Arthur : Infiltrada en la historia

♛ Sexto capítulo ♚

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Capítulo seis

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Movía con rapidez la pluma sobré destintado papel marón, a pesar que soy hija de unos condes. Mi deber como tal es servir elegantemente y cautelosamente en la noblasia, eso implicaba que : como todo señorita, debe de saber los modales en la mesa.

Reí entré dientes al haber imitado a la señorita Nessa, cada cosa y mala palabra que decía o hacía mal, era castigada severamente en la biblioteca, según ellas castigo.

Seguían las ideologías y actitudes de quién era la antigua portadora del cuerpo. Con su forma de tratarme con delicadeza, como tal porcelana. Y que la servidumbre al atenderme empiecen a subar frío. Hacía que me inquietara de una manera a otra, dedo de deducir que, esa persona que vivía en esté cuerpo no era muy afable. Y al aparecer era alguien que disgustaba los libros a su manera, en la habitación había más cosas de rosas. Que libros en los estantes, me alegra que me castiguen en una amplía biblioteca de más cinco mil libros.

Las sirvientas deducen que me he vuelto loca.

—Señorita —una voz sínica y profunda se cola entré mis oídos, me encojó de hombros mientras giraba lentamente hacia ya la reconocida voz de miedo que ella me intentaba dar.

—¿Si? —sonreí ampliamente.

—¿Qué hace despierta? —habló entre dientes.

—Lo mismo que usted —ella entre abrió su boca, fingiendo sorpresa.

—¿Lo mismo qué yo? —levantó una ceja sonriente — Entonces, no le molestará que me acueste en su amplía y suave cama —dijo lentamente mientras me intentaba convencer.

Puse los ojos en blanco, si supiera que está haciendo el ridículo delante de una mujer de veinticuatro años.De seguro se moriría de la vergüenza.

Sonríe dulcemente.

—Adelante, es toda tuya Allen —volví escribir en el papel, escuché como bufaba algo agotada. Corrió hacia las grandes puertas dobles, para después gritar un nombre verdaderamente agradable de oír.

—Tarada, nunca haces nada bien —ahogué una pequeña risa de mis pequeños labios, al escuchar como esas dos se regañaban y ideaban un super plan para mandarme a dormir. Suspire, era rutina.

—¡Señorita! —una demandante voz se escuchó en toda la habitación, giré mi rostro hacia ella.

—Nessa —sonreí —, era hora que llegarás, me estaba aburriendo con ella —escuché como Allen hacía una pequeña exclamación de dolor.

—Señorita —tocó mi nariz haciéndola rebotar —, es hora de que descansé. No le hará bien tener unas grandes ojeras en su fino rostro.

—Pero todo es más entretenido de noche —baje la mirada entristecida, engañar a estás dos era sencillo.

—Pero mañana viene su gran amiga, lady Grace —dijo Allen apoyándose de sus rodillas, mostrándome su linda sonrisa. La miré con mis párpados caídos y con desgano en mi rostro, puedo hasta hacerme amiga de una gallina, menos de ella.

Su vanidosa actitud y arrogancia hacia que quisiera correr de ahí al instantes, muchas veces pensé ir a jugar las gallinas del establo, creo que ellas serían más educadas y aceptables en mi mesa de té.

—No aceptaré a una común y corriente en mi mesa —las dos abrieron sus ojos sorprendidas. Doblé el papel con delicadeza y acomodé mi amplió mesón de escritura. En cada reunión con las nobles, aprendía un idioma nuevo. Una manera de esconder palabras y que las mismas tengan el mismo resultado para el receptor, claro, al poco tiempo de aprender un poco. Descubri que cada una de ellas, me decían indirectas mediantes su hablá.

—Bien, si la señorita decide no hablar más con lady Grace, lo aceptaremos —habló perspicazmente Nessa —. Claro, con la autorización de sus padres.

—Claro —bajé de un pequeño brinco de la silla de madera.Caminé hacia mi amplía cama —.Siempre puedo creer que ganaré la batalla.

—Pero nunca dudes que puedes ganar la guerra — término la oración Allen, sonriendo de oreja a oreja. Era un dicho que se expandía en la familia Kenbell, en generación en generación.

Todas las que eran destinadas a ser la nueva cabeza de la familia tenía que ser una guerrera sin temerle a la muerte.

—Es hora que duerma señorita —Nessa demandó, la miré aburrida.

—Cuantas veces les he dicho que no me llamen así —resople.

—Eh, señorita —fruncí el seño —. No podemos llamarla por su nombre, son ordenes del duque —Allen tímidamente habló.

—Entonces será un pequeño secreto entre nosotras —les gueñi un ojo —, sólo no le digan a nadie y todos felices.

—Esta bien seño... —Nessa paró secamente —Anastasia, es hora de ir a dormir. Es demasiado tarde.

—No lo es, son apenas las una —Nessa me fulminó con la mirada, sonreí —. Bueno, tal vez es algo tarde —me recoste en la cama.

—¿Quiere qué le leamos un cuento? —sonrei forzosamente.

—¡Oh! ¡Mira la hora! —dirigui mi mirada hacia el reloj en la pared — ¡Es demasiado tarde! Lo siento —dije con rapidez.

Desde que llegué a esté lugar, repetidas veces me leían el mismo cuento todas las noches; no era algo que me desagrade, pero escuchar lo mismo cada vez era agobiante, sobre todo si la historia trata de una princesa guerrera. Podría jurar que los guiones pasaban por mi cabeza cada vez que lo nombraban.

—Es verdad, Allen —Nessa me cubrió con la sabana de satén —. Es hora que Anastasia duerma —acarició suavemente mi frente llevando mis pequeños cabellos hacia atras —, que tenga dulces sueños señorita.

Alcé mis ojos para verla —Igual Nessa —ella sonrió antes de positar un cálido beso en mi frente, Allen después de ella hizo lo mismo.

Las dos se dirigieron a la salida mientras trataban de no hacer ruido, mientras que yo tenía mis ojos cerrados, esperando que esas dos se dieran por vencidas y me dejaran en paz.

Abrí mis ojos al escuchar la puerta cerrarse lentamente.

Era hora de investigar

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En el texto hay: reencarnación

Editado: 29.06.2020

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