Arzhvael (libro 1. El Origen)

Cap. 35 Despedida

 

A la mañana siguiente Iván entró a la habitación de Gail, pero para su sorpresa ya estaban allí Danny y Mael.

  • Muy madrugadores ustedes  --  dijo a modo de saludo
  • Buenos días  --  dijeron los chicos
  • Bien, ya que están levantados, bajemos a desayunar.

Cuando entraron al comedor, ya se encontraban los demás allí.

  • ¿Se cayeron de la cama?  --  preguntó Sam mirando a Gail y a Danny
  • No, pero el cachorro tiene la odiosa costumbre de no dejarnos dormir  --  dijo Danny

Sam había notado que Eve tenía los ojos enrojecidos de nuevo y miró muy mal a Vlad, lo que causó sorpresa a éste y lo hizo preguntarse qué habría hecho para merecer que aquellos ojos violeta lo mirasen con tanta ira. Una vez concluido el desayuno, Iván miró a Gail.

  • ¿Podemos hablar un momento?  --  le preguntó
  • Claro, dime  --  le contestó el chico
  • Vamos al estudio  --  le dijo

Los chicos miraron con sorpresa a Gail.

  • No he hecho nada  --  dijo él con rapidez

Y eso era algo de lo que estaban seguros, puesto que habían estado juntos todo el tiempo, de modo que miraron con curiosidad a Iván.

  • No he dicho que hayas hecho algo, solo deseo hablar un momento contigo  --  aclaró Iván

Gail se levantó para seguirlo, pero no se sentía nada bien. Por su parte los gemelos se preguntaban qué había sucedido para que Iván actuase de aquella forma. En los casi seis años que llevaban juntos, habían comprobado que nunca pedía hablar en privado con ninguno a menos que hubiesen hecho algo serio.

  • ¿Por qué a solas?  --   preguntó Gail una vez en el estudio
  • Juzgue conveniente hacerlo de este modo, porque lo que tengo que decirte creo que preferirás escucharlo a solas  --  le dijo
  • Papá, ellos son como mis hermanos, y en el caso de Vlad es como mi tío, así que no veo…
  • Gail escúchame  --  lo interrumpió  --  Ayer cuando fui requerido a la Sede, fue por una razón muy penosa  --  respiró profundo y continuó  --  Hijo, tus abuelos fueron atacados.

Gail palideció de manera instantánea y lo miraba con los ojos muy abiertos. Varias imágenes de la pareja y de la casa donde había pasado los primeros años de su vida irrumpieron en su cerebro. Pensó en su abuela y la recordó en el jardín en las tardes de primavera.  Recordó a su abuelo montando a caballo en las mañanas. Recordó las noches de invierno frente a la chimenea y el olor a chocolate caliente.

Iván había seguido con atención el enloquecido recorrido que estaba haciendo su hijo por los recuerdos. Cuando finalmente parecieron detenerse, se acercó a él.

  • Lo siento Gail, no se pudo…
  • Solo dime una cosa, papá  --  lo interrumpió el chico  --  ¿Esto se lo debemos al mismo desgraciado?

Iván lo miró sorprendido, porque si bien era cierto que no estaba seguro de cómo iba a reaccionar el chico ante la noticia, tampoco esperaba aquella ira serena y por lo mismo peligrosa.

  • Gail, eso es algo que…
  • Solo contéstame   --  insistió
  • Todo parece indicarlo  --  le dijo

No quería mentirle a su hijo, pero tampoco podía decirle lo que ellos sospechaban y de lo que tenían muy pocas dudas.

  • Supongo que nos vamos ya  --  dijo Gail con voz monocorde
  • Sí, debemos partir lo antes posible para hacernos cargo del funeral  --  le contestó
  • Bien  --  dijo y comenzó a caminar hacia la puerta  --  Iré a preparar mis cosas

Pero cuando abrió la puerta se encontró con los demás que esperaban a corta distancia. Los chicos ya habían sido informados por Eve y Vlad, y en cuanto lo vieron salir caminaron hacia él, pero la verdad no sabían qué decir.

  • Gail…  --  dijo Danny
  • Estoy bien.
  • No, no lo estás  --  dijo Sam y apartó a Danny y a Mael encarando a Gail
  • Debo ir a…
  • Escúchame  --  le dijo la niña sujetándolo por los hombros  --  no vas a apartarnos como si esto no fuese asunto nuestro. Te has cansado de gritarle al mundo que soy tu hermana y no sacamos a nuestros hermanos de nuestras vidas cuando más los necesitamos.
  • Sam…
  • Te sientes mal y tienes derecho a ello, pero debes saber que no estás solo, que estamos aquí para lo bueno y para lo malo  --  unas rebeldes lágrimas habían comenzado a resbalar por el rostro de Sam, pero eso no la detuvo  --  y seguiremos aquí Gail,  porque te amamos.

Finalmente Gail levantó los ojos y la miró. Un segundo después estaba abrazado a ella, dando salida al enorme dolor que había en su corazón.

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Partieron hacia Escocia y llegaron directamente a la casa de los McKenzie, porque según les habían informado, la casa de los McLean había quedado en pésimas condiciones. Anne y Peter los recibieron como siempre y se mostraron lo bastante discretos como para no hacer ninguna clase de comentarios en presencia de Gail, pero en el caso de las niñas, apenas lo vieron corrieron a abrazarlo, ambas tenían los ojos enrojecidos, ya que habían estado llorando desde que les dieron la noticia. Gail los había mareado a todos diciéndoles lo bien que iban a pasarlo cuando fueran a visitar a sus abuelos en aquellas vacaciones y ahora esto.




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