aroma a cafe

Epifanía

Sentía el olor que desprendía esa mañana, un cálido desayuno estaba esperándome para luego ir a trabajar, fui a la cocina y en efecto, el olor a huevo revuelto y esa nota que la decoraba, era Catalina la cual dejaba dicha nota para diciendo que gracias, en ese momento supe que ya estaba solo sin nadie que me acompañe.

En zafra sentí una presencia familiar, no lograba identificar a la persona, pero sabía que esa presencia tuvo importancia alguna vez en mi vida, sentía que me llamaban junto a una palmada en mi espalda y al voltear me fue como un destello infinito y luminiscente que me recordaba una época nefelibata 

Con una suave y dulce voz:

-hola Camilo, no sé si me recuerdes, soy valentina de la preparatoria.

Fue tan inefable escuchar su voz, cada palabra que decía me convertía en aquel ser limerente que fui alguna vez

-claro que me acuerdo de ti, como olvidarte-le conteste-

-cuanto tiempo sin verte, te ves súper bien

-gracias, tú también te ves genial

-¿aún sigues con Andrea?-pregunto de la nada-

Mi mente quedo epifanía y confusa con esa pregunta:

-ya no somos nada-le respondí dejando un silencio-

-soy todo oídos, aún me puedes contar todo, como lo hacíamos antes.

Empezamos a hablar y profundizar más y cada vez más, perenne e infinito, y es que los problemas nos ahogaban a los dos, la relación ya no era efervescente de amor, tornándose gris y cada vez más melancólico con sentimientos rotos, sabía que era el fin de un tiempo, pero no quería dejarla, supongo que me inunde en mi limerencia con su voz meliflua, y en un abrir y cerrar de ojos todo la situación se tornó de una forma ataraxia, me costó su partida y mi inmarcesible sufrimiento.




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