Farijh.
Una de las cosas que me prometo jamás olvidar, es ese primer baile que tuve con Jimin.
A pesar de que pasamos tiempo practicando a solas, nada se compara con la sensación de éxtasis, adrenalina y euforia que experimente cuando compartimos un mismo escenario. Fue tan mágico, emocionante e increíble, que aún me preguntó si fue real, si no fue sólo mi imaginación.
Su mirada, su presencia, la energía que desbordaba ante cada movimiento, fue mejor de lo que alguna vez pude haber soñado, porque si de algo estaba muy segura, es que bailar con él sería algo demasiado magnifico e imposible de olvidar. Cumplí uno de mis mayores sueños, bailar con mi más grande ídolo, y aun se siente irreal.
Ayer casi no pude dormir de la emoción que aun corría por mis venas, y aunque sé que eso me afectara más tarde, no me importa demasiado, valió totalmente la pena. Ahora estaba en la academia, estirándome un poco para ensayar la nueva coreografía del próximo evento que tendremos Jimin y yo en la universidad.
Si, ya tenía hecha la coreografía antes de siquiera terminar la primera, porque fue un proyecto viejo que esperé hacer algún día con alguna pareja de baile, al menos, con quien me sintiera cómoda, y creo que Jimin es esa persona, aprovechando que tengo dos horas y medias libres antes de dar clase.
Cuando terminó mis estiramientos, buscó en mi celular la canción que elegí para esta ocasión, encontrándome un mensaje de Zaida, diciéndome lo espectacular que estuve ayer y que espera celebrar conmigo ese logro, haciéndome reír mientras le contestó emocionada, porque es bonito celebrar con alguien tus logros.
–¡Farijh! –me llamó una voz masculina, asustándome de tal modo, que solté el celular, que afortunadamente cayó encima de mi mochila, amortiguando el golpe.
Giré para encarar al culpable, encontrándome a un avergonzado Jimin en la puerta, acercándose a paso apresurado a donde estaba, observando en él mejillas sonrojadas y una sonrisa apenada.
»Lo siento mucho, no planeaba asustarte –se disculpó, agachándose para tomar mi teléfono.
Por inercia hice lo mismo, lo cual no fue buena idea, porque nuestras cabezas chocaron con fuerza cuando él intento ponerse de pie con mi celular en la mano. Ambos nos quejamos, alejándonos uno del otro, o al menos eso hice yo, apretando fuertemente mis ojos, masajeando mi frente adolorida y palpitante, sintiendo mis mejillas calientes de la vergüenza.
»Lo lamento de nuevo, no quería golpearte.
–No hay cuidado, fue mi culpa por agacharme –murmuré, abriendo los ojos, al sentir sus dedos en mi barbilla.
La alzó ligeramente, mientras que su mano libre masajeaba mi frente con delicadeza. Mi boca se abrió ligeramente ante la sorpresa, mis mejillas se calentaron más y mis manos comenzaron a sudar, así que las limpie a los costados de mis caderas. Aquí no soy Elena suprimiendo sus emociones, aquí soy Farijh, quien esta deslumbrada por la gentileza de su ídolo.
–No parece ser nada grave, de todos modos, asegúrate de ponerte una compresa fría más tarde para evitar la hinchazón.
–Por supuesto –asentí un par de veces.
Su mirada conecto con la mía, sonriendo ampliamente, arrugando su nariz de manera adorable, lo que hacía que sus ojos se achicaran en el proceso. ¡Me sonríe! Me sonríe tan bellamente. De un modo tonto, suelto un suspiro que cubro rápidamente con mi mano, avergonzada de ser tan obvia con mis emociones. Sus manos abandonaron mi rostro, dando un paso atrás.
–Lo siento, no quería incomodarte.
–Creo que hoy te has disculpado mucho conmigo –señalé, jugando con mis dedos, bajando levemente la mirada al suelo.
–Es verdad, lo la… espera, no debo decir eso, lo sien… –su resoplido de frustración al no saber que decir me hizo reír, se veía tan nervioso que me pareció muy adorable.
–No tienes que disculparte, no ha sido nada grave –asegure, aunque aún dolía un poco.
–De acuerdo, confiare en ti.
–Y, ¿qué te trae aquí tan temprano? –pregunté curiosa, pues hoy no teníamos ensayo, y tampoco es que sepa que soy yo con quien ensaya.
–Ah, olvidé mi gorra ayer, así que vine por ella, y…
–¿Y?
–Ver si de casualidad me encontraba con Elena –murmuró, sonrojándose levemente, lo que llamó mi atención.
–¿Acaso quedaron de verse? –pregunté, mientras trataba de pensar y recordar si nos habíamos citado y lo olvidé.
–No, yo sólo… quería agradecerle lo que pasó ayer.
–¿De verdad?
–Sí, es que… la hubieras visto, fue tan, tan asombrosa, que aún no puedo procesar lo perfecto que fue todo –respondió, con mejillas aún más sonrojadas y ojos brillosos.
Seguía hablando de lo maravilloso que fue todo, lo agradecido y honrado que se sentía. Me gustaba verlo así de feliz, radiante y emocionado. No puedo creer que provoqué esas emociones de Jimin con un simple baile, cuando de pronto, una voz en mi cabeza susurra lo siguiente:
“No fuiste tú, fue Elena”