Arte Marginal: retrato de una asesina

EL TOUR DEL LOBO

Zoe viste un vestido negro hasta sus rodillas, es casi un guante que se pega a su piel. Sus medias negras tienen una costura en la parte posterior que las recorre de arriba a abajo alargando aún más sus esbeltas piernas, y sus zapatos, negros y de considerable altura hacen que sus pies parezcan suspendidos en el aire. Pero su andar, resuelto y atrevido, hace que hombres y mujeres giren su cabeza para mirar su estela. Es una estela poderosa y desafiante. Sobre su vestido lleva un abrigo color coral, ligero y con una caída que parece un pañuelo de seda, de modo que cuando se gira, el abrigo gira con ella, como si fuera un velo.

Zoe elige cuidadosamente a los hombres con los que se relaciona. Les observa con detalle y solo se acerca a ellos cuando cumplen los requisitos. Ella es una mujer culta, de clase alta, hermosa, con unos ojos grises y un cabello ondulado y cobrizo que resalta su piel clara, un cuerpo fibroso y estilizado, pero, sobre todo, lo que llama la atención de Zoe es su aura, esa mezcla entre la delicadeza y la fuerza de carácter. Es lunes por la noche, y Zoe está buscando un lugar para tomar una copa.

Camina por la calle, mirando los carteles de los bares y restaurantes. Finalmente, ve un lugar que le llama la atención. Se llama "Le Très Particulier", y tiene una puerta discreta con una lámpara de araña colgando sobre ella. El exterior de la cafetería tiene una fachada encantadora con señalización vintage y un jardín que permite a los visitantes disfrutar del aire libre. Está situado en un edificio con historia arquitectónica y rodeado de exuberantes jardines y patios ocultos. Este tipo de cafés a menudo atraen a una clientela diversa, desde artistas y escritores buscando inspiración, hasta profesionales que buscan un escape de sus oficinas, y turistas deseosos de experimentar el estilo de vida parisino. El interior de Le Très Particulier está decorado con un estilo ecléctico que combina lo antiguo y lo moderno. Los muebles pueden variar desde elegantes sofás y sillas tapizadas hasta mesas de madera rústica. Los detalles de diseño incluyen elementos art nouveau, paredes con papel tapiz de patrones audaces y arte contemporáneo.

Zoe abre la puerta y entra en un pequeño salón. El lugar está decorado con elegancia, con muebles de terciopelo y obras de arte en las paredes. La música es suave y relajante.

Zoe se acerca a la barra y ordena un cóctel. Mientras espera, mira a su alrededor. El lugar está lleno de gente. Hay parejas, grupos de amigos y algunos clientes solos. Se da cuenta de que muchas miradas de hombres se posan en ella, algunas declaradas, otras furtivas. Y ella responde sosteniendo sus ojos fijos en ellos, es un pulso. Zoe se da cuenta de que está siendo observada. Levanta la vista y ve a un grupo de hombres mirándola. Ella se mantiene tranquila y les apunta con sus ojos.

Los hombres se sorprenden por su descaro. Se quedan contemplándola durante un momento, y luego se miran entre sí, acobardados.

Zoe coge su copa y se dirige hacia una mesa en un rincón del salón. A medida que avanza hacia ese lugar uno de los hombres del grupo la agarra del brazo haciendo tambalear su copa y deteniendo su marcha. Ella se detiene y le dirige una sonrisa mientras pregunta.

—¿Qué quieres?

Él sonríe nervioso y contesta.

—Nada, solo invitarte a una copa, ¿te parece?”

Ella le mira como sopesando si él merece ese privilegio. Es un hombre guapo, elegante y triunfador, está claro por su porte y su forma de moverse, con seguridad, invadiendo el terreno ajeno, especialmente si es un territorio femenino. Y entonces llegan a su mente imágenes de aquella noche en Papeete, de su madre, del alcohol, de las drogas, de aquellos hombres en la playa, son flashbacks que no puede detener y a medida que se suceden, la ira de Zoe aumenta y alarga su mano ofreciendo a ese hombre una tarjeta con su número de teléfono.

—Llámame, te espero —dice Zoe.

Dos días después, Zoe recibe una llamada. Es él.

–¿Hola, eres la chica del vestido negro de la coctelería?

–Así es.

–Bueno, me pasaste tu tarjeta con este número.

–Así es. Te atreviste a abordarme de camino a mi mesa en el bar de copas.

–Suelo hacer eso con éxito con las mujeres.

–Lo sé, por eso te elegí. Te invito a una copa.

–¿Dónde?

–Hotel SO/ Paris Hotel, la habitación está en la planta 15. Te espero en el Lobby Café a las 20,00, ¿ok?

–De acuerdo, ¿cómo irás vestida?

–¿En la habitación o en el lobby?

Ella le pregunta atrevida y él, azorado, no responde.

A las 20.00 Zoe espera a su víctima en el lobby. Ella lleva un vestido de punto de color burdeos que se ajusta perfectamente a su cuerpo, unos zapatos negros de ante con pulsera en sus tobillos y unos pendientes largos que estilizan aún más su cuello y su nuca con su pelo recogido de forma desordenada. El hombre que la espera la mira admirado y le pide permiso para sentarse.

Ella asiente y le pasa la carta de bebidas. No hablan demasiado, sólo él le pregunta su nombre y se presenta. Los dos saben a lo que han ido, aunque sus motivos sean distintos.

–Me llamo Bastian, ¿tú?

–Me llamo Marie. ¿Has acabado? Tengo champán en la habitación.

El consume atropelladamente el cóctel y la sigue hacia el ascensor. Cuando llegan a la habitación, con vistas al río Sena, Zoe se dirige al vestidor.

–Ponte cómodo, el champán está en el frigorífico. ¿Te importa si me cambio de ropa?

–No, en absoluto, mejor aún –él no puede creer lo afortunado que está siendo, sonríe mientras se acerca a la nevera y pregunta–, ¿las copas?

–Ah sí, es verdad, ahora las preparo.

Zoe sale del vestidor con una combinación blanca de satén que le llega a la mitad del muslo. El hombre la observa conteniendo su respiración mientras ella coge dos copas y después de descorchar la botella vierte el líquido rosado en una de ellas, mientras él es incapaz de levantar su mirada del cuello de Zoe.



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En el texto hay: asesinatos, paris, tatuajes

Editado: 05.03.2024

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