Arte en Movimiento

Capítulo 2. Curiosidad.

Jimin.

Nunca fui un chico que mirara mucho a las chicas, sobre todo, aquellas que me llamaban la atención, ya que se avergonzaban muy rápido por mi mirada, y por comodidad de ellas, no las miraba todo el tiempo. Algo de lo que la gente no suele darse cuenta, es que además de ser amable, educado y detallista, también soy coqueto, atrevido y muy seguro de mí mismo.

Me tomó unos años llegar al punto de sentirme cómodo con mi cuerpo, pensamientos y personalidad, de creer en mis talentos, de verme del mismo modo en que ARMY lo hace, y gracias a Dios, lo he logrado. Ya no tengo miedo de mostrar quien soy, de tener el pensamiento constante de que no soy suficiente y debo de sacrificarme para complacer a otros.

Sin embargo, verla a ella fue como regresar al pasado.

La postura ligeramente encorvada, la mirada evasiva, el modo en que jugaba con sus dedos, el tono de voz tan bajo que parecía un susurro, lo suficiente para pasar desapercibido, fue como verme a mí mismo hace seis años, fue nostálgico y triste.

La primera vez que vi a Farijh Spencer, me quedé impactado de ver a una chica tan bonita e inocente, todo en ella te grita pureza y ternura, además de que tiene una voz tan linda capaz de hipnotizar a las personas por lo suave, relajante y dulce que es, creí que mi corazón explotaría por tantas cualidades que estaban derritiéndome.

Puede que haya exagerado un poco al pedirle información a Meredith, Anya, incluso Rosie, pero tenía curiosidad por ella, quería saber si había algo en su vida que la hacía ser de esa forma, porque debajo de toda esa pureza, hay algo que intuyo nadie más conoce, algo que oculta no sé si por miedo o porque ni ella misma lo conoce, pero quiero saberlo, quiero ver a la verdadera Farijh.

Coincidir con ella en la mañana no fue algo que planeara, pero que agradezco que pasara. Al verla de nuevo cara a cara, de nuevo pensé que era una chica preciosa capaz de atraer a cualquiera, capaz de generarte un montón de sensaciones con su timidez, amabilidad y dulzura. Me gustaba verla sonrojada y saber que era por mí, me gustaba como me sonreía, me gustaba como decía mi nombre de manera suave, hasta que alguien llego e interrumpió el momento.

No lo pensé dos veces al ofrecerle mi mano para ayudarla a ponerse de pie, sin embargo, no esperaba temblar por ese sencillo contacto. Pensé que mi mano era pequeña (algo de lo que se burlan los chicos constantemente), pero la de ella era un poco más pequeña, suave y delicada, quería apretarla y hacerla sentir segura. No tengo este instinto de protección tan rápido con personas que no conozco del todo, pero con ella fue algo instantáneo.

Verla irse de manera tan repentina y rápida fue raro, me sentí extraño al verla alejarse, hasta que la voz de Rosie llamó mi atención.

–Oppa, a la señorita Spencer se le olvido esto –me mostró una libreta y celular con la pantalla estrellada.

–¿Segura que son de ella? –pregunté, tomándolas de sus pequeñas manos.

–Si. Cuando tú la levantabas, yo las recogí, pero se fue corriendo.

–Tranquila, nena –le acaricié el cabello –, se los daremos cuando terminé tu clase en la tarde.

–Está bien –aceptó, dándome una tierna sonrisa.

–¿Nos vamos ahora? Deben estar esperando la comida.

–Si –asintió un par de veces, para tomar mi mano y caminar a la camioneta que nos trajo.

Con la mano que sostengo las compras, también sostengo las cosas que me dio Rosie. Debo regresárselos pronto, de seguro los necesita, además, es una buena excusa para verla de nuevo.

§§§§§

–¡Ya volvimos! –chilló Rosie, corriendo con alegría al interior de la sala, al lado del estudio donde solemos grabar.

–Bienvenida de nuevo, Rosie –la saludó Hoseok con alegría, agachándose a abrazarla –. ¿Te divertiste con Jimin?

–Sí, trajimos comida muy rica.

–¿Comida? ¿Dónde? –preguntó Anya de pronto, alzando la mirada de un libro, mirando de un lado a otro.

–Aquí la tengo, glotona –llamé su atención, colocando las bolsas de compra en la mesa –. Se supone que tú ya habías desayunado.

–Eso fue hace tres horas, ya tengo hambre de nuevo.

–Tú no tienes llenadera, cada vez comes más –se burló Jin, a lo que Anya rodó los ojos.

–La comida se hizo para disfrutarse, no soy nadie para romper esa regla.

–De pronto eres obediente, que bonito –murmuró Yoongi, sin quitar la mirada de unas hojas que revisaba con Namjoon.

–¡Mi niña! –gritó Tae, llegando a la sala con Meredith, haciendo chillar a la niña, cuando la cargó y le dio numerosos besos en la cabeza –. Te extrañe mucho.

–¿Mucho, mucho, Tae Oppa? –le preguntó ella haciendo un lindo puchero con su boquita, apretando las mejillas de mi amigo.

–Tanto que mi corazón dolía.

Meredith se rio, dejándolos en su debate de quien extraño más a quien, acercándose a mí, que seguía desempacando la comida que había traído.

–Muchas gracias por recoger a Rosie hoy, no esperaba que su maestra cancelará las clases a último momento.




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