A pesar de que la señora McKenzie era muy atenta y trataba a los niños con especial cariño, Samantha sobre todo, echaba mucho de menos a los Natchzhrer y a Vlad, pero especialmente a Iván con quien había desarrollado un estrecho lazo de afinidad.
Durante esas vacaciones Diandra tuvo que quedarse en casa de sus tíos, porque sus padres estaban en uno de sus frecuentes viajes y el lugar al que habían ido, según le informó su tío, era especialmente peligroso, por lo que decidieron dejar a la chica en Escocia. Aquello era algo que ya había ocurrido en otras ocasiones, pero en aquella oportunidad Diandra no estaba especialmente feliz, ya que se veía obligada a ver a Danny con más frecuencia de la que le habría gustado.
Las chicas compartían la habitación de Aderyn, y la noche anterior a su cumpleaños, Sam estaba terriblemente triste, luego de que sus amigas se quedaron dormidas se levantó y bajó al estudio. Tenía intenciones de leer un poco, pero notó que había luz en él y supuso que Will estaría allí, de modo que se devolvió para no molestarlo. Pasó por el Salón y abrió la puerta que daba al jardín. A pesar de que iba abrigada sintió el frío helado, y aunque el invierno escocés no era como en Helgard cuyas temperaturas eran extremadamente bajas, se arrebujó más en su abrigo. Sin darse cuenta comenzó a llorar. Se llevó la mano al colgante y de pronto tuvo una idea.
El rostro de la niña se ensombreció. En realidad no tenía idea de dónde estaba Iván en aquel momento, y supuso que no tenía caso.
El rostro se le iluminó de nuevo.
Sam miró hacia el cielo y recordó las noches en el orfanato, cuando se tumbaba en la hierba a ver las estrellas esperando ver a sus padres. Perdió la noción del tiempo, pero no creía que hubiese pasado mucho cuando sintió una presencia a sus espaldas, pensó que la señora McKenzie o alguno de los chicos la habían encontrado y la enviarían dentro. Con cuidado se giró.
Estaba a punto de hablar, pero una mano se cerró sobre sus labios. Tenía los ojos desmesuradamente abiertos, pero asintió cuando el hombre le hizo un gesto de silencio. Con la misma mano que la había silenciado, la elevó hasta sus ojos y los cerró. Colocó un dedo en medio de ellos y Sam tuvo la misma sensación poco agradable de estar girando a una velocidad extrema y luego todo cesó.
Abrió los ojos, miró a su alrededor pero no reconoció el lugar. Sin embargo, aquello no le importó en lo absoluto y se lanzó en los brazos de Iván. Y aunque estaba feliz de verlo, no podía parar de llorar.
Un poco más calmada, lo miró bien. Estaba más delgado y llevaba barba. También notó que se veía cansado.
Conversaron un rato más hasta que Iván notó que Sam se estaba quedando dormida sobre su pecho.
Cuando estuvieron de nuevo en el balcón, Iván la abrazó despidiéndose.
Sam sonrió y corrió de nuevo a abrazarlo.
Pero cuando él iba a contestar sintió que alguien se acercaba
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Editado: 23.07.2022