Arte Marginal: retrato de una asesina

ZOE PIERDE EL MIEDO

Cuando al día siguiente la camarera del hotel entra en la habitación de Vincent no puede evitar desmayarse ante el espectáculo que le han servido en bandeja. El tiempo se ha detenido en esta habitación. Las manecillas del reloj parecen haberse congelado en el momento en que la tragedia se apoderó del lugar. La habitación, ahora condenada, ya no volverá a recibir visitas en un tiempo, permanecerá maldita y su bañera ya no será un remanso de paz sino un escenario abandonado. ¿Quién ha derramado la sangre que ahora mancha la bañera? ¿Ha sido víctima Vincent de un acto violento o ha sucumbido a sus propios demonios? En el fondo de la bañera y bajo las aguas, descansa un estilete con la empuñadura de marfil.

Zoe se despierta esa mañana con un torrente de creatividad recorriendo sus venas. Un sol radiante se filtra por las persianas, iluminando su estudio y el lienzo en blanco que la espera, como un lienzo virgen implorando ser besado por el color.

Se levanta de la cama con un entusiasmo contagioso y se dirige al armario. Allí, colgado como un estandarte de su pasión, está su traje: un lienzo en sí mismo, listo para ser manchado con la historia que solo ella puede contar. Se lo enfunda con la fluidez de un bailarín, sintiendo cómo la tela se ajusta a su cuerpo como una segunda piel. Se mira en el espejo, admirando la transformación: de mujer dormida a artista en potencia.

Con pasos ligeros y una sonrisa radiante, Zoe se aproxima al caballete. Toma su pincel, lo moja en la paleta de colores vibrantes, y con un toque delicado comienza a dar vida a su visión. Cada pincelada, cada movimiento de su mano, es una oda a la belleza, una expresión del torbellino de emociones que la invade.

De repente, un impulso inesperado la domina. Toma un bote de pintura color sanguina, lo abre con decisión y lo vuelca sobre el lienzo. La explosión de color inunda la escena.

Zoe observa con fascinación cómo el color se expande por el lienzo, creando formas abstractas, texturas rugosas, un paisaje apocalíptico que refleja la furia y la pasión que arden en su interior. El rojo se mezcla con otros colores, creando una danza cromática vibrante, una explosión de energía.

Zoe sabe que no puede parar hasta saciar su sed de venganza. Pero hay también algo de pasión por esos hombres a los que mata y eso la consume, impulsándola a una búsqueda implacable de justicia. Sin embargo, en las sombras de su sed de sangre se esconde una pasión ardiente por aquellos a quienes elimina. Esta dualidad la convierte en un personaje complejo y fascinante, lleno de contradicciones. A medida que va consumando su obra Zoe deja de prestar atención a los detalles, algo imperioso la mueve y la atrae hacia sus próximos pasos, una fascinación por lo que vendrá la invade. Los detalles, antes imperiosos, se van diluyendo en la bruma de la anticipación. Es como si una fuerza interior la impulsara a explorar nuevos territorios creativos, a desafiar los límites de su propio arte.

Debajo de la impecable blancura de sus guantes de touloulou, se esconde una barrera de látex, una capa adicional de protección que contrasta con la pureza simbólica del tejido blanco. Zoe sabe que el mundo no es un lugar simple, y que la protección que le ofrecen los guantes de touloulou, aunque poderosa, no es infalible. Sabe que debe tomar precauciones. Ha cometido ya dos asesinatos y es consciente de que no va a cesar en su escalada. Y sabe que eso es correr riesgos.

Al día siguiente un nuevo cuadro aparece en la galería "L'Art Marginal", la expectación en la galería es palpable. Un nuevo cuadro, envuelto en un aura de misterio, ha hecho su aparición. La pintura, un lienzo inundado de pintura color sangre, con un koru en la esquina inferior izquierda y otra touloulou cerca, no deja indiferente a nadie.

Los visitantes se arremolinan frente a la obra, intrigados por su simbolismo y su significado. Algunos murmuran que es una representación de la violencia y la muerte, mientras que otros ven en ella un mensaje de esperanza y renacimiento. El koru, símbolo maorí que representa el nuevo crecimiento contrasta con la crudeza del color sangre, creando una tensión fascinante.

Cuando aparece Zoe en la galería lleva su vestido blanco de touloulou, su máscara, sus guantes blancos…

Nadie puede saber que es ella. No se le ve un solo milímetro de piel. Sus ojos ahora son oscuros por efecto de unas lentillas, su olor no es el de su perfume habitual de Paco Rabanne y no habla para no mostrar su verdadera voz. El público de la galería la mira, extasiado, y posa sus ojos en los cuadros de la touloulou, pasando de uno a otro, como si estuvieran en la fase rem de un sueño. Zoe ha querido hacer esta demostración de poder, de dominio, quizá para hacerse dueña de sí misma y de su propia potestad.

 Y, sin duda, la combinación del traje de touloulou y la última obra de Zoé han creado una experiencia única y memorable para los asistentes. Zoe se siente pletórica y esto hace que piense nuevamente en la siguiente obra de arte a la que dará vida. Sabe que debe darse prisa al elegir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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En el texto hay: asesinatos, paris, tatuajes

Editado: 05.03.2024

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