoría eran de plata y había algunas de oro, mucho más que la paga de un myordomo, por mucho que administrase la casa.



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En el texto hay: magia, amor y detectives

Editado: 29.05.2022

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