Arrinconada

Capitulo 5: Lucas mi lugar seguro

Lucas me siguió.
—Vera, ¿te encuentras bien?
No sabía cómo explicarlo.
—No sé qué está pasando, Lucas —dije—. Cada vez que te acercas, tengo miedo. Estar
cerca de ti activa algo en mí.

Me miró con preocupación.
—Vera, dime qué sucede. Quiero ayudarte.
Pero en mi mente lo sabía:
¿cómo podría ayudarme, si ni siquiera yo entendía lo que me estaba ocurriendo?
—Cuéntame —insistió—. Juntos podemos solucionarlo. No voy a dejarte sola.
—Lucas, déjame sola —respondí—. No quiero tu ayuda.
Le di la espalda y hui.
Escuché sus pasos detrás de mí y, de pronto, sentí un golpe fuerte.
Lucas me estaba abrazando.
Su pecho contra mi espalda.
Sus brazos rodeándome.
Sus labios rozando mi cabello.
Mi mente se apagó.
No pensaba.
No sentía miedo.
Solo me sentía segura.
En ese momento no lo sabía, pero esa sensación de seguridad en Lucas me marcaría
después.
De pronto, mi garganta se cerró.
Mis ojos se desbordaron.
La seguridad desapareció.
El miedo regresó.
Justo cuando estaba a punto de soltarme de sus brazos, parpadeé…
Y estaba otra vez en el castillo.
Mi vista era clara esta vez.
Podía mantenerme de pie.
El sudor corría por mis mejillas.
La chimenea susurraba:
—No voltees. No voltees. No voltees.
Estaba paralizada.
No quería moverme.
Entonces lo noté.
El rey no estaba.
Miré cada rincón sin girar el cuerpo, sin atreverme a mirar atrás.
No lo encontré

Y entonces comprendí algo peor.
La copa ya no estaba en mis manos.
Lo que antes rebosaba… había desaparecido.
La copa estaba vacía.
Alguien había bebido de ella.
Aun así, sentía algo en mi espalda.
Una presencia.
La chimenea suplicaba:
—Vera, no voltees.
De pronto, se apagó.
Las paredes comenzaron a gritar:
—VERA, NO VOLTEES. NO VOLTEES.
Las paredes se rasgaron.
El grito cesó.
Silencio.
Entonces, desde la copa vacía, surgió una voz más fuerte que todas:
—¡VERA, NO VOLTEES!
A través del reflejo del metal vi una sombra gigantesca alzarse detrás de mí.
Y volteé.
Era un dragón.
Enormes fauces.
Ojos llenos de odio.
Cuando estaba a punto de devorarme, pregunté:
—¿Por qué haces esto?
Respondió:
—No tengo ninguna razón. Solo quiero hacerte daño.
Parpadeé.
Volví con Lucas.
Pero aún sentía algo a mi espalda.
Y entonces lo entendí.
¿Y si Lucas era el dragón?
Lo aparté bruscamente.

—¡Aléjate de mí!
Me rogó que le diera una explicación.
No pude.
Le dije que no quería que se acercara de nuevo.
Le dije que tenía miedo de él.
Pasaron los días.
Luego, los meses.
Lucas seguía intentando arreglar algo que nunca había hecho.
Pero yo no estaba lista.
Desde que Lucas se fue, nunca volví al castillo.
Aun así, una pregunta no me dejó en paz:
¿Qué pasó con la copa que rebosaba aquel líquido extraño?
¿Qué pasó con el rey?
¿Por qué ahora hay un dragón?
Y, sobre todo…
¿Qué tiene que ver todo esto con Lucas?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.