Arrinconada

Capítulo 2: Lucas

Desde pequeña, mi familia estaba dividida sobre mí.
—Tu hija es un amor —le decían a mi madre—. Encantadora, brillante.
Pero yo sabía la verdad.
Mi familia era un nido de serpientes: daban calor, sí, pero si te quedabas demasiado
podían morderte.
Y su veneno era letal.
Lo aprendí de la peor manera.
Mi madre, cansada de esa vida, decidió criarnos en un mundo distinto al suyo: buenas
notas, deberes, misa los domingos.
Al principio lo odiaba.
No soportaba escuchar a un sacerdote hablar durante horas…
hasta que encontré una razón para quedarme.
Eras tú, Lucas.
Al inicio solo me parecías extraño.
Pero había algo en ti: quizá la atención que necesitaba, quizá la gentileza que me
recordaba que yo también podía ser especial.
Yo era torpe y tímida; tú, paciente.
Me alejé muchas veces.
Fui insoportable.
Tú no te rendiste.
Empecé a pensar que serías mi caballero blanco, el que subiría la torre para salvarme de
mí misma.
Pero en todo cuento de caballeros…
siempre hay un dragón.
Un día te invité a una reunión familiar.
Cocinábamos para todos cuando llegó el turno de servir a mi tío Esteban.
Exigió otra cosa.
Me negué.
Su esposa insistió con amabilidad.
Cedí, solo para volver rápido contigo.
Al regresar, exigió bebida nueva.
—Si la quieres —dije—, ve por ella.
Mi familia se puso de su lado.
Me ordenaron obedecer.
Me negué.
Te tomé de la mano
y salimos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.