Farijh.
Duele.
Duele mucho.
Quiero gritar, pero si lo hago, será más agresiva.
Quiero correr, pero si lo hago, seguramente me alcanzará.
Estoy atrapada, no puedo huir.
Ha-Na no deja de sostener mis brazos, empujando con mucha fuerza a la pared, golpeando varias veces mi espalda, sintiendo sus uñas encarnandose en mi piel, y aunque el dolor era paralizante, me concentró más en que mi cabeza no golpee, porque no quiero desmayarme.
Cuando parece aburrirse, me suelta hacia a un lado, cayendo pesadamente al suelo, sintiendo mi espalda muy adolorida y viendo mis antebrazos con sangre escurriendo por ellos, porque me lastimó más de lo que pensé.
–Ah, no importa cuanto te golpee, sigo estando molesta –se quejó, mirando con desagrado sus manos –. Que asco, tengo tu sangre en mis uñas.
–Toma, Ha-Na, no debes ensuciarte con ella –le pasa un pañuelo una de sus amigas –. ¿Quieres que la pongamos de pie para que continues?
–No, ya no quiero perder más tiempo con ella –me lanza a la cara el papel sucio –. Tienes suerte de que hoy tenga cosas más importantes que hacer, o sino, seguiría quitando mi molestia contigo.
–Pero, ¿por qué? No he hecho nada malo –lloriqueé, tratando de no gritar como no deseaba hacerlo.
Se agachó frente a mí, sin dejar de mirarme a los ojos, levantó su mano hacia mi cabeza, enredando sus dedos entre mi cabello, jalando hacia atrás con tanta fuerza, que grité y lloré más, porque dolía mucho, creí que iba a arrancarme el cabello.
–El sólo hecho de existir es la causa de ello. Eres mi cosa favorita para golpear. No necesitas razones,sólo que lo disfrute como siempre lo hago –sonríe emocionada, dandome escalofríos.
–Descuida, Ha-Na, seguramente podrás reunirte con la bailarina Elena y tendrás la oportunidad de que sean amigas –dice la otra chica con emoción.
¿Qué? ¿Ella me golpeó porque no pudo convivir conmigo? ¿Por qué me fui? Pensé que lo había olvidado, que no había sido tan grave, pero me he equivocado en mi actuar. Estoy paralizada, no sé qué decir ni qué hacer. Yo misma me puse en esta situación, hice que me golpeará y humillara, que me tratara así.
Si le hubiera puesto más atención, si le hubiera dedicado un par de minutos, nada de esto habría pasado, no estaría pasando por este sufrimiento que me está desgarrando por dentro.
–Tienes razón, debo asegurar el verla –me suelta de repente, cayendo de nuevo al suelo, observándola ponerse de pie –. Vamos a tomar un café antes de la clase.
Se alejan de ahí, dejándome sola en ese salón alejado, oscuro y húmedo, un salón del que desconocía su existencia, pero parece un buen lugar para encerrarme y golpearme. Me abracé, llorando con sollozos, desgarrando mi garganta con ellos.
¿Cuándo va a terminar todo esto? ¿Qué hice para merecer todo este dolor? Me duele, tengo miedo, quiero que terminé, ya no quiero más, quiero desaparecer, no existir, ir a un lugar mejor y que el dolor ya no exista.
Un ruido llamó mi atención, silenciandome de repente, escuchando pasos acercándose, temblando al pensar que son ellas, que han regresado a lastimarme y culpándome por no irme antes de que me encontrarán así de vulnerable. Me abrazó con más fuerza, deseando que no sean ellas, que sea mi imaginación, que me dejen en paz, que me dejen sola, que se olviden de mi.
–Farijh… –escuchó una voz familiar, abriendo los ojos que no sabía había cerrado, viendo a Zaida arrodillada frente a mí –Pero, ¿qué te ha pasado?
–No importa, sólo sácame de aquí –pedí entre llanto.
–No, no, no, mírate, mira cómo estás –sostiene mi cara con delicadeza, viendo sus ojos húmedos por las lágrimas –. Debemos ir tras ellos, debemos hacer que paguen, te ves muy mal, iré a buscar a alguien –dice desesperada, intentando ponerse de pie.
–Sácame de aquí, Zaida, sólo eso –pedí más fuerte, tomando con fuerza su mano para que no me dejara y no fuera detrás de nadie.
Ella cierra los ojos suspirando con mucha fuerza, regresando su mirada a mi. Me veía con tanta tristeza, con tanto dolor, que desvié la mirada. No quería ver en sus ojos lo rota que estaba, me da tanta vergüenza, que no podría.
–¿Dónde te duele? –pregunta con voz más calmada.
–Mis brazos y la espalda.
–De acuerdo. Trataré de no lastimarte mucho, pero debes aguantar un poco, ¿sí?
Asentí, lloriqueando cuando me tomó por las axilas, alzándome como pudo. Al estar semi sentada, rodeó mi cintura con su brazo, llevando mi brazo alrededor de su cuello, mordiendo con fuerza mi labio para no gritar, sangrando en el proceso.
Pudimos ponernos de pie, y con mucha voluntad, Zaida me sacó del lugar, llevándome la enfermería de la Universidad. Zaida se aseguraba de que estuviera bien a cada momento, callándose cuando mi única explicación fue que me asaltaron y me golpearon al no tener nada.
No hicieron más preguntas, no sé si por no querer involucrarse o por no tener demasiado interés, sólo me curaron, me dieron medicamentos y dejaron que me quedara en una camilla hasta que me sintiera mejor para irme a casa. Zaida no me dejó sola, se quedó conmigo, ayudándome en lo más que pudo, hasta que nos quedamos solas.
–¿Cómo te sientes? –me pregunta, girarme a ver.
–Duele un poco menos –respondí con voz ronca por haber llorado.
–¿No estás cansada, Farijh? ¿Hasta cuándo vas a seguir soportándolo?
–No sé de qué hablas.
–Si lo sabes. ¿Hasta cuándo vas a dejar que Ha-Na te trate así?
Sus palabras me sobresaltaron, mirándola asustada. ¿Desde cuándo lo sabe? ¿Cómo se dio cuenta? Nunca le dije nada, siempre ocultaba las heridas, y sobre todo, Ha-Na nunca permitió que alguien nos viera, nunca.
–¿Cómo lo sabes?
–Lo vi hace unos meses. Vi como te hablaba, como te trataba. La manera tan asustada e insegura que te veías, no sabes cómo se me rompió el corazón al verlo –toma mi mano, sosteniéndola suavemente.